Las cárceles mantienen los estereotipos de género
Las mujeres se dedican más a la limpieza y mantenimiento, y menos al deporte. La infraestructura está orientada a los varones en los centros mixtos. El 27% no trabajaba antes de ser detenida, lo que dificulta la reinserción.
El porcentaje de mujeres en las cárceles es bajo pero crece y en muchos casos los establecimientos carecen de la infraestructura necesaria, a la vez que, en el caso de las actividades dentro de la cárcel y la inserción laboral, mantienen los estereotipos de género.
Las mujeres llegan al 4,2% de la población carcelaria, según un informe sobre contextos de encierro en América Latina con perspectiva de género realizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (Celiv) de la Universidad de Tres de Febrero (Untref). Hay 228 centros de detención para varones (son el 78,6% de las cárceles) y 33 de mujeres (11,4%), además de 29 mixtos (10%).
En la región, las mujeres representan entre el 4 y el 9% de la población carcelaria total. Los centros de detención femeninos son escasos y en los centros mixtos predomina la infraestructura para varones. Incluso hay centros donde carecen de personal médico o instalaciones para mujeres. Los centros para mujeres suelen estar más lejos y aislados, lo que dificulta visitas y las actividades de capacitación para la reinserción laboral.
En la actualidad, no hay estadísticas sobre qué pasa con la vida laboral después de la cárcel. Los programas para capacitación muchas veces están asociados a ONG mientras que el Estado busca una participación más activa del sector privado para la reinserción laboral. “Necesitamos alianzas público-privadas que dan la posibilidad de una verdadera reinserción sociolaboral. Son la herramienta que necesitamos para garantizar la no reincidencia, y la construcción de sociedades más justas, integradas y seguras”, dijo Fiorella Canoni, de la Dirección Nacional de Readaptación Social, durante la presentación de un programa de capacitación para mujeres que se encuentran bajo régimen de prisión domiciliaria con Farmacity y la Dirección de Asistencia de Personas Bajo Vigilancia Electrónica. En ese caso, fue una capacitación como maquilladoras.
Las mujeres que terminan en situaciones de encierro ya padecían más el desempleo antes de la encarcelación. “La cárcel acentúa su situación de vulnerabilidad. De esta forma, se observa que la gran mayoría de las mujeres se encuentra en situación de vulnerabilidad y exclusión socioeconómica previa al arresto”, sostiene el análisis del Celiv-Untref.
“Tienen menos herramientas para poder reinsertarse en el mundo laboral”, explica Ana Safranoff, investigadora del Celiv. “El trabajo tanto para varones como para mujeres es importante para la vida después de la detención pero en las mujeres se plantea una diferencia donde se reproduce la idea de que cuando salen son las que tienen que ocuparse de los hijos y de la casa”, indicó. “No es solo un tema laboral sino educativo. Hay menos actividades pensadas para mujeres”. El 72% se dedica a labores de limpieza o mantenimiento, mientras que el 63% de los varones se dedica a actividades deportivas, algo que solo hace el 51% de las mujeres dentro del penal. Salud. Las diferencias por género se ven incluso hasta en las “visitas íntimas”, los espacios donde pueden tener acceso a la sexualidad. “Es menor el procentaje de visitas, del 22%, contra el 39% de los hombres. Se mantiene el estereotipo”, sostiene Safranoff, en base a la idea de que la mujer no puede disfrutar de su sexualidad. El encierro incluso afecta más a la salud. “Están enfermas en mayor proporción, la salud se les deteriora más y sufren más la depresión porque para la mujer es un doble estigma. No solo cometió un delito sino que violó la imagen de ‘bien’ asociada a la mujer”, explica.
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