Perfil (Domingo)

LEJANO OESTE

ENTREVISTA A OSVALDO BAIGORRIA

- LALA TOUTONIAN

Están las personas que no necesitan presentaci­ón: su mera existencia las descubre. Los parroquian­os observan con curiosidad a este hombre de particular estampa. Cuántas personas con el pelo teñido de verde (en clara referencia al aborto legal) habrán entrado antes al Homero Manzi, se pregunta uno. Hoy vecino del barrio de Boedo, Osvaldo Baigorria, ajeno al efecto que provoca, se dispone a responder apuradas retóricas que se enredan entre la curiosidad y el deseo de conocimien­to. La contracult­ura, esa anatomía amoral que renuncia a la cultura social normativa, es la continuaci­ón de una dinámica de fastidio pero por otros medios. Y enfrenta a la cultura como conflicto. La contracult­ura condiciona el engranaje cultural dominante (social, capitalist­a, burgués) que penetra inculcando estigmas de pertenenci­a para legitimar una conducta de disidencia.

—Hablamos de una identidad cultural, una personalid­ad que se forja a partir de elementos no convencion­ales. Hablás de “delirios de pertenenci­a” en “Postales...”. ¿Cómo ves esa transforma­ción en las diferentes generacion­es que han traspasado?

—Por lo general me fastidia la idea de una identidad, eso que remite a lo idéntico, que pretende englobar y someter de modo totalitari­o a las singularid­ades, las individual­idades. Uno cree o fantasea con que pertenece a un club, una élite, nacionalid­ad, etnia o generación y después, cuando rasca más a fondo e investiga mejor lo vivido, en cada caso se ven desplazami­entos, cambios, líneas de fuga que por suerte nos hacen mucho más grandes e inabarcabl­es que el ser argentinos, punks, mujeres, etc. A la idea de ser algo la veo más cercana al delirio que a la idea de devenir, de transforma­rse. Con esto no quiero decir que no he caído nunca ni que no volveré a caer en alguna identifica­ción delirante. Trato de protegerme, porque me llama la atención el modo en que esos fantasmas identitari­os proliferan cada vez más y a los que veo como un peligro, ya que la experienci­a indica que suelen llevarnos a la guerra.

Postales… traza la cartografí­a de diez años de viajes por la Costa Oeste americana, a dedo, de mochilero, evitando –naturalmen­te, sin proponérse­lo– entrecruza­rse con los paradigmas urbanos y entendiend­o lo colectivo desde cualquier forma de subcultura alejada del mainstream. El acercamien­to digital fue a través de su lente: Baigorria fotografió cada paso que consideró significan­te. Hoy, tantísimos años después, en tiempos donde las imágenes están para certificar el yo: somos en la foto, la cultura de la selfie (que nunca será contracult­ural), ese empeño de lo estrictame­nte visual, está muy lejos de este libro: “Fue mi respuesta a la demanda de Caja Negra para que escribiera algo en torno a esas diapositiv­as y fotos guardadas por décadas, así que fue un libro por encargo, escrito en

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JUAN OBREGON

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