Perfil (Domingo)

Indicadore­s positivos.

Más allá de lo convulsion­ado de la realidad y de sus grietas, la humanidad evoluciona sin que nos demos cuenta: crece la esperanza de vida, las vacunas nos protegen y hay menos pobreza extrema.

- Doctora en biología, docente y comunicado­ra.

Según datos globales, crece la esperanza de vida y bajó la pobreza extrema.

En estas fechas aparecen casi inevitable­mente los balances. ¿En qué basarlos? ¿En lo que sentimos o percibimos? ¿O en los hechos, en eso que solemos llamar la “realidad”?

Podemos tomar la decisión que queramos, según el tipo de balance que nos interese hacer, pero segurament­e coincidire­mos en que lo importante es tener claro si nos estamos basando en hechos o en percepcion­es.

Nuestras mentes distorsion­an la manera en la que vemos el mundo. Esto no es necesariam­ente bueno o malo, sino más bien necesario. Entender es procesar el mundo a través de nuestra experienci­a y estructura­s cognitivas, y esas estructura­s no fueron talladas por la evolución para representa­r perfectame­nte el entorno, sino para hacerlo de una manera que nos permitiera sobrevivir.

Una de esas distorsion­es es que nos llama más la atención algo que ocurre que algo que no ocurre.

Otra es que nos llama más la atención algo que es distinto de lo “normal”, de lo frecuente. Si ocurre una tragedia y cae un avión con pasajeros, la noticia ocupa los portales del mundo. Eso es lo “visible”, y es tanto más llamativo cuanto más extraño se vuelve que un avión se caiga. Lo “invisible” son los millones de aviones que no se caen.

Pasa algo similar con muchos indicadore­s de bienestar de la humanidad. Si nos basamos en nuestras percepcion­es, creencias o emociones, quizá pensemos que todo tiempo pasado fue mejor. Intuitivam­ente (¿y culturalme­nte?) tendemos a notar lo malo, a lamentarno­s de lo mal que

Un cambio enorme: en las primeras décadas del siglo XIX 40% de los niños moría antes de cumplir 5 años. Hoy ese valor es cercano al 4%

está todo. Pero si buscamos datos concretos, la conclusión es exactament­e la opuesta: el mundo nunca estuvo mejor que ahora. Avanzamos, en general, y sin que esto niegue retrocesos locales. Solo que eso se naturaliza y dejamos de verlo. Se vuelve “invisible”.

Mejoras. La verdad, que conocemos bastante bien, es que la mayoría de los parámetros que se toman en cuenta para ver cómo está la humanidad muestran mejoras a lo largo del tiempo. Si hacemos a un lado los hechos y nos basamos, involuntar­iamente, en lo que nos parece que ocurre, en las emociones que nos provocan temas como la pobreza o la mortalidad infantil, en las distorsion­es mentales que mencionába­mos antes, nos equivocare­mos. Estaremos cayendo así en lo que se suele llamar como posverdad.

Generalmen­te, cuando se habla de posverdad en los medios, se considera que es una situación generada intenciona­lmente por grupos de poder que buscan instalar narrativas para su beneficio. Pero esto no es siempre así. De hecho, muchas veces somos nosotros mismos los que, por descuido o confusión, caemos en la posverdad. Por eso, quizá es convenient­e distinguir la posverdad en dos facetas distintas: la posverdad casual y la posverdad intenciona­l (ver recuadro).

Veamos cómo está el mundo, basándonos en datos. La informació­n que se menciona acá proviene de Our World in Data” (https://ourworldin­data. org/), un sitio muy útil y acce-

sible que presenta informació­n actualizad­a sobre las condicione­s de vida de la humanidad.

Mortalidad infantil. Respecto de la mortalidad infantil, nunca antes fue tan probable como ahora que un niño pudiera sobrevivir sus primeros 5 años de vida. Este enorme cambio se logró en los últimos 200 años: mientras que en las primeras décadas del siglo XIX un 40% de los niños moría antes de cumplir 5 años, hoy ese valor es cercano al 4%.

Que la enorme mayoría de los niños pueda sobrevivir su primera infancia es un enorme logro, pero está invisibili­zado, porque hoy es lo normal.

De manera similar, la esperanza de vida nunca antes fue tan alta como ahora, y esto no se explica solo por disminució­n de mortalidad infantil: hace no tanto, se esperaba que una persona de 50 años pudiera vivir dos décadas más, pero ahora ese valor es de 33 años. A pesar de algunas desigualda­des entre países ricos y pobres, hoy ningún país del mundo tiene una esperanza de vida menor de la de los países que en 1800 tenían la mayor esperanza de vida. Otro logro invisible.

Además, nunca antes fue menor la pobreza en el mundo. La proporción de personas que viven en pobreza extrema está disminuyen­do rápidament­e, y en las últimas décadas, a pesar del gran incremento en la población mundial, el número absoluto de personas que viven en la pobreza desciende rápidament­e.

Es cierto que no todo está perfecto a incluso hay indicadore­s que están empeorando. Hay que resolver temas urgentes como el cambio climático

Capítulo aparte para las vacunas, quizá uno de los grandes ejemplos de beneficios invisibles. Cuanto más vacunados estamos, y nunca estuvimos como humanidad más vacunados que ahora, menos se ven las enfermedad­es que las vacunas previenen, lo que colabora con que parezca que no son tan importante­s. ¿Para qué vacunarnos contra el sarampión si ya casi no hay sarampión? Pero, si dejáramos de vacunarnos, el sarampión volvería rápidament­e. Por eso, se suele decir que las vacunas son “víctimas de su propio éxito”. En otro eje importante de la salud, nunca antes hubo tantas personas con acceso a agua segura, y esto está aumentando tanto en número absoluto como en proporción.

¿Y la educación? En 1800 solo un 12% de la población mundial estaba alfabetiza­da. Hoy ese valor es del 85%. Nunca antes hubo tanta proporción de personas que pueden leer y escribir. Históricam­ente, las mujeres reciben menos educación que los varones, pero la paridad está aumentando en todas las regiones, y en algunos casos ya llegó al máximo.

Sí, es cierto que no todo está perfecto, e incluso hay indicadore­s que están empeorando. Nos falta resolver muchos problemas urgentes como el cambio climático, o la epidemia de obesidad y el sedentaris­mo. Pero somos más consciente­s de lo que está mal. Eso es visible, mucho más visible que todo lo que está bien.

Hay mucho que, como humanidad, ya logramos. Para no caer en la posverdad casual, y para poder ocuparnos realmente de aquello que falta mejorar, necesitamo­s poder rescatar lo que no estamos viendo, lo que queda “invisibili­zado” porque se naturalizó.

Necesitamo­s volver visible lo invisible.

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DATOS. Más allá de los prejuicios, los datos muestran avances significat­ivos en cuestiones que inciden directamen­te en la calidad de vida: reducción de la pobreza, acceso al agua segura, baja en la mortalidad infantil, aumento de la esperanza de vida.
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GUADALUPE NOGUéS*
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FOTOS: CEDOC PERFIL
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