Periodismo y dictadura.
Horacio Verbitsky y los directores del Buenos Aires Herald de la dictadura: James Neilson en persona y Robert Cox por video, aportaron su testimonio sobre el momento más oscuro de la prensa.
Lo analizaron Verbitsky, Cox y Neilson, entrevistados por Fontevecchia.
Al cumplirse 35 años de la recuperación de la democracia se realizaron dos eventos que conectan el aniversario con el periodismo. El primero fue en el Senado de la Nación el 11 de diciembre al cumplirse exactamente los 35 años del primer día completo de un gobierno democrático. Allí el tema fue la relación entre el periodismo y la democracia (ver recuadro en página 42). Y una semana después, el pasado lunes, en la Biblioteca Nacional, en su auditorio principal que lleva el nombre de su célebre director, Jorge Luis Borges, se realizó un segundo evento para en este caso profundizar sobre la relación entre dictadura y democracia.
La idea original fue lanzada por el ex director del diario Buenos Aires Herald durante los primeros años de la dictadura, Robert Cox, en el Cabildo Abierto de Periodistas que se realizó hace un mes para la presentación del libro Periodismo y verdad. Allí Cox, que fue uno de los varios oradores, reclamó una autocrítica de los medios y de los periodistas de entonces por no haber publicado informaciones sobre la desaparición de personas mientras se estaban produciendo o aún se las mantenía en cautiverio. Se pensó entonces realizar un reportaje abierto al público entre los dos entrevistados en el libro Pe
riodismo y verdad que habían tenido la más clara oposición a la dictadura: el propio Cox y Horacio Verbitsky. Luego se incorporó James Neilson, director del Buenos Aires Herald durante la dictadura a partir de 1978, cuando Cox tuvo que salir al exilio. El director del
Herald en los primeros años de la dictadura, por no estar en el país, tuvo que enviar su mensaje por video desde South Carolina, donde reside (ver recuadro en página 44),
“No vivimos en una dictadura, por desagradable que nos parezca el actual gobierno.” (H.V.)
reclamando un “Nunca Más del periodismo”.
Los ex directores del Herald están todos ligados a PERFIL: James Neilson es columnista de la revista Noticias y previamente de su predecesora,
La Semana, ininterrumpidamente desde la época de la dictadura militar, y hace un año también es columnista del Buenos Aires Times, que se distribuye junto con la edición de los sábados de PERFIL. Cox también es columnista del Buenos Aires Times y envía sus columnas desde South Carolina (salvo los pocos meses que pasa en Argentina) y Andrew Graham Yooll, quien sucedió a Neilson en la dirección de Herald y se tuvo que
exiliar durante la dictadura, fue cinco años ombudsman de PERFIL y actualmente también es columnista del Buenos Aires Times.
El reportaje público en la Biblioteca Nacional estuvo pensado esencialmente para estudiantes de periodismo y comunicación, fue filmado, y el video completo se subió a Perfil.com de manera permanente para su consulta; el evento fue organizado por Perfil Educación al concluir el año en el que la Unesco en París la reconoció como caso de éxito educativo mundial y el Ministerio de Educación local le otorgó el carácter de instituto de enseñanza oficial y puede dar título público homologado en carreras de grado.
A continuación, el reportaje público a Horacio Verbitsky y James Neilson.
—Quiero comenzar leyendo un texto de cuando Verbitsky distribuía información clandestinamente, en los primeros años de la dictadura, en los cables de cadena informativa. “Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo. Oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estará esperando. Millones quieren
“Cuando llegué aquí, el periodismo me pareció mediocre, gris, chato, pomposo, insolente.” (J.N.)
ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”. Horacio imprimía y distribuía, lo ponía en sobres, lo llevaba al buzón de correo y lo entregaba. Mi pregunta a Horacio es: ¿ese trabajo lo harían hoy las redes sociales?
VERBITSKY: Esa frase no es mía, es de Rodolfo Walsh, y me parece extraordinaria cada vez que la escucho. Tiene muchos elementos de la cultura popular. En aquella época estaba la cadena del dólar, la cadena de la felicidad, una especie de Esquema Ponzi ca- sero, y Rodolfo toma la idea y pone cadena informativa. Reprodúzcalo y hágalo circular. Si no lo hace, se corta y va a pasar alguna cosa catastrófica. Nueve de cada diez lo estarán esperando. Eso era una paráfrasis del aviso del jabón Lux, el que usan nueve de cada diez estrellas. Toma elementos de la cultura popular para un instrumento político y compone una frase de una calidad extraordinaria, que cuarenta años después podemos leerla y no perdió nada de su potencia. Distribuíamos por correo los cables de la agencia de noticias clandestinas, Ancla. Iban dirigidos a medios de comunicación, periodistas, dentro y fuera del país. Las redes sociales hacen el trabajo de difusión mucho más fácil y plantean desafíos nuevos, distintos. La vieja idea de cómo esconder un elefante en el resto de la manada. En aquella época regía la censura, hoy rige la superabundancia. Tenés a tu disposición una cantidad de información que antes no tenías. El tema es como la encontrás y cómo, una vez que la encontraste, valorás su importancia. Las
tonterías con las que te están tratando de atraer, de acuerdo con los datos que se colectan a través del A naly tics, tienen más penetración que las cosas de fondo. En todos los sentidos estamos mejor que entonces. No vivimos en una dictadura, por desagradable que nos parezca el actual gobierno. Es una diferencia fundamental. Tenemos una cantidad de recursos técnicos que no teníamos. La idea de suprimir la neutralidad de la red, que Trump ya decretó en Estados Unidos y se generaliza en todo el mundo, hará que las cosas más interesantes y más críticas tarden una hora en bajar mientras que las tonterías estén llenando todas las pantallas. Es un riesgo. Este año se cumplieron cincuenta del lanzamiento del diario de la Confederación General del Trabajo. Si comparo las dificultades que teníamos para reproducir eso entonces con las que tengo hoy para producir El Cohete a la Luna, estamos en el paraíso. Dentro de la quejosidad ambiente, el personaje nacional no es Martín Fierro, sino Don Quijote. Dentro de esa quejosidad, veo las notas positivas y me parece que a los efectos de difundir información que el poder no quiere que se conozca es mucho más fácil hoy que hace cincuenta años.
—Siguiendo con la reflexión sobre si las dictaduras fueron posibles por la inexistencia de la cantidad de formas de comunicación que la tecnología actual permite, James, vos fuiste periodista en Teherán en la época del sha. ¿Cómo era eso?
NEILSON: La verdad es que no lo sentí con mucha presión, no formaba parte del ambiente. No hablaba farsi, por ejemplo
Cuando llegaste a la Argentina, ¿te encontraste con un periodismo más libre que el que estabas acostumbrado?
N: Mucho más libre. Y mucho más comprensible. Allá tuve que estudiar farsi y la cultura, pero me sentía ajeno. Acá me sentí en casa.
—Llegaste en 1966. O sea, comenzando la dictadura de Onganía.
N: La dictadura de Onganía no era blanda, pero sí ridícula. Estaba obsesionado con la moral de la gente, con qué pasaba en las discotecas, con las faldas de las mujeres.
—Y el periodismo, ¿qué rol jugaba?
N: Me pareció mediocre, gris, chato, muy pomposo, insolente.
—Horacio, estuviste en la revista “Confirmado”, que era parte de un proceso que luego derivó en el golpe de Estado de Onganía. ¿Qué diferencia había en el periodismo del golpe de Onganía y luego en la últi-
ma dictadura militar?
V: En la revista Confirmado escribía sobre arte, vida cotidiana, costumbres. La relación era compleja porque era ostensible que la publicación estaba encaminada a socavar las posibilidades de continuidad del gobierno electo en elecciones prescriptivas. El derrocamiento de Illia era una tragedia, pero la elección de Illia con el 22% de los votos es otra tragedia. Dos caras de la misma moneda. El 76 es otra cosa. La Argentina tuvo hasta el 83 más gobiernos elegidos por las botas que por los votos. Del 30 al 83 hubo un golpe militar por década y a veces hasta tres. Era el golpe dentro del golpe. En esas condiciones, el periodismo podía florecer solamente en los márgenes. Solo alguien que se pusiera afuera y en contra de todo eso, como Wal- sh. Escribió las mejores cosas del periodismo argentino en pasquines marginales que luego recopiló en libros. He contado varias veces la esquizofrenia que significaba trabajar en medios comerciales que permitían un salario para comer y vestirse con los cuales no tenía coincidencia con su línea editorial, y por otro lado trabajar ad honorem en diarios políticos, marginales, en los cuales podía expresarme. Esa fue la característica fundamental de la dictadura en esas seis décadas. A partir del 83, esa contradicción se puede ir atenuando. Tuve la suerte de trabajar en medios
como la revista El Periodista, donde pude ganar un sueldo y, al mismo tiempo, expresar lo que yo creía. Luego, el diario
Página/12, que durante muchos años permitió lo mismo, que en la dictadura era inimaginable. En un país en el cual cada golpe militar es más sanguinario que el anterior, y a cada período democrático hay que ponerle comillas antes y después de democrático, y se vive como un intermedio entre dos golpes militares, no puede florecer un buen periodismo. No están dadas las condiciones. Hace falta aire para respirar, y no había. Ahora las dificultades son de otro tipo. Tienen que ver más con la asfixia económica, aunque existe también la censura directa, pero embozada. No hay oficina que diga “primero mande lo que escribe y se lo apruebo o no”. Pero hay llamados que te dicen que si publicás eso vas preso, y que el país estaría mucho mejor si pudiéramos meter en un cohete a 600 personas y mandarlas a la Luna. Eso es lo que existe hoy: tenés la oportunidad de subirte solo al cohete.
—Walter Benjamin decía que la historia está más allá de nuestro alcance porque es como un relámpago que ilumina en un instante. Siempre vamos a volver a ver el pasado con la oscuridad de los ojos del presente. Quizá sea difícil entender la diferencia de los golpes previos al 76. ¿Había una diferencia entre hacer periodismo en el 66 y el 76, con todas las limitaciones que significa un golpe?
V: Sí. Para entender el 76 hay que retroceder hasta el 55. El proyecto es el mismo. Entre el 55 y el 75 lo intentaron y no pudieron. Había una confrontación de alianzas sociales opuestas que permitían avances y retrocesos. El 55 fue muy violento, pero en el 76 no hubo límite para la violencia, todo estaba permitido para ellos y nada para quienes se opusieran. El gobierno de Onganía mató algunas personas, sobre todo en la represión de las sublevaciones de los últimos años. Pero no fue una máquina de matar, fue un gobierno que tenía un proyecto político y económico, y lo imponía por la fuerza. Reprimía a quienes se oponían, pero no montó una maquinaria de exterminio con 300 campos de concentración, métodos sistematizados de aniquilamiento. Frente a eso, ¿qué se podía hacer desde el periodismo? Se podía tantear los límites. Algunos tantearon los límites. Se podía instalar cómodamente en esa situación y convertirse en un cómplice. Me viene a la mente el título del libro del
historiador norteamericano (Daniel) Goldhagen sobre el nazismo: Los verdugos volun
tarios de Hitler. Acá hubo mucho entusiasmo en el periodismo. Algunos tuvieron miedo, pero otros tuvieron júbilo, y dejaron abundante testimonio de eso. Por eso no fui a tu invitación previa en el Cabildo: hay gente con la que no quiero encontrarme.
—¿Cómo fue estar en el “Herald” durante el golpe del 76? ¿Que fuera en inglés les daba algún grado de cobertura o simplemente hubo actitud temeraria?
N: Robert Cox y yo compartíamos .— la misma filosofía liberal clásica. Nada que ver con la libertad económica, pero los derechos naturales son límites que uno siempre tiene que respetar. La capacidad de ponerse en el lugar del otro. Reaccionamos de una misma manera frente a lo que ocurría. En un primer momento, las declaraciones de los militares eran muy buenas, ellos querían la democracia, que todos respetaran la ley, la lucha contra el terrorismo, que era problema grave en aquel entonces. Los militares se pusieron a la altura de su propia retórica. Ese fue el comienzo de nuestra resistencia contra la barbarie que se apoderó del país en aquellos años
—¿Qué cambió cuando Robert Cox se tuvo que ir y te quedarse al frente del diario?
N: Mi primera reacción fue intensificar las críticas para no dar la impresión de que era posible intimidarnos.
—Horacio, estuviste en Perú en 1974 y parte de 1975. Volviste a la Argentina meses antes del golpe. ¿Qué hiciste en Perú?
V: Escribí un libro sobre el proceso político y económico peruano y la policía de medios del gobierno de Velasco Alvarado.
—Que estaba estatizando medios.
V: El decreto que firmó Velasco Alvarado no era de estatización. Era de expropiación para entregar los medios a organizaciones representativas de los sectores sociales, como la asociación de campesinos, central de trabajadores, industriales. La práctica de eso derivó en control estatal. Había un discurso de libertad de expresión, diversificación y pluralismo. Era sincero de una cantidad de gente, como Carlos Franco, Carlos Delgado, Héctor Vejar, Pancho
“Los grandes medios son los voceros de la sociedad civil y eran primitivos con los presuntos enemigos .” (J.N.) “Es mucho más fácil que hace 50 años difundir información que el poder no quiere que se conozca.” (H.V.)