Perfil (Domingo)

FUERON LOS MAPUCHES

- PABLO MARCHETTI

Confirmado: RiverBoca no ex iste. No es novedad. Tampoco existió Boca-River. Pero el primero fue por la lluvia, algo que puede ocurrir en cualquier lado. Lo de este partido es distinto. Y pone a la Argentina en un lugar humillante. Ya no se trata de estar o no en el concierto de las naciones más importante­s: se trata de la expulsión definitiva de la guitarread­a de borrachos de fogón de los países de cuarta.

El no partido en este caso ocurre a una semana de la cumbre del G 20. Con la ministra Patricia Bullrich diciendo que era muy sencillo el operativo de seguridad para el Superclási­co al lado tener que cuidar a los 20 mandatario­s de los países más importante­s del Mundo.

A propósito: ¿cómo se hace para pertenecer al G 20? El hecho de que la Argentina ocupe un lugar en ese selecto grupo lo hace más sospechoso que el

LO QUE PASÓ CON ESTE PARTIDO ES DISTINTO. PONE A LA ARGENTINA EN UN LUGAR HUMILLANTE

ránking FIFA, que nadie sabe bien cómo funciona. Y después de este papelón Superclási­co es probable que no clasifique­mos ni al G 367.

Lo cierto es que el partido se suspendió. Y más allá de que enseguida surge el reproche, la crítica, lo que hay que hacer en estos momentos es analizar con frialdad lo ocurrido. Analizar los hechos y tratar de encontrar culpables para que todo este bochorno no se repita.

Acá van cuatro teorías respecto a qué ocurrió en la fatídica (y también podría decir “polémica”, ¿por qué no?) esquina de Libertador y Monroe:

Fueron infiltrado­s de Boca. Una agrupación fundamenta­lista de hinchas xeneizes denominada “La Panadero” quiso vengar la acción en que involu- craron a su líder e intentar que la Conmebol le dé por perdido el partido a River en el escritorio.

Fue el Gordo Mortero. Un sector radicaliza­do del trotskismo consideró que el Superclási­co era el escenario ideal para agudizar las contradicc­iones del sistema y acelerar las condicione­s para hacer estallar el capitalism­o y provocar la revolución socialista que permita instalar la dictadura del proletaria­do en la Argentina.

Fue la hinchada de All Boys. Las fuerzas de segu- ridad están entrenadas para custodiar al G 20 y a los hinchas de River o Boca. Pero nada pueden hacer frente a la turba enardecida del albo de Floresta.

Fueron los mapuches. Esta es la teoría más firme que maneja la ministra Bullrich. Una vez copada la Patagonia, el ejército originario pretende dar la estocada final al Estado argentino ocupando la capital federal. El Superclási­co es el marco ideal para este escenario, pues el interés del fútbol es grande en el hombre blanco, pero casi nulo entre los hermanos mapuches. Incluso un sector del Gobierno no descarta un acuerdo entre Facundo Jones Huala y el Chiqui Tapia, a quien los mapuches denominarí­an “el lonko de la AFA”.

Mientras tanto, lo que iba a ser una tarde de Superclási­co se transformó en una tarde de incertidum­bre de si se jugaba o no el partido. Y, sobre todo, en una tarde de volver a escuchar montones de opiniones insólitas sobre temas imposibles.

La vez pasada fue el cli- ma. Hoy, el operativo de seguridad. Pero lo más increíble es ver a un montón de gente indignada frente a una cámara o un micrófono. La misma gente que hablaba de partido de vida o muerte, de final mundial y cosas por el estilo, ahora se sorprende por la violencia.

“¿Cómo puede ser que haya gente tan irresponsa­ble?”, se preguntan quienes se la pasan echando leña al fuego. El fútbol es así de generoso. Tanto, que le permitiría a Ricardo Barreda convocar a una marcha de Ni Una Menos.

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DISTURBIOS. Tras la suspensión del partido, hubo corridas y incidentes en los alrededore­s del Monumental entre hinchas y la policía.
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FOTOS: PABLO CUARTEROLO
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