Desactivando el enigma
Tiempos oscuros
Autor: John Connolly Género: novela policial
Otras obras del autor: La canción de las sombras; El invierno del lobo; La ira de los ángeles; Voces que susurran; Cuervos; Los amantes; Los atormentados Editorial: Tusquets, $ 449 Traducción: Vicente Campos González
Como muchos autores del género, John Connolly viene desarrollando un ciclo de relatos policiales que siguen las peripecias de las investigaciones del personaje Charlie Parker. A lo largo de unas 15 novelas nos vamos enterando de la vida y la idiosincrasia del detective, a la vez que nos adentramos en diferentes casos policiales que se desarrollan en tierra estadounidense y principalmente en el estado de Maine.
La estructura sigue una forma clásica: la aparición de un muerto genera un enigma que activa la maquinaria de la narración, y en consecuencia, la investigación y la búsqueda de la verdad se ponen en marcha. Esa maquinaria, a su vez (y sin proponérselo), empieza a revelar otra historia más profunda que parece mixturar las circunstancias singulares del presente con acontecimientos históricos trascendentes. En la novela inmediatamente anterior a la serie, La canción de las sombras, este esquema se ponía al servicio de un tópico clásico del género: la ominosa suerte de los jerarcas nazis que en la actualidad viven de incógnito en nuestras sociedades. Esta novela comienza con la vida desgraciada y trágica de Jerome Burnel. Al poco tiempo, desaparece. A partir de esta circunstancia (que podría ser un caso rutinario de la crónica policial de cualquier ciudad) nos enteramos de la desgraciada vida de Burnel, y de las extrañas fuerzas que gobiernan El Tajo, una comunidad que vive en el mismo Estado pero bajo sus propias reglas. De modo que desde el inicio de la lectura sospechamos que parte del enigma del relato se esconde en la paulatina revelación de los modos particulares y perturbadores en los que dicha comunidad se organiza.
Connolly estructura el cuento siguiendo un esquema contemporáneo, parecido a las múltiples historias que vemos en las series de televisión. No persigue de modo obsesivo la particular visión de su detective, al contrario: multiplica la perspectiva todo lo que sea necesario, de modo que la historia se fragmenta en diferentes episodios que se van ensamblando hacia una resolución final. Este esquema algunas pocas veces conspira contra la linealidad que siempre exige la idea misma de relato policial, pero se muestra provechoso a los efectos de mostrar un caleidoscópico fresco de la vida pueblerina de la primera potencia del mundo.
En las últimas páginas de la novela, uno de los personajes dice: “Hay un tipo de maldad que ni siquiera se opone al bien, porque el bien es irrelevante para ella. Es una abyección que radica en el corazón de la existencia, que nació con la materia misma del universo. Está en la descomposición hacia la que tienden todas las cosas” (pág. 379). Y en este breve parlamento dicho como al pasar podemos ver, tal vez, una clave de interpretación para lo más propio de la escritura de Connolly, esa rara combinación entre la estructura del relato policial y algunas esquivas pinceladas del terror sobrenatural.
Los dos géneros (el policial y el terror) se hacen cargo narrativamente de un mismo hecho humano: la maldad. El policial se parece al discurso científico en
El policial se parece al discurso científico en la medida en que supone que en el horizonte no existe desgracia humana que no pueda ser explicada racionalmente
la medida en que supone que en el horizonte no existe desgracia humana que no pueda ser explicada racionalmente. El terror, en cambio, al modo del discurso religioso, cree que hay un borde infranqueable, misterioso, irra- cional al que debemos guardarle respeto por su misma condición inefable. Charlie Parker, el detective de Connolly, parece hacer un ajustado equilibrio entre estas dos vertientes contrapuestas: la pasión por desactivar un enigma lo mueve con la misma fuerza quirúrgica de un científico, y a la vez, por las raras circunstancias de su vida guarda una distancia respetuosa, prudencial, ante hechos que parecen rebasar todo vestigio de conciencia humana.