Perfil (Domingo)

¡Que cambie Cambiemos!

- BEATRIZ SARLO

“Las huelgas no contribuye­n a nada. No suman.” Frase de Maur icio Macri. Acompaña Marcos Peña: “No nos cambia nada esta medida de fuerza”. El jefe de Gabinete acostumbra confundir firmeza con terquedad. La ministra de Seguridad se refirió a “paros que tiraron gobiernos”. A ver, señora Bullrich, usted ya es grande y debería conocer un poco más de historia reciente.

A Alfonsín no lo tiraron las 13 huelgas generales de Ubaldini, más los 3 mil paros sectoriale­s, cifra única en el mundo, según quien los padeció, y lo recuerda Hugo Quiroga en su libro La Argentina en emergencia permanente, que deberían leer quienes piensan que la función arranca cuando ellos llegan. A Alfonsín lo desplazó el fracaso de un plan económico y una crisis fogoneada por gente irresponsa­ble, que esparció por el mundo la idea de que ese gobierno no tenía salida.

A De la Rúa lo sacó una crisis financiera que demostró que los blindajes del FMI sirven de poco; cayó por las infinitas torpezas de su gobierno, comenzando con la renuncia del vicepresid­ente Carlos Alvarez provocada por el sainete corrupto de los votos comprados con una Banelco; y, finalmente, las manifestac­iones ciudadanas del “Que se vayan todos”. Cavallo estuvo presente en esos escenarios. Y Cavallo no es, que se sepa, un portavoz del sindicalis­mo (corrupto o revolucion­ario). El país se quemaba en un incendio al que notables ciudadanos le echaron nafta desde el exterior. Recomiendo otro libro: Trece meses cruciales en la historia argentina, de Roberto Lavagna, el ministro de Economía de Duhalde que, en dos años, dejó atrás la crisis del 2001, con un crecimient­o que es el doble del obtenido en las prediccion­es de Macri (que, por ahora, se ha quedado en prediccion­es y fracasos). Sofismas. Durante el paro general del lunes 25, por las radios y la televisión se escuchó muchas veces, como si fuera una verdad científica: “El paro no cambia nada”. Ningún paro de un día cambia nada. Es una manifestac­ión de descontent­o, un instrument­o como otros a fin de mostrar fuerzas. El paro es la forma en que se hace visible un conflicto. ¿Sirve para algo timbrear por barrios suburbanos o semirrural­es? El Presidente repite tales acciones, porque le sirven a él para presentars­e de un modo humano y simpático (por lo menos, eso es lo que intenta y se cree capaz de lograr).

La otra superficia­lidad que los medios reiteraron durante el paro concernía al “transporte”. Durante horas, machacaron sobre esa incógnita: ¿qué habría pasado si los trabajador­es de trenes, colectivos y subtes no hubieran adherido al paro? Quedaba flotando la incomproba­ble hipótesis de que la gente habría ido a trabajar. A nadie se le ocurrió preguntars­e si las razones por las que pararon los trabajador­es del transporte no eran similares a las que sostuviero­n el paro de otros gremios. ¿Los bancarios pararon porque no había subtes y no quisieron sacar el auto o tomar un taxi entre cuatro? ¿Los trabajador­es de las automotric­es cordobesas pararon porque no pudieron llegar a las fábricas en sus habituales motitos? ¿Todos los que pararon querían ir a trabajar, pero estaban sometidos a condicione­s externas a su voluntad? ¿En las localidade­s más pequeñas, los trabajador­es viven tan lejos de sus empleos como en el conurbano bonaerense?

Si ni siquiera se han planteado estas preguntas y, por tanto, los medios no difunden respuestas sino insinuacio­nes y supuestos, quien se informe por esos mensajes (mayoritari­amente audiovisua­les) podría llegar a la conclusión de que los trabajador­es del transporte pueden convertirs­e en la vanguardia desestabil­izadora de cualquier gobierno. En cuanto a las presiones sobre quienes querían abrir sus negocios o sus oficinas, no hay mucha informació­n, porque el Mundial tenía ocupados a los que habitualme­nte se encargan de trasmitir esas noticias. Indignació­n gratuita. De todas formas, el Mundial dejó tiempo para indignarse con el Pollo Sobrero, que (seamos honestos y veraces) se disculpó en las redes sobre su exclamació­n acerca de la deseable caída del Gobierno. Las palabras del Pollo Sobrero (“hasta que caiga el Gobierno”) fueron excesivas como lo es un discurso de barricada. Lo que dijo es que las cosas no pueden seguir así para los pobres.

Todavía no escuché a ninguno del Gobierno disculpars­e por difundir ilusiones sin fundamento, del tipo “ya ha pasado lo peor”. Decir las cosas con un tono menos exaltado no las mejora. Los gritos de Sobrero, interpreta­dos como una llamada a la insurrecci­ón general, no tienen las consecuenc­ias que tuvieron las visitas de conocidos políticos y técnicos a las organizaci­ones financiera­s internacio­nales para aconsejar que no se ayudara a la Argentina, como lo hicieron notorios personajes en el 2001 y comienzos del 2002.

Estamos de acuerdo en algo. Muchos de los dirigentes sindicales cargan con demasiado pasado irrefutabl­e. Algunos de ellos, como el Pata Medina, ya están presos. Pedraza, ex dirigente de la Unión Ferroviari­a e instigador del asesinato de Mariano Ferreyra, fue juzgado y condenado en abril de 2013. No se vio a la gente del PRO preocupada por esta muerte ni asistiendo a las sesiones del tribunal oral.

En efecto, muchos de estos dirigentes de la CGT son una desgracia. Pero aquí aflora una cuestión complicada, que tiene una larga historia sindical en Argentina. La corrupción de Moyano no afecta el apoyo de su propio sindicato, donde los camioneros acaban de obtener un aumento superior al de otras paritarias. Estas son contradicc­iones indeseable­s. Sería más ejemplar que los au- mentos los hubiera conseguido un dirigente impoluto. Tan puro como el mar de las offshores donde se bañan o se bañaron desde el presidente Macri y su familia hasta el presidente del Banco Central.

Lo que sucedió el lunes 25 fue un paro general. La corrupción de los sindicalis­tas no puede confundirs­e con los motivos de ese paro que expresó una protesta, sean cuales sean sus dirigentes. Un paro no anuncia otra cosa que el descontent­o, la creciente injusticia distributi­va, la dureza de las condicione­s que favorecen a algunos y hunden a otros. Olvidaba: puede ser también una eficaz arma de negociació­n para los dirigentes que lo convocaron. Puede ser la forma en que el Gobierno los vuelva a sentar alrededor de una mesa. Los dirigentes (corruptos y no corruptos) tienen experienci­a en tales cambios de decorado.

algunos funcionari­os piensan que la función arranca cuando ellos llegan

Agregado sobre el régimen político. La Argentina es un país hiperpresi­dencialist­a. A mediados de 1980, el gran jurista Carlos Nino impulsó, apoyado por Alfonsín, reformas que podrían haber conducido del presidenci­alismo a un régimen semiparlam­entario. No pudo ser, como no fueron tantas de las reformas de aquellos años. Una sombra inerte de esas reformas quedó en la Constituci­ón de 1994. En los sistemas parlamenta­rios, un gobierno puede caer sin que eso signifique el fin del mundo. Cayó Rajoy, el conservado­r recalcitra­nte amigo de Macri; puede caer la poderosa y humanitari­a Merkel. En un régimen parlamenta­rio, la exaltación del Pollo Sobrero habría sido un reclamo sin escándalo.

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TELAM HUELGA TOTAL. La corrupción de muchos gremialist­as no puede confundirs­e con la protesta que implica un paro general, como el del lunes 25, de masivo acatamient­o.
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