Perfil (Domingo)

Detrás de la escena

- LAURA ISOLA

Debajo de los cuadros de Jean-François Millet hay tantas cosas como las que eligió dejar en la superficie. Mirar por debajo de sus obras ha sido, con la tecnología que se fue contando, una aventura tan intensa como deleitarse y posar los ojos en el mundo de campesinos y trabajador­es de sus obras extraordin­arias. El caso del Angelus, llamado en principio Oración por la cosecha de papas y pintado por encargo entre 1857 y 1859, es un buen ejemplo. La cesta que está a los pies de la pareja que detiene la tarea para rezar esa plegaria de saludo al ángel de la anunciació­n de la Virgen está vacía. O al menos no se ve claramente su contenido. En la primera versión, la que quedó tapada, estaba el hijo muerto. La impresión que causó en su momento llevó al autor a quitarlo. Algo por el estilo pasó con La cautividad de los judíos en Babilonia. Fue expuesto en el salón de 1848. Solo recibió burlas y la pintura desapareci­ó. Era probable que el mismo Millet la hubiera destruido y se creyó eso por mucho tiempo. Tanto como que más de un siglo después en el Museo de Bellas Artes de Boston tomaron unas radiografí­as de La joven pastora, una pintura de este artista que había nacido en 1814 y murió en 1875. El hallazgo fue extremo: no encontraro­n los cambios que buscaban en esa obra sino que lo que apareció fue el cuadro perdido. Millet reutilizó el lienzo ante la falta de materiales y un poco también para quitar el mal recuerdo de la otra.

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