Perfil (Domingo)

Camino angosto

- RAUL H. ALVAREZ

Hace unos días vi en el teatro El Nacional la obra Rabbit Hole ( Lo que nos une) del dramaturgo estadounid­ense David LindsayAba­ire, cuyo argumento gira sobre las dificultad­es de un matrimonio joven para encontrar consuelo y resignació­n luego de la muerte de su hijo en un accidente de automóvil.

La obra está dirigida por Carlos Rivas, que logra aprovechar al máximo los recursos de cuatro actores de destacada trayectori­a (Gabriela Toscano. Germán Palacios, Soledad Silveyra y Maida Andrenacci), y guiar al debutante Tomás Kirzner para que también se luzca en su breve intervenci­ón.

El título de esta columna no tiene relación directa con la obra que he comentado: se relaciona con el problema que enfrentan ahora los aficionado­s al teatro, y que repercute también en los empresario­s y en el resto de los trabajador­es del espectácul­o. Me refiero a las dificultad­es con que se enfrenta actualment­e cualquier persona que pretenda llegar a horario a una función teatral luego de que se ha tomado la desatinada decisión de angostar la avenida Corrientes dejando solo dos carriles para circular.

El día que fui a ver la obra a la que me refiero demoré 40 minutos en atravesar en un taxi esa avenida entre Callao y Carlos Pellegrini y llegué al teatro cuando la obra estaba por comenzar. Esos 40 minutos que tardé en el viaje podrían ser más de una hora si uno hace el mismo recorrido de lunes a viernes para ir al trabajo en las horas punta.

Es notable que hace varias décadas la calle Corrientes era angosta y en 1931 se decidió convertirl­a en una avenida y se demolieron edificios para ensancharl­a y agilizar la circulació­n de vehículos automotore­s (que no eran tantos como ahora), con un costo altísimo en el presupuest­o del Estado. Después de tanto tiempo, gasto y esfuerzo, se decidió ahora despilfarr­ar una fortuna del erario público para algo que solo servirá para provocar embotellam­ientos en el tránsito y trastornos a la población.

Si la tendencia es adoptar costumbres de los países desarrolla­dos, aquí se ha hecho todo lo contrario. Broadway, la calle de Nueva York donde está la zona de los teatros, y cuyo nombre, casualment­e, significa “camino ancho”, se destaca por ser lo suficiente­mente amplia como para poder ir al teatro en una limusina y estacionar­la en la puerta de la sala. La avenida Corrientes, donde están los teatros más famosos, en cambio, se ha convertido en un “camino angosto” e intransita­ble, y ahora para llegar a horario a un teatro en auto o en colectivo habrá que planificar la salida con un año de anticipaci­ón.

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CEDOC PERFIL Calle Corrientes en 1929.

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