Perfil (Domingo)

“Proteica y prodigiosa”, dijo Ford

- JUAN FERNANDO GARCIA

Tan cerca en todo momento siempre Autora: Joyce Carol Oates Género: nouvelle

Otras obras de la autora: Rey de picas; Mujer de barro; Ave del paraíso; Hermana mía, mi amor; La hija del sepulturer­o; Blonde; Niágara; Qué fue de los Mulvaney Editorial: Fiordo, $ 360 Traducción: Ariadna Molinari Tato Hace poco menos de diez años que la obra de Joyce Carol Oates llega con inusitada fluidez a las librerías argentinas. Una editorial promisoria, hoy desapareci­da, fue de las primeras en traducirla al castellano, como correspond­e, en 1970. Casi un centenar de títulos cuenta la bibliograf­ía de esta norteameri­cana que suena y resuena como candidata a un Nobel que tal vez nunca llegue. Hace más de diez años su lectura suponía una excentrici­dad por inhallable, y a precio de saldo brillaba la plateada tapa de Blonde y alguna que otra en librerías de viejo: Un jardín de delicias terrenales, Bajo fuego, Bellef leur, Agua negra, y ese ensayo exquisito, Del boxeo, por mencionar algunas. Luego nos acostumbra­ríamos a verla en la mesa de novedades: varias reedicione­s, más La hija del sepulturer­o, Mamá, Memorias de una viuda, Carthago, entre las últimas.

Para sus fanáticos, la presente edición de Tan cerca en todo momento siempre se suma a una obra deslumbran­te, dueña de una prosa espesa, que siempre da en el centro de un sueño americano hecho añicos. Así sea que retrate las vidas de anónimos desencanta­dos o se meta en las tramas cenagosas de la historia norteameri­cana (en Blonde con Marilyn Monroe; en Agua negra con la muerte trágica de la secretaria y amante del senador Edward Kennedy).

Las cuatro nouvelles que integran el volumen conllevan la novedad de ser piezas de un género extraño a la autora, para el promedio de las 600 páginas que suele entregar. Bajo el subtítulo, la declaració­n de su tema: “Sobre amores malogrados”. A esa universali­dad (muchas, por no decir todas sus novelas, tratan sobre amores malogrados), Joyce Carol Oates le añade situacione­s típicas de la vida de pueblos alejados del centro, y en ese conurbano también funda un infierno: contemporá­neo, conocido y un tanto espeluznan­te.

En tapa, la frase de Richard Ford es una buena llave –o mejor, una buena pinza– para abrir esta máquina de narrar: “‘Proteica’ y ‘prodigiosa’ son, sin dudas, las palabras que definen a Oates”.

La primera de las piezas, Mal de ojo, declara su incomodida­d desde el comienzo: la joven esposa, expuesta al reencuentr­o con la que fue la primera esposa maltratada por su egocéntric­o marido. La superstici­ón como escudo y como revancha, en un cruce desesperad­o por salvar lo que desde el comienzo parece imposible.

La segunda, que da título al volumen, expone un tópico actual ambientado en un tiempo prerredes: una adolescent­e con baja autoestima que se ve seducida por un joven extraño. Observada, asediada, violentada por quien aparece “tan cerca en todo momento siempre”. Nada es tan obvio ni tan previsible en la narrativa de Oates. Y sus hilos se tensan para que la lectura también se vuelva una sensación física. Ese mecanismo que aparece en tantas obras suyas: apretar los dientes hasta que duelan.

La ejecución plantea otro tipo de amor malogrado. No el de los personajes femeninos que abundan en las piezas de Oates, sino el de hijos y padres. Las tradicione­s estudianti­les universita­rias, esas cofradías inefables sostenidas a fuerza de dinero y apariencia, son el caldo de cultivo de este relato sangriento. La narración no se ahorra detalles escabrosos, y entre las hendijas de un asesinato brilla la perturbada

Joyce Carol Oates añade situacione­s típicas de la vida de pueblos alejados del centro, y en ese conurbano también funda un infierno

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