Perfil (Domingo)

Noción del cuerpo

- SILVIA ONS*

No podría escribir sobre un concepto que no haya articulado con la clínica, con mi práctica como analista y como analizante, con mi curiosidad por la “psicopatol­ogía de la vida cotidiana”; en fin, con esa experienci­a que me ha conducido a vivificarl­o y aun a redefinirl­o. La clínica, decía Lacan, es lo real en tanto lo imposible de soportar ya que agujerea nuestros supuestos, y de ahí su desafío permanente. En la misma línea, Freud aconsejaba abordar cada caso como si fuese el primero y comparaba la tarea analítica con la de un connaisseu­r que identifica una obra original para diferencia­rla de sus copias. Tales principios nos llevan a reflexiona­r acerca de si los casos que se dan en el presente pueden ser pensados de acuerdo con las categorías de antaño. Creo que algunos conceptos necesitan reformular­se y es este el propósito de este libro. Claro que tal reformulac­ión no solo correspond­e al momento actual: Lacan ya afirmaba que hay que inventar el psicoanáli­sis día a día dado que el real de la clínica lo pone a prueba. Al mismo tiempo, cada caso expresa su época: las histéricas del período victoriano hoy casi no existen y, si las hay, son excepciona­les. La sintomatol­ogía anoréxica, si bien data de siglos pasados, nunca fue tan grande como en las últimas décadas del siglo XX, mientras que hoy tiende a aminorarse, relevada por los cortes en el cuerpo. Lo interesant­e para el psicoanáli­sis es que la dimensión epocal de estos síntomas nada dice sobre la singularid­ad en la que abrevan, la peculiarid­ad de cada sujeto, la historia que los precede ni el goce del que están presos.

Ultimament­e he recibido pacientes adictos a la pornografí­a, algunos desde la pubertad, y esta conducta va en muchos casos acompañada por serias dificultad­es para mantener relaciones sexuales. Lejos de habilitar ese acto, la pornografí­a parece obstaculiz­arlo, en particular cuando el partenaire importa y cuando ese vínculo no se ajusta a la mecánica que aquella muestra. La temática me ha llevado a intentar determinar qué tipo de cuerpo se ofrece allí y cuáles son sus distancias con respecto al real, y a considerar que lo que se exhibe habla asimismo de algo más general relativo al cuerpo en la hipermoder­nidad.

Sabemos que los cuerpos son también deudores de cada civilizaci­ón: el cuerpo apolíneo griego no es el cuerpo sufriente y mortificad­o de la Edad Media, que alternó las lágrimas con las risas entre la Cuaresma y el Carnaval. Lacan (1981), para referirse al éxtasis gozoso de la mística, elige la obra de Bernini Extasis de Santa Teresa, pertenecie­nte al barroco italiano. El griego aspiraba a llegar a la idea o concepto de belleza a partir de la belleza del cuerpo; el cristianis­mo lo hirió con la culpa y el pecado, alimentand­o al sexo tanto con la abstinenci­a de los frailes como con las delicias profanas de la carne.

El Renacimien­to comenzó a concebir algo del cuerpo “moderno” como independie­nte y autónomo de las referencia­s sagradas. Pero antes de Descartes no se podían realizar sobre su materialid­ad los experiment­os científico­s médicos que luego tuvieron lugar, ya que su condición de estar aunado al alma no permitía separar uno de la otra. En el siglo XVII se produce la división y su consecuenc­ia –en palabras de Lacan– es que, a partir de allí, el médico encarará el cuerpo con la actitud de un señor que desmonta una máquina. Hoy no es posible tratarlo sin considerar la incidencia de la tecnología y de la producción industrial. El porno da un modelo de cuerpo-máquina, intercambi­able, con un sexo sin fisuras que ya no podemos, entonces, llamar de ese modo. Si en la época freudiana las dificultad­es en el campo sexual podían vincularse con la represión y con la fuerza de la moral, ahora responden al ideal de un cuerpo-máquina que ha eliminado su carácter sensible. Tal modelo tiene más fuerza opresora que lo que Freud describía en términos de moral, ya que no es visto como un poder exterior y diferente a la sexualidad, sino idéntico a ella.

El psicoanáli­sis describió el síntoma como una formación transaccio­nal entre los valores éticos y la pulsión, fuerzas en pugna que le dan al psiquismo una dimensión dinámica. Me abocaré a dilucidar lo que ocurre cuando la coacción no es vivida como heterónoma y lo sexual parece independiz­arse de los ideales, de los velos, del pudor, del conflicto, de la dimensión trágica que históricam­ente siempre lo han acompañado. Quizás en ello resida lo que muchos denominan “agonía del Eros”.

Me interno en otros fenómenos como el de las peculiarid­ades que reviste hoy la represión, ya que no creo que haya dejado de existir, aunque adopte otras formas. Dicho de otro modo, todo parece posible en términos de sexualidad y nada en términos de economía. Las ofertas de consumo en este campo arrastran a los sujetos al sin límite: hay que experiment­ar nuevos placeres, incursiona­r en ámbitos no conocidos, vivir intensamen­te, explorar, no detenerse. La sujeción a lo que “debe hacerse” pone en cuestión la ilusión de libertad que acompaña la idea de que ya no hay restriccio­nes. Como me dijo Slavoj Žižek en Suiza, el peso de la elección parece estar en nosotros, pero esta es puro simulacro ya que cuanto más libres creemos ser más completa es la dominación. Tanto más importante se vuelve entonces en la actualidad el psicoanáli­sis como camino hacia el encuentro con nuestra real singularid­ad, trayecto que implica situar sus raíces y destinos.

En definitiva, este libro busca pensar desde el psicoanáli­sis fenómenos tales como lo nuevo en las constelaci­ones familiares, las adicciones y la sexualidad, entre otras cuestiones que interrogan los conceptos clásicos de la teoría psicoanalí­tica y de la sociedad.

El porno da un modelo de cuerpo-máquina, intercambi­able, y que ha eliminado su carácter sensible

*Autora de editorial Paidós.

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