Remedios, la bella
“Las apariencias son sombras de los arquetipos: Remedios no inventa, recuerda. Solo que esas apariciones no se parecen a nada ni a nadie”, escribió Octavio Paz en Corriente alterna, esa deslumbrante compilación de artículos que publicó en 1967. Remedios es Remedios Varo, la pintora surrealista nacida en España en 1908 que, como otros del mismo movimiento, había encontrado refugio en México. Huían de la Segunda Guerra Mundial y en las tierras aztecas se volvieron a juntar: Benjamin Péret, su marido en ese momento, Leonora Carrington, que fuera su amiga, y Wolfgang Paaren, entre otros. Se nota que para Octavio Paz, Varo era un enigma, un desafío. Escribir sobre ella, por ejemplo, es menos un ejercicio intelectual que una actividad poética. “Apariciones y desapariciones de Remedios Varo” le puso como título al artículo que le dedica a su obra. Allí es notable la preponderancia del Octavio Paz poeta, menos que del sesudo intelectual que pensó los procesos políticos y artísticos mexicanos. Esa veta es la que le gana para dibujar los pequeños textos que intentan aprehender la idea de Remedios sobre el arte. Que todo el tiempo se escurre en sus telas y se proyecta en una imaginación desorbitada, perfecto caos de colores y formas, que Paz intenta describir. Y como falla, recomienza la tarea en un pequeño nuevo texto, como un haiku, como un aforismo, y dice: “El arte de la levitación: pérdida de la gravedad, pérdida de la seriedad. Remedios ríe pero su risa resuena en otro mundo”. Allí será, entonces, donde debemos buscarla.