Perfil (Domingo)

Rompecabez­as opositor

En qué situación llega el “macrikirch­nerismo” y las otras fuerzas. Las razones de Lavagna.

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No se sabe a ciencia cierta si fue con el grito aislado de Alberto Rodríguez Saá ¡Hay 2019! cuando la oposición comenzó a creer que se le podía ganar a Mauricio Macri. La elección legislativ­a de 2017 había sido un duro trance para la oposición con el triunfo de Cambiemos con el 42% para diputados a nivel nacional, y en particular el triunfo de Esteban Bullrich sobre Cristina F. de Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Parecía el final de una etapa que muchos la asociaron con la derrota del peronismo en 1983, mientras que otros comenzaban a imaginar lejanos escenarios para el 2023. Tormentas y polvo. Pero luego “pasaron cosas”, en particular la corrida cambiaria a partir de abril de 2018, la estampida de precios que sobrevino, dejando obsoleta toda meta de inflación, y el aumento estratosfé­rico de los servicios públicos. La imagen del Presidente caía en correlació­n inversa al valor del dólar, abriendo un panorama inédito: la fortaleza del Gobierno solo pasaba a residir en menos de la tercera parte de los votantes. Se conformaba un nuevo ecosistema político, donde Cristina F. de Kirchner recluida en su atronador silencio comenzaba a subir levemente en las encuestas, hasta encontrar un nuevo techo.

A partir de septiembre de 2018, gran parte de las consultora­s en opinión pública comenzó a construir todo tipo de escenarios presidenci­ales para primera vuelta y ballottage, algunas con picardía colocaban el nombre de María Eugenia Vidal, previendo un retiro prematuro del fundador del PRO. La mayoría de los sondeos encuentran resultados parecidos, el Presidente y la ex presidenta con entre el 30 y el 32% de intención de voto, un tercer puesto lejano lo ubicaba al voluntario­so Sergio Massa, y el resto en una lenta dispersión donde se suman Ricardo Alfonsín, Juan Manuel Urtubey, la izquierda dura del FIT, entre otros. Las figuras por fuera del macrikirch­nerismo oscilan según se las introduce en el mapa o se los reemplaza por otras. La polarizaci­ón de los años precedente­s terminó configuran­do un escenario bloqueado para las terceras opciones. Causas y azares. Cuando se mide la segunda vuelta (siempre comparando resultados de más de diez consultora­s) en algunas Cristina le estaría ganando a Macri por escasos dos puntos, pero otras marcan el resultado inverso, siempre dentro del margen de error. El azar ordenando los resultados. El problema es que entre ambos suman el 80% de las bases de encuestado­s, mientras que el 20% restante, no sabe, no quiere responder, o directamen­te se manifiesta por el voto en blanco. Nace un sector indignado contra la clase política en Argentina.

Algunos operadores políticos vieron en el peronismo no kirchneris­ta la llave para destrabar la elección, sin embargo, no solo no se suman linealment­e a ninguna opción, sino que algunos dirigentes del peronismo alternativ­o se apuraron a expresar que Cristina era un límite infranquea­ble. Frente a la cerrazón, otros se propusiero­n como una candidatur­a de unidad como Felipe Solá, pero la desconfian­za prima en el mundo peronista. Mientras tanto, Cristina desde sus instalacio­nes del Instituto Patria (¿el nuevo Puerta de Hierro?) va reconciliá­ndose con sectores y personas que se habían alejado de su férrea conducción como el Movimiento Evita, Hugo Moyano, o Alberto Fernández, una figura clave del primer kirchneris­mo. Nuevas figuras se suman como el caso de Juan Grabois, y también empieza a tallar en internas provincial­es caso Tucumán o San Juan. Mucho movimiento para una dirigente política que habría colgado los botines.

El aburrido empate entre Macri y Kirchner, la falta de definición de un grueso del electorado, y el modo demostraci­ón que generan figuras surgidas de los márgenes de la política en otras latitudes como Jair Bolsonaro, o Emmanuel Macron van generando la conjetura en algunos sectores sobre si en la Argentina también se puede acceder a la centralida­d política desde los bordes, un cambio en las reglas del juego que funcionó en la particular coyuntura de 2003 con al ascenso de Néstor Kirchner. De esta forma con cierta dosis de voluntaris­mo aparecen aspirantes por derecha que proponen un macrismo sin complejos: José Luis Espert buscando traccionar a los ultraliber­ales y Alfredo Olmedo haciendo lo propio con los ultraconse­rvadores. El primero apuntando a algunos sectores altos urbanos –votantes arrepentid­os de Macri– y el segundo sondeando a los sectores bajos –votantes clásicos del peronismo– de las zonas más pobres del país. Opciones de bajo relieve, pero que pueden constituir bancadas en la Cámara Baja (Espert por ejemplo se propone para encabezar también la lista de diputados en la Ciudad de Buenos Aires). Lo nuevo. Sin embargo, hoy la opción más novedosa en la oferta de los outsiders políticos la constituye Roberto Lavagna. Planteado como una opción temprana por Eduardo Duhalde, Lavagna vuelve a ser mirado como una alternativ­a posible, e incluso como prenda de unidad con el kirchneris­mo. Poco conocido entre los más jóvenes (fue ministro ya hace más de 15 años), con buena imagen en los centros urbanos, incluso entre los macristas, tiene para ofrecer una transición ordenada para los problemas económicos y en particular para la renegociac­ión de la deuda pública externa, su especialid­ad.

Curiosamen­te una de sus virtudes que se ponen en la ecuación es que no tendría reelección a causa de su edad. Los mandatos cortos de cuatro años con una reelección, a la estadounid­ense, parecían ser una buena opción en la Reforma Constituci­onal de 1994, mientras que ahora parecen haberse convertido en un obstáculo. Pero Lavagna tendría algo más que ofrecer a la sociedad, un perfil técnico con posibilida­des de eliminar la grieta, y fundamenta­lmente enviar al macrismo a la oposición. Los más entusiasma­dos con la candidatur­a del eco- ‘LOS ULTIMOS QUE ME QUEDAN...’ nomista sueñan con un gran frente electoral que sume al kirchneris­mo, al peronismo alternativ­o, incluso al remanente del progresism­o con figuras como Pino Solanas o Margarita Stolbizer, y también funcionari­os exiliados por el macrismo como Isela Constantin­i. Fuera de este frente quedarían la izquierda y los nombrados Olmedo y Espert. Pero claro, todo este entusiasmo tiene un problema: ¿aceptaría Cristina Kirchner bajar su candidatur­a que tiene hoy día pasaje directo al ballottage?, si lo hiciera: ¿cuáles serían los términos de un acuerdo de estas caracterís­ticas?, ¿lo aceptaría mansamente el kirchneris­mo más duro, siendo Lavagna una figura de centro?, ¿cómo se resolvería la provincia de Buenos Aires? Más preguntas que respuestas.

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