Delirio exquisito que se goza en italiano, francés e inglés
Así como en el año 2016, cuando estrenó en este mismo escenario (De la Ribera) Cinelandia y se había basado en cuatro películas que lo habían marcado, ahora el mismo Alfredo Arias, nuevamente con René de Ceccatty como coautor, inventa esta “sacra comedia con canciones” a la que titulan Divino amore. Trabajan juntos desde 1999 y varios espectáculos –casi todos con impronta musical– llevan la firma compartida.
Divino amore conoció su pr i mera ver sión en Pa r ís (2007) en el Roundabout Theatre. Es Arias quien en el programa de mano confiesa que se inspiró en una compañía real que muy cerca del Vaticano representaba distintas obras, transformándose en un lugar donde muchos iban a reírse de estos espectáculos. A partir de este hecho inventa situaciones y le da vida escénica a unos extraños personajes que bordan el ridículo, sin ser conscientes del mismo y enfocándolos con piedad. Con este recurso incorpora y representa por ejemplo, Salomé.
El mundo de Arias tiene un sello personal, inconfundible, donde los espectadores serán incorporados en una locura que jamás deja de lado la perfección, en cada uno de los muy cuidados lenguajes escénicos. El equipo creativo que lo acompaña desde hace mucho tiempo consigue trasladar sus sueños y llevarlos al teatro. En estos últimos años suma nuevos intérpretes a su elenco casi fijo donde Alejandra Radano, Marcos Montes y Carlos Casella son habituales. Aquí incorporó a María Merlino (imposible no citar su máxima creación, Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza y Diego Lerman).
La acción transcurre en Roma y eso da pie a que numerosos temas musicales sean interpretados en italiano, con una perfección notable de pronunciación y dicción. En este delirio exquisito también se entonarán clásicos en francés e inglés. Cada uno de los intérpretes demuestra su profesionalismo en este campo musical, donde se evidencian los arreglos del maestro Diego Vila. La estética propuesta por Arias se ve plasmada en el vestuario de Pablo Ramírez y en el maquillaje de Matías Nazareno.
Divino amore concilia lo sacro con lo profano e incluso tiene algún guiño de procacidad, consiguiendo un humor propio, por momentos ingenuo, siempre provocador pero jamás agresivo. Juega con la sexualidad, usando al transformismo como forma de expresión. Lo increíble lo presenta de manera creíble, logrando la sonrisa y la complicidad del público. Este cuarteto –Carlos Casella, María Merlino, Marcos Montes y Alejandra Radano– traslada de manera impecable estos delirios escénicos que nunca son pesadilla.