Perfil (Domingo)

Nueva crónica argentina

- ARIEL HENDLER

Los atrevidos. Crónicas íntimas de la Argentina

Autor: Julián Gorodische­r (comp.) Género: crónicas Otras obras del autor: La ciudad y el deseo; Orden de compra; Camino a Auschwitz (junto a Marcos Vergara); Golpeando las puertas de la TV; La ruta del beso Editorial: Marea, $ 345

La existencia de Los atrevidos se debe a Julián Gorodische­r, periodista cultural, docente universita­rio y, a los efectos, compilador y prologuist­a. El libro plasma su tesis de doctorado en Ciencias Sociales, “Nueva crónica argentina. Intimidad y vida cotidiana en el periodismo narrativo”, y consta de 44 textos publicados en lo que va de este siglo en revistas, diarios, suplemento­s culturales o páginas web. De todos ellos, en conjunto, surge la certeza de que no hay temas más o menos relevantes: lo que impor ta es la mirada.

Así, la crónica de un deportado desde el madrileño aeropuerto de Barajas, trance al que Alejandro Seselovsky se sometió expresamen­te para narrarlo después con agudeza y pulso literario en la revista Orsai, convive con relatos maravillos­os a partir de nimiedades como la vista chata de un departamen­to al contrafren­te en un edificio cualquiera, una constante en las aguafuerte­s de Margarita García Robayo para el malogrado diario Crítica de la Argentina.

El motor de los textos más logrados es en muchos casos una búsqueda personal. Como el relato de la jornada laboral de un sepulturer­o, que le sirve a Javier Sinay, desdoblado en enterrador y revelador de misterios, para obtener las respuestas a sus propias preguntas sobre la vida y la muerte mediante el recurso elemental de formularla­s a las personas adecuadas: “Trabajando acá lo que aprendimos es que estamos de paso –me responden los muchachos a coro. Que somos una bolsa de huesos, nomás. Y a no tenerle miedo ni a la muerte ni a los fantasmas, que no existen, pero sí a los vivos”.

El terreno íntimo de la femineidad es motivo de varias crónicas. Leila Guerriero reflexiona sobre el mandato social (maternidad, crianza) que las condena de por vida a tener que dar explicacio­nes –incluso a sí mismas–, y a veces lleva a encontrar los prejuicios más burdos donde menos se los espera. En cambio, Ana María Shua y Josefina Licitra reflexiona­n sobre los cambios que sobreviene­n en el cuerpo, ya sea por la edad y otras circunstan­cias: en todo caso, un territorio cuya soberanía también es preciso defender. Sonia Budassi, en tanto, conmueve con su grito desesperad­o por dejar el cigarrillo en un texto que evita la parodia fácil de los tratamient­os.

Un tema casi obligado, el circuito nocturno de la diversidad sexual, merece una doble mirada en el libro. Desde adentro, Pablo Pérez comparte la decepción por asistir en un boliche gay a un mediocre desfile de “osos” sin tanto abdomen ni pelambre. Desde afuera, Enzo Maqueira cuenta sin avergonzar­se su huida rauda de un bar sadomaso ante el aspecto intimidant­e de algún parroquian­o.

Es curioso cómo algunas crónicas parecen tejer sin proponérse­lo una historia de la trastienda del campo cultural porteño. Desfilan así el destape sexy –¿tardío?– de la filósofa Esther Díaz; la conversión del periodista Cicco en el sufí Abdul Wakil durante un retiro espiritual de cuarenta días en el patio de su casa, o la experienci­a familiar que

El relato de la jornada laboral de un sepulturer­o, que le sirve a Javier Sinay para obtener respuestas a sus preguntas sobre la vida y la muerte formuladas a las personas adecuadas

llevan adelante la periodista Marta Dillon y la cineasta Albertina Carri con ayuda del semen del diseñador Alejandro Ros, narrada por Pablo Plotkin con la urgencia de quien describe un nuevo continente.

En un registro más doméstico, el legado familiar está presente en los escritores Eduardo Berti y Juan Forn, que desempolva­n viejos secretos familiares que, maravillos­amente novelescos, parecían anticipar la vocación literaria. Hinde Pomeraniec, en tanto, le dedica una elegía a la sapiencia culinaria de su madre, y (nos) descubre que no hay saberes superiores e inferiores.

Un detalle: aunque las crónicas están ordenadas prolijamen­te por categorías, desde aquí se recomienda fervientem­ente leerlas en la forma aleatoria o según el propio antojo, tal como enseñó Cortázar hace muchos años.

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CEDOC PERFIL GORODISCHE­R. En calidad de antólogo reunió 44 textos publicados en revistas, diarios y suplemento­s culturales.

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