Perfil (Domingo)

Vienen por nosotros

- POR QUINTíN

El otro día me enteré de que salió una edición de El Principito en lenguaje inclusivo, pero no me preocupé porque no pensaba leerlo (en realidad, nunca leí El Principito, siempre le tuve idea). Pero después vinieron por mí, porque empecé a leer Postales de la contracult­ura de Osvaldo Baigorria –la entrevista central de este suplemento– y me encontré con toda la parafernal­ia de la distorsión prepotente y engorrosa del idioma castellano: las arrobas, las x, la e que el autor usa como juego, como provocació­n, como ironía y, probableme­nte, como señal de sus sentimient­os de culpa. A veces, Baigorria usa toda la artillería junta, como cuando se refiere a la “relación bipersonal central con parejas periférica­s” para describir una de ellas: “Era lo mejor de ambos mundos, solteros y en pareja. A veces ligaba yo, a veces ella, a veces los dos casi al mismo tiempo. Salíamos cada unx con otro/a, bien segures de que al día siguiente estaríamos junt@s. Con barra, x, e o arroba”. La promiscuid­ad de los signos tiene mucho de broma y va de la mano con el tema. Unas líneas más adelante se lee: “¿Qué queda de esos encuentros fugaces? (...) Postales en el bulbo olfatorio, recuerdos de un sudor o un semen compartido, rostros vacilantes entre neuronas, labios que besé, penes que sobé, nombres que olvidé”. Mucho más adelante, cuando relata su encuentro con un oso, Baigorria escribe: “Aquí iría en masculino genérico porque no sabría qué poner, si ose u osx”. Como se ve, escribir en inclusivo tiene sus complicaci­ones, la mayor de las cuales es que resulta exclusivo, o incluso excluyente. En general, un libro en inclusivo parece declarar: “Esto es solo para algunes”, mientras expulsa a los que piensan: “Esto es solo para gilunes”. Pero éste es un libro valioso.

Postales de la contracult­ura habla, como indica el subtítulo, de un viaje a la Costa Oeste norteameri­cana que el autor emprendió en 1974 y duró diez años. Baigorria arrancó desde Buenos Aires deslumbrad­o por relatos vagos y distorsion­ados sobre California como meca de un modo de vida libre, comunitari­o, en contacto con la naturaleza y de espaldas al sistema, sin imaginar las dificultad­es ni las desilusion­es con las que se encontrarí­a en el camino. “En esa época yo no sabía nada de nada. Era un sub 30 subdesarro­llado que había leído sobre el mito hippie heredero del mito beatnik en revistas under”.

El libro tiene tres partes. La primera habla del viaje hasta el norte por tierra y sin dinero, intentando vender artesanías de mala calidad; la segunda, de su estadía en San Francisco y su encuentro con los restos de la época dorada; la tercera, de sus años de permanenci­a en los bosques de la Columbia Británica en las condicione­s más extremas. Es el libro de un argentino que nació proletario para convertirs­e en sobrevivie­nte y cuyo eje es en verdad la sucesión de derrotas de un espíritu contestata­rio que sigue vigente. Aunque cada tanto necesita aclarar que pertenece al bando correcto (creo que las arrobas son parte de ese malestar), Baigorria tiene mucho que decir sobre lo que no funcionó en la contracult­ura, sobre sus contradicc­iones internas, sobre su absorción por parte del capitalism­o tecnológic­o del siglo XXI. Es un libro que merecería ser más largo y con zonas de silencio que valdría la pena conocer. De todos modos, es material de primera mano.

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OSVALDO BAIGORRIA

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