Mujeres en la conducción
Si bien muchos creen que todos los géneros estamos en condiciones de igualdad en casi todos los ámbitos, la realidad es muy diferente. Las estadísticas muestran que a pesar de que las mujeres conforman prácticamente la mitad de la fuerza laboral, un porcentaje muy pequeño de los puestos de decisión son ocupados por nosotras. Aquí surge la necesidad de reflexionar sobre las causas y posibles cursos de acción para revertir esta situación lo más rápido posible.
El primer paso para participar en un espacio de decisión es el propio deseo de asumir dicho rol. La excusa de muchas personas es que las mujeres no llegan porque no quieren, y si bien no es ni la única ni la mayor, es una variable real. Es que lo que proyectamos para nuestras carreras es también moldeado por nuestro contexto: si la sociedad cree que quienes deben estar al frente son los hombres, y que las tareas que ello conlleva harán que “descuidemos” otras que se supone que nos competen casi exclusivamente (léase cuidado de los hijos o de los mayores), no estará dentro de nuestras metas llegar a ser líder.
Esto nos lleva a otro punto crucial: reconocer y fomentar otros tipos de liderazgo, distintos al tradicional (o “masculino”), más bien verticalista, como el llamado “liderazgo efectivo”, que tiene características tales como la comunicatividad, delegación de tareas, multifocalidad y empatía., y que suele llamarse “femenino”, pero puede presentarse también en hombres. Es nuestro deber también mostrar que las cosas pueden ser hechas tan bien o mejor con otras formas, y elegir aquella que nos sienta mejor a nuestra personalidad, siendo las mejores versiones de nosotras mismas.
La cultura de trabajo actual fue diseñada sobre la base de un trabajador hombre con plena disponibilidad y que prioriza al trabajo por sobre su vida personal. Entonces, si no impulsamos (por no decir exigimos) la corresponsabilidad en las tareas del hogar, las mujeres tendrán siempre menos tiempo para poder dedicarles a sus carreras profesionales que sus pares hombres. Ello tiene que estar acompañado a su vez por el respeto a todas las decisiones en torno a la vida personal de la mujer, como el no ser madres, ya que son ellas quienes más sufren el castigo de la sociedad. Todas las personas tenemos derecho a elegir sin temor a ser juzgadas.
Por otro lado, es una obligación de todos los que estamos comprometidos con la diversidad en las organizaciones el brindar visibilidad y sponsorear a mujeres que quieran llegar a un puesto de decisión en sus profesiones. Debemos dar espacio a más mujeres en nuestras redes de contactos, así como comprometernos a acompañar y mentorear a al menos una en nuestras carreras.
En el caso de aquellas mujeres que sí han llegado, deben tratar de participar en cuanto espacio puedan, inspirando y dando testimonio del camino que debieron recorrer, para que otras quieran imitarlas y sepan lo que (no) debe hacerse. No es una falta de humildad hablar de uno mismo, sino, contrariamente, es parte de un servicio hacia el otro abrir nuestra vida, experiencia y aprendizajes. He allí la importancia de iniciativas como #nosinmujeres, que buscan que los paneles y charlas en eventos tengan siempre presencia femenina.
Las organizaciones pueden tomar decisiones institucionalizadas que permitan un mayor acceso de mujeres a los puestos de decisión. Desde ya está la famosa cuota, amada y odiada, pero también hay otras opciones. Un ejemplo es que en las ternas para cubrir una vacante (en este caso, de un puesto jerárquico), haya siempre al menos una mujer. Este ejercicio no solo obliga constantemente a buscar candidatas, sino a replantearnos si en las sucesiones planeadas, estamos preparando a alguna mujer para futuros puestos de decisión a ocupar.
La cancha no está nivelada, y cuanto más nos acercamos a las cúspides de los organigramas, más empinada es. Solo con un compromiso entre todos por la diversidad podremos naturalizar a la mujer como líder y cuestionar su falta en todas las esferas. Desde Fundación FLOR trabajamos fuertemente estos aspectos, dialogando, sensibilizando y transformando con el deseo que en pocos años la inclusión sea inconsciente.
cuanto más nos acercamos a las cúspides, la cancha es cada vez más empinada
*Presidenta de FLOR, Fundación Liderazgos y Organizaciones Responsables.