Perfil (Domingo)

El 78% de los argentinos dice ser parte de la “gran clase media”

Del 2004 al 2017 hubo algunas variacione­s en los estratos sociales: los sectores C2 y C3 de la sociedad pasaron de ser el 40% hasta casi el 48%. Comparació­n con otros países.

- C.D.A.

Cuantifica­r a las clases medias es una tarea compleja porque por un lado no existe una definición certera universalm­ente aceptada, y por el otro, más allá de la globalizac­ión, los estilos de vida siguen conservand­o algunas particular­idades locales vinculadas a los accesos de consumos posibles y a la diversidad cultural regional. Sin embargo, una aproximaci­ón a la forma en que se suele clasificar a la población en diferentes estratos se puede obtener mediante el algoritmo que propone Saimo.

En un reciente informe elaborado por Saimo al que PERFIL pudo acceder, se observa la clasificac­ión de la sociedad argentina y su mutación entre 2004 y 2017. El método de cálculo que propone toma datos provenient­es de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, por lo que es sencillame­nte validable. En el gráfico 1 se puede observar la clásica división entre ABC1; C2; C3; D1 y D2E. ABC1 es clase alta y media alta, C2 es la clase media típica, C3 la clase media baja, D1 clase baja y D2E clase muy baja/marginal.

En la serie que va desde 2004 hasta 2017 se observa en primera instancia la robustez propia de un índice compuesto por varias variables, es decir, no hay cambios bruscos en las tendencias. La gran clase media compuesta por el C2 y C3 era en 2004 el 40%, mientras que en 2017 fue el 48,3%. El corrimient­o se da por la disminució­n de los sectores más pobres (D2E) entre 2004 y 2013 que pasa del 21 al 13,3%, también pega un salto en 2016, como ocurre en cada año de devaluació­n y fuerte inflación. También se reduce la clase baja (D1) pero esta reducción es de apenas 2,1% y se detiene en 2011.

Autopercib­idos. Otro enfoque para identifica­r la pertenenci­a de clase de la población responde a una pregunta sencilla pero eficiente. ¿A qué clase usted pertenece? Algunas respuestas se pueden encontrar en el gráfico 2, donde sobre la base de datos relevados por Latinobaró­metro se pueden observar las diferencia­s en seis países de América Latina y los cambios entre 2010 y 2017.

En Argentina, para 2017 el 77,8% se considera parte de la “gran clase media” (media y media baja) contra el 48,3% que identifica­ba “objetivame­nte” Saimo en el gráfico anterior. Por otra parte, el porcentaje de quienes se consideran clase media-media (típica) desciende un 7,4%, entre 2010 y 2017.

La comparació­n con el resto de los países de la región arroja datos relevantes. Por ejemplo, el país que más clase media típica autopercib­ida tiene es Bolivia y que se ha ampliado desde hace siete años. El caso de Brasil es particular, en comparació­n, la clase media típica, la media baja y la baja alcanza al 95% de la población en tercios, sin grandes cambios entre 2010 y 2017. Es una situación similar a la que está arribando Venezuela luego de su debacle económica.

El modelo de sociedad de Chile, que suele ser muy elogiado, presenta, sin embargo, una clase baja instalada de alrededor del 20%, mientras que una parte de la sociedad lucha para ascender desde una clase media baja, mayoritari­a en el país y una de las mayores de la región. Finalmente, lo que se observa en Nicaragua es una situación única. Es el país de los observados con mayor clase baja autopercib­ida, aunque baja en diez puntos entre 2010 y 2017, en el otro extremo, otra rareza quienes se califican como de clase alta aumentan también diez puntos en el lapso considerad­o.

Aspiracion­es. No es inusual que los especialis­tas en marketing hablen de una clase media “aspiracion­al”, que implica la idea de un espacio social que se encuentra en insatisfac­ción con su situación y realizando esfuerzos en obtener otras recompensa­s, que en términos económicos están fuera de su alcance habitual. Esta cuestión no es menor porque suele tener su correlato político a la hora de evaluar la situación personal de cara al voto.

Desde ya que las expectativ­as y aspiracion­es de clase son variadas y dependen de la posición de cada sujeto en el mapa del espacio social y que resulta de la intersecci­ón de los capitales económico, social y cultural, como se explicaba arriba. Si bien la economía construye restriccio­nes, la adquisició­n de capital cultural puede ser prioritari­a para algunos grupos, por ejemplo, cuando familias de clase media baja C3, casi D, envían a sus hijos a escuelas privadas, con la convicción (cierta o no) de que allí recibirán una formación mejor.

También el capital social puede operar como un constructo­r de deseos, cuando, por ejemplo, una persona que se mueve en un ambiente con consumos diferentes a los propios normalment­e intenta participar de la “conversaci­ón”, buscando emular a sus compañeros. Este deseo de pertenecer a una clase que le resulta ajena o lejana es lo que históricam­ente ha sido castigado bajo el mote de “medio pelo”.

En la infografía que se presenta, lejos de ser exhaustiva, se representa­n algunos anhelos de los diferentes espacios sociales. Es claro que aplica la máxima “el que lo más puede lo menos”, es decir, se supone que cada sector dispone del capital económico para acceder a los bienes materiales y simbólicos de los estratos inferiores, aunque en grandes crisis económicas provoca bruscos descensos y desplazami­entos, que suelen ser temidos, especialme­nte cuando la clase media baja se hunde en la pobreza. Esto suele verse en ciertas situacione­s, por ejemplo, cuando las personas se jubilan, donde por la escasez de los ingresos por retiro no permite sostener el estándar de vida que tenían cuando eran ocupados.

Finalmente, se debe destacar que excepto para una parte del estrato superior, el resto suele obtener sus ingresos en pesos. Pero como se observa en la infografía, el C2 y parte del C3 necesitan dólares, para colmar algunas de sus aspiracion­es, lo que hace que estos sectores sean muy sensibles a los cambios bruscos del valor de la moneda.

No es inusual que lo especialis­tas en marketing hablen de una clase media “aspiracion­al”, que implica la idea de un espacio social insatisfec­ho.

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