Los profetas del pasado
¿Cómo entender el presente sobre las huellas de lo anterior? ¿Dónde empieza la responsabilidad del Gobierno en el 40% de inflación? El autor analiza cómo se discute política en Argentina.
¿Qué había dejado el kirchnerismo? Un país cerrado sobre sí mismo salvo las buenas relaciones con Venezuela, Irán y los convenios con China.
¿Quién puede estar de acuerdo con una inflación del 40%, tasas del 60%, una deuda en dólares con sombras de default, un ajuste recesivo que tiene efectos letales en los puestos de trabajo y en la producción, un aumento de la pobreza y todos los etcéteras que se quiera? Nadie.
¿Pero todos los que ponen el grito en el cielo qué proponen? ¿Cómo pretenden financiar el crecimiento de la economía con un Estado deficitario, una balanza comercial en cero o negativa, fuga de divisas al exterior o a cajas de seguridad, un ahorro interno inexistente y una puja distributiva con resultado nulo y brecha social profunda?
Imposible. Los profetas del pasado dicen que se debió hacer el ajuste apenas asumido el gobierno de Cambiemos. Saben que no era posible, salvo que se lo hiciera con un helicóptero en marcha en los techos de la Rosada.
Macri ganó las elecciones por un poco más de un punto gracias a la estrategia de Cristina Fernández que, como es tradición peronista, quería la eternidad no solo a costa del país sino de sus propios compañeros. Perón lo hizo a través de María Estela, Menem lo hizo, Néstor también, ¿por qué no ella?
Fue por la derrota de Aníbal Fernández y la irrupción de María Eugenia Vidal en el panorama político nacional que asume un grupo porteño en franca minoría en el Congreso con un mensaje de fundar un nuevo país y presentar una nueva dirigencia.
¿Qué había dejado el kirchnerismo? Un país cerrado sobre sí mismo salvo las buenas relaciones con Venezuela, Irán y convenios de infraestructura con China. Un Banco Central sin reservas después de una fuga galopante de divisas, una inflación y una pobreza distorsionados por la intervención del Indec, un mercado del dólar paralelo en blue y en negro que aceleraba la desfinanciación de la producción, el cierre de las importaciones que impedía todo proyecto de inversiones, un estímulo a la demanda que ya estaba agotado a pesar de los planes de crédito con intereses disfrazados en los precios; en suma una economía del engaño, sino del fraude. ¿Cómo podía Macri iniciar una reconversión de la economía sin fortalecerse en lo político y llegar a las elecciones intermedias con chances de equilibrar un Congreso mayoritariamente opositor?
Shock. Se sabía, y muchos pro- fetas del pasado lo confirmaban, que una política de shock inmediata no era políticamente posible, más aún porque el grueso de la ciudadanía había tenido a su disposición una canasta de bienes subsidiados a los que no quería renunciar a pesar de no poder solventarlo con lo que ya no se tenía, es decir, con dinero. Se inventaba lo que se podía para aguantar y dejarle a Scioli un mamarracho a la espera de un paso de mando.
Ese mamarracho lo ligó Macri. Ahora bien, formar un gabinete sobre la base de un llamado “equipo”, con una consigna de entregarse al grupo y dejar de lado ínfulas narcisistas, y florecer todos juntos con un Himno al entusiasmo, no daba ni para media Marsellesa.
Querer cambiar la Argentina atravesando el desierto