MUNDIAL III
de importancia política. Esta situación contrasta netamente con la que prevalecía hace unos años, cuando cualquier gobierno consideraba con la mayor seriedad los efectos políticos de ganar o clasificar decorosamente en la rueda final. El hecho de que hoy sea casi irrelevante que la selección de un país termine mejor o peor clasificada es indicativo de la pérdida de peso de la política y de los gobiernos en la vida de la sociedad. Correlativamente, la política del fútbol –esto es, la vida semejante dentro de las organizaciones que manejan ese deporte– y el negocio del fútbol son mucho más importantes. Pero ningún candidato apostaría a jugar sus chances electorales en un resultado de la selección de su país en el campeonato mundial. En 1978 Argentina fue sede del Mundial y el gobierno militar de aquel entonces creyó haber obtenido un rédito significativo, que hasta sus enemigos más acérrimos le reconocen. En 1994 Argentina hizo un pobre papel futbolístico en Estados Unidos, pero un año después el presidente en ejercicio fue reelecto con el 50% de votos. Del mismo modo, lo que ocurra con la selección en Rusia 2018 será materia apasionante y dominante Se acerca el Mundial y entraremos como en un túnel del tiempo donde no se hablará más que de fútbol, porque todo el planeta mirará hacia Rusia. Lejos quedarán la inflación, la inseguridad, el dólar, el Fondo, la grieta, las tarifas o la pobreza. Entre ciertos intelectuales de izquierda se dice que el fútbol castra a las masas y desvía su energía revolucionaria, porque hipnotizados por la pelota los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase. Cuando el furor mundialista se apacigüe, los hechos que se sufren a diario, como la inflación, la inseguridad y la pobreza, volverán a tocar la conciencia colectiva. Como en el libro El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, la mayoría de los cambios políticos, económicos y sociales se hacen para que nada cambie. Damián Pablo Martínez damianargentina42 @icloud.com