Tocar la cumbre con las manos
G20: Macri logró consenso y quiere capitalizarlo
El Presidente anunció el documento final que acordaron los líderes, al que siente como un logro propio, al igual que la seguridad y haber evitado la grieta global. Avances y temas pendientes.
Al final, el presidente Mauricio Macri salió airoso de lo que, a priori, se presentaba como el desafío más complicado para su gobierno en materia de política exterior. Con un documento algo lavado en sus ejes más punzantes, algún que otro guiño a los Estados Unidos y cero muertos en las calles durante las manifestaciones, concluyeron las 48 horas de mayor concentración geopolítica en Argentina sin divorcios comerciales ni portazos y con el compromiso de seguir creyendo en el G20 como el mecanismo de consenso por excelencia. Todo lo que no había ocurrido en la edición previa del G20, en Hamburgo, el año anterior.
En un documento que recorre un amplio consenso sobre la necesidad de comprometerse en el trabajo conjunto para “mejorar un orden basado en las reglas que sea capaz de responder con efectividad a un mundo que cambia con velocidad”, la presidencia argentina logró preservar el espíritu de cooperación propio del multilateralismo que se propuso defender desde que tomó ésta. Sus negociado- res aseguran que se priorizó la “adhesión sistémica” y que nadie durmió durante los últimos dos días.
A favor de la labor de los sherpas y delegados locales y extranjeros vale indicar que el resultado fue mejor al documento gestado en el fuego de Hamburgo si bien el rol que asumió el gobierno de Macri desde un primer momento no se atrevió a tanto como el que jugó el de Angela Merkel hace un año. Lo que resaltan, en Buenos Aires, es que hubo “un cambio de tendencia” en la confrontación que venía signando estas reuniones.
“Argentina no puede resolver las disputas en el G20. Puede ayudar, en todo caso. Apoyar. Pero no tiene la fuerza para sentar a las partes en pugna en una mesa y exhortarlas a llegar a una solución”, comentó a este medio un funcionario de una de las delegaciones centrales. En Hamburgo, la presidencia germana intervino con mucho mayor énfasis en intentar una solución para las discrepancias que dividían a la mesa y el juego le terminó explotando en la Declaración Final.
En palabras de uno de los hombres del Gobierno que más involucrado estuvo en el proceso de acercamiento con las potencias, Argentina triunfó en su objetivo al saber recono-
cer sus propias limitaciones y ser honesta consigo misma. “No nos propusimos soñar en grande sino soñar lo posible”, celebró ayer. El resultado salomónico del documento bastó para declararlo una victoria cuando, tan solo unas horas antes, algunos de los miembros del Gobierno ya habían abierto el paraguas por si arreciaba el temporal de un cierre sin declaración alguna.
Divisiones. En rigor, el 95% del comunicado final estaba consensuado al iniciar ayer la segunda y última de las jornadas de sesiones. El problema radicaba en que ese pequeño porcentaje irresuelto se tensó, hasta último momento, en dos puntos clave que dividieron a las grandes potencias en torno al comercio y el cambio climático.
A lo largo de las dos jornadas, Europa presionó por una mención explícita del Acuerdo de París y el compromiso alcanzado en la COP 21 en torno a reconocer el problema y atacarlo en su matriz productiva. Tanto Merkel como el presidente francés, Emmanuel Macron, se mostraron inflexibles en esta línea. Estados Unidos, a su vez, quería una mención clara sobre la Organización Mundial del Comercio y que debía ser reformada. Para Argentina, cualquier fórmula era buena si se hallaba un punto medio para que todos firmaran. Esa era la meta añorada aunque su ausencia, de todos modos, tampoco era una reprobación a ojos de una parte de la Rosada.
Al final, el artículo 27 incluyó el compromiso de apoyar una reforma del funcionamiento de la OMC en el marco del capítulo sobre inversiones y comercio internacional. No se mencionó la palabra proteccionismo ni se especificó de qué manera se conduciría esa ingeniería. Los detalles quedarán pendientes para el próximo año si bien algo adelantó Macri durante la conferencia de prensa posterior, al apuntar hacia la agilización del mecanismo de solución controversias sin aclarar de qué modo se haría. Sí se dio el gusto de ponderar la meta de un “comercio justo” en los mismos términos en los que suele referirse “mi amigo Donald Trump”: fair trade.
Curiosamente, la cumbre ministerial de la OMC que organizó la Argentina en diciembre pasado, concluyó sin un acuerdo entre las partes por las profundas divisiones que existen en el seno del organismo en medio de pugnas arancelarias que separan a Estados Unidos, China y Europa. De hecho, fue el director general de Asuntos Económicos Internacionales de China quien trazó la línea de esa reforma unos minutos más tarde y en un salón contiguo al asegurar que cualquier modificación deberá plantearse y debatirse en esa asamblea y no en el próximo G20 en Japón.
El otro punto de choque, el del cambio climático, dividió las diferencias en dos artículos para evitar la colisión. Por un lado, el 21 hizo específica mención al Acuerdo de París, tal como presionaba Europa en vísperas de la próxima COP que arranca en estos días con la misión de volver efectivo aquel comprom iso. Y a su vez, se abrió un punto consecutivo en el artículo 21 para que Estados Unidos ratifique su decisión de de retirarse de aquel acuerdo y la firme postura del gobierno de Trump de “utilizar todo tipo de fuentes de energía y tecnologías” a fin de afianzar su crecimiento económico. “Pero mucho más corto que en Alemania y sin especificar al carbón”, resaltó un hombre del Gobierno. Otra resolución salomónica a tono con el espíritu de la Cumbre de Líderes en Buenos Aires.
El resultado salomónico del documento bastó para considerarlo una victoria