Leer con los oídos
EGONZALO LEON l editor español Antonio Martín, fundador de Cálamo & Cran, un instituto que se dedica a formar profesionales en el mundo de la edición, definió el audiolibro como “un derivado del libro digital. En ese sentido hay pautas para entender y seguir, como la elección de la voz, el acento y la edad”. El audiolibro es un formato que se ha abierto camino con paso firme y decidido. Su defecto, como observan algunos, es que compite con otros ítems de la industria del entretenimiento: Netflix, videojuegos, etcétera.
En el mundo hay dos grandes jugadores: Audible, que depende de Amazon, y Storytel, una empresa sueca que frenó a Audible en Europa. Ambas están grabando novelas de sellos argentinos. Trini Vergara, editora y organizadora del Coloquio Internacional de Editores que concluyó hace diez días, explica que los estudios donde se graban son “de los mismos proveedores de las telenovelas, y los que ponen la voz son por lo general actores más que locutores”. Para ella los editores tienen mucho que decir, por eso cree que como la empresa sueca involucra a los editores “tiene mayores posibilidades de desarrollo en Argentina”.
Las cifras del mercado del audiolibro son auspiciosas, ya que en Estados Unidos ha ido creciendo anualmente en un 30%, sin embargo ahora parece haber tocado un techo en el 10% del mercado. El alemán Jens Klingelhöfer, fundador de Bookwire, una de las más importantes plataformas de distribución y marketing digital de libros, dijo en el Coloquio Internacional de Editores que “tenemos que poner atención a los audiolibros. Es un mercado que ha crecido en el mundo en un 22% y apunta básicamente a un público joven”. Agregó que en su país los editores han puesto sus productos en Spotify, reduciendo el audiolibro de veinte minutos a tres; sin embargo los resultados aún no son del todo satisfactorios. Lo que sí queda claro es que “es más complicado hacer un audiolibro que un e-book”. El audiolibro llegó a la Argentina hace quince años; para esa ocasión el diario La Na
ción anunció el nacimiento de la primera editorial de audiolibros: Ediciones Sonoras, que a cargo de Pablo Bellucci pretendía seguir el camino iniciado por mercados más adelantados. El primer producto fue la antología
Cuentos de escritoras argenti
nas en la voz de Magdalena Ruiz Guiñazú, que reunía textos de Liliana Heker y Ana María Shua. Después se instaló la editorial Audiolibros, vinculada a la empresa extranjera Mediatek.
Más reciente es Audiocuento, desarrollado por Una Brecha, que ha hecho un encomiable trabajo con 45 textos de autores contemporáneos como Samanta Schweblin, Ariana Harwicz y Iosi Havilio. Nicolás Hochman, director de Una Brecha, cree que si bien antes de su plataforma –www.audiocuento.com. ar– había muchas parecidas, la diferencia está en que incorporaron textos de la producción literaria reciente. La idea nació ante la interrogante de cómo hacer para que lo que se estaba escribiendo fuera escuchado por un público más amplio: “Me parece que la audiencia hay que construirla, que no solamente implica leer de otra manera, que no tiene que ver con que los lectores clásicos encuentren otra manera de leer, sino que hay que construir otros lectores”.
En Argentina se está innovando en este formato. Felipe Alvarez Parisi ha desarrollado el sello Voz y Yo, que consiste en audiolibros que funcionan por WhatsApp, y que “surgió porque me di cuenta de que había un problema con la accesibilidad: yo los escuchaba por YouTube, pero me consumía un montón de datos, entonces se me ocurrió usar WhatsApp como plataforma”. Hasta ahora ha salido un solo título, la antología
Qué pasó todo este tempo, que reúne cinco textos escritos especialmente para esta edición; la antología es gratis y lo único que hay que hacer para recibir el audiolibro es mandar un mensaje al 1163309986.
Es muy temprano para medir el impacto de lo que es esta revolución en nuestra industria editorial, pero si se comporta como en Estados Unidos, podría llegar a ser tan importante como el boom de la literatura infantil.