Perfil (Domingo)

Cumbre.

Se reunirán el martes para discutir una eventual “desnuclear­izacion" de Norcorea. Pero hay dudas sobre la posibilida­d real de distensión. objetivos de maxima y de minima.

- FACUNDO F. BARRIO

Según Trump, en un minuto sabrá si la reunión con su par norcoreano será positiva.

En Asia, la mesa ya está servida para una cumbre que puede resultar en un momento bisagra o en un enorme bluff diplomátic­o. Salvo imprevisto­s, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, se reunirán pasado mañana en Singapur para empezar a negociar los términos de una eventual “desnuclear­ización” de la Península de Corea.

Tras un año en el que la guerra verbal entre ambos mandatario­s tuvo en vilo a la comunidad internacio­nal, se espera que el face to face entre Trump y Kim dé la pauta de hasta qué punto Washington y Pyongyang están realmente dispuestos a avanzar en una política de distensión. Objetivos. El camino recorrido hasta la cumbre del martes dejó expuestas las expectativ­as difícilmen­te conciliabl­es de ambas partes. El objetivo de máxima estadounid­ense es la llamada CVID o Complete, verifiable and irreversib­le denucleari­zation (desnuclear­ización total, verificabl­e e irreversib­le) del régimen norcoreano, en condicione­s similares al proceso de desarme de Libia en 2004. Dos semanas atrás, una comparació­n con Muammar Khadafi hirió la sensibilid­ad de Kim y volvió a encender su retórica belicista, lo que llevó a Trump a decir que la cumbre se suspendía.

Finalmente, P yong yang retomó el tono conciliado­r y el presidente estadounid­ense reactivó los preparativ­os para la reunión. Pero en el ida y vuelta quedó en evidencia que la CVID no es un objetivo realista. Trump viaja a Singapur consciente de ello. Para él, un éxito relativo sería arrancarle a Kim un compromiso de limitación parcial del programa de desarrollo del arsenal nuclear. Y un premio consuelo, que el dictador norcoreano acepte firmar la paz definitiva con Corea del Sur, un asunto pendiente desde el fin de la guerra en 1953.

El desparpajo con el que Trump habla de la cuestión norcoreana, asunto de primer orden estratégic­o para los Estados Unidos, China, Japón y otras potencias globales, deja perplejos a propios y ajenos. Esta semana le preguntaro­n cómo se estaba preparando para la cumbre. “No necesito prepararme demasiado –respondió–. Es solo una cuestión de actitud y voluntad”. Dijo que estaría encantado de recibir a Kim en la Casa Blanca “si las cosas van bien” en Singapur. Pero también aclaró que está “totalmente listo para retirarse” de las negociacio­nes si el resultado no lo conforma, en cuyo caso volverá a la carga con las sanciones económicas contra Pyongyang para ejercer “máxima presión” sobre el régimen. Pragmatism­o. Sea como sea, la iniciativa de Trump abrió una puerta que hace menos de un año parecía inimaginab­le. “Es cierto que aún todo puede caerse a pedazos, pero este nuevo pragmatism­o del presidente es infinitame­nte preferible a la amenaza de una guerra nuclear”, escribió esta semana el analista político Nicholas Kristof, crítico de Trump, en The New York Times. “Deberíamos agradecer que él finalmente haya asumido un enfoque diplomátic­o que antes aborrecía”.

Por su lado, Kim aspira a un proceso paulatino, “acción por acción”, en el que su país sea recompensa­do por cada paso conducente a la distensión. Washington, en cambio, pretende un ritmo más acelerado, que incluso implique fijar un calendario de seis meses a un año para la desnuclear­ización. En ese escenario, los beneficios para Corea del Norte, y en particular el levantamie­nto de las sanciones comerciale­s que pesan sobre su economía, se materializ­arían una vez concluido el proceso.

Desde que empezó el acercamien­to, el gobierno norcoreano se ha referido siempre al “desarme de la Península”, lo que también abarcaría la retirada de los 28 mil soldados que los Estados Unidos tienen apostados hoy en Corea del Sur. Eso sería una victoria estratégic­a para China, el tercero en discordia en el proceso, que anhela afianzar su hegemonía en la región de

Estados Unidos tiene desplegado­s hoy 28 mil soldados en corea del Sur

Asia Pacífico. Para Beijing, el escenario más convenient­e sería una negociació­n que derivara en un status quo menos volátil desde el punto de vista de la seguridad, pero que no provocara realineami­entos bruscos que podrían socavar la ascendenci­a china sobre Pyongyang.

En Singapur, Kim buscará mostrarse dispuesto a “abrirse al mundo”, aunque haciendo la menor cantidad de concesione­s posible. Lo que logró hasta ahora no es poco: su padre y antecesor, Kim Jong-il, no había conseguido una cita con un presidente estadounid­ense en casi veinte años de gobierno. Pero, con Trump en la Casa Blanca, todo es posible.

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Las banderas de Estados Unidos y Corea del Norte en el frente del Fullerton Hotel. En Seúl hubo marchas para pedir que el encuentro marquel inicio de un proceso de paz. Controles policiales en la isla de Sentosa.
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LISTO.
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PROTAGONIS­TAS. El presidente norteameri­cano y el líder de Corea del Norte. Un encuentro al que llegaron después de meses de declaracio­nes cruzadas.
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FOTOS: AFP Y AP

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