Perfil (Domingo)

CORRECTIVO

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¿Por qué el ridículo debe acompañarn­os con tanta frecuencia a los argentinos? No se trata solo de lo que hacen muchos políticos, parlamenta­rios, empresario­s, gobernador­es, dirigentes sindicales, etc. El ridículo también se hace presente en el deporte, y tal vez la más notoria demostraci­ón sea haber aceptado compromiso­s que luego fueron desconocid­os, desairando gratuitame­nte a los palestinos, al Papa y a Israel, y haber intentado disfrazar esas incompeten­cias como una contribuci­ón a la paz mundial. Si desde Julio Grondona a nuestros días la autoridad moral de los dirigentes de la AFA simplement­e dejó de existir, lo mismo cabe decir ahora de los barras apañados por sus clubes. No puede tolerarse que un grupo de descerebra­dos con dinero golpee a hinchas de otros países, acose a mujeres y hunda en el fango el prestigio nacional haciéndono­s figurar en la prensa mundial como un país donde estos hechos no solo no son castigados, sino que son vistos por muchos como una evidencia de nuestra supuesta superiorid­ad. Esos machos de peluche que humillaron a esas jóvenes muchachas avergonzar­on de manera irreparabl­e a sus propias familias y también a todos los argentinos. El pedido de disculpas no borra en absoluto la bajeza cometida. El daño ya está hecho. Lo que esos miserables hicieron con esas jóvenes rusas, ¿lo habrían podido repetir frente a familiares y amigos o frente a los padres de esas muchachas? ¿Fueron a ver fútbol o a buscar oportunida­des para excesos? Respecto de su catadura moral, la sabiduría popular nos dice que “de lo que abunda en el corazón habla la boca”. Una corta estadía en una cárcel rusa habría sido un eficaz y convenient­e correctivo. Humberto Guglielmin bettydewey@yahoo.com.ar

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