Lenguaje y realidad
molestia frente a cualquier cambio, y éste es un momento particularmente dinámico de la lengua”. Para esta escritora, es fundamental abolir la noción de que lo masculino es neutro, “inscripta en el uso de la o, y que tiene su correlato literario en la idea de que las experiencias de los varones son universales mientras que las del resto (mujeres, homosexuales, travestis, trans) son particulares y menos valiosas”.
Una posición un poco más distante tiene Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, para quien “la lengua refracta, condensa, revela, intensifica –y también anticipa– los intereses y conflictos sociales”, por eso le parece que deben ser pensadas “todas estas expresividades que llamamos lenguaje inclusivo, pero que son mucho más: se trata de creación, ocurrencia, acto. Y, más que ‘incluir’, tiende a desarmar límites, fronteras, géneros (tal vez con la esperanza de que ya no haya adentro y afuera)”. En cuanto a si publicaría un texto escrito en este lenguaje, cree que no se puede contestar hipotéticamente: “No creo que exista la corrección política o literaria dentro de la ficción. Cada texto, cada universo literario, propone o crea una lengua única, propia. La literatura no tiene que someterse o subordinarse a ninguna exigencia exterior sino que dice en su libertad y dice siendo libre”.
¿Pero qué sucede en otros países? Hace un tiempo en España se publicó la Guía para la utilización de un lenguaje no sexista. La idea era generar un documento inclusivo en el ámbito laboral, y surgió primero como un proyecto de investigación en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Participaron Patricia García, Liisa Hanninen y Malena Mangas. Precisamente ésta última desde España dice que le gustó la oportunidad de poder aportar buenas ideas, “de ofrecer soluciones (a veces sin necesidad de torturar el lenguaje) y de defender la idea de que el sexismo puede aparecerse incluso más allá de la manera de expresarse por escrito”. Se trató, entre otras cosas, que a la hora de que cuando una empresa ofreciera ofertas de trabajo privilegiara el desdoblamiento de género (“ingenieros e ingenieras”) para no excluir a las eventuales postulantes mujeres.
Esta guía fue oportuna en su tiempo, pero ahora es la hora de avanzar, porque, como afirma Mangas, el castellano correcto no es inclusivo en sí: “En español, los colectivos plurales son masculinos. Pero lo cierto es que, efectivamente, tenemos un idioma capaz de sortear ciertas expresiones que dividen a quienes, por una parte, se niegan a seguir empleándolas por considerar que desdibujan a la mujer y, por otra, a quienes defienden el uso correcto del lenguaje”. En lo concerniente al uso de la e, como española le parece “realmente chocante, pero también sé que ciertos términos que hemos normalizado a este lado del Atlántico suenan abominables allá. Nuestras ‘juezas’, ‘presidentas’ y ‘ministras’ también han recibido de ustedes bastantes críticas y muchas burlas”.
Para ella, el lenguaje es para entenderse y si la terminación e cumple esa función, es el camino correcto.
Desde Uruguay y ante el interrogante de si escribiría un texto con lenguaje inclusivo, la escritora Natalia Mardero responde afirmativamente, porque A la izquierda, Cecilia Palmeiro; en el centro Leonora Djament; a la derecha Natalia Mardero. Abajo, Natalia Mira, la alumna del Colegio Carlos Pellegrini que le pidió a los “diputades” por la despenalización del aborto.