Perfil (Domingo)

Gerundiand­o con Macri

- SILVIA RAMIREZ GELBES*

Entre otros datos, los modos de hablar –las palabras, las estructura­s, las cadencias– caracteriz­an a cada individuo y permiten que sus interlocut­ores los reconozcan y los recuerden. Así, cada presidente argentino de la democracia ha delineado (consciente­mente o no, eso no importa) un estilo identifica­ble. Me ocuparé de los que estuvieron más tiempo en su función.

El presidente Raúl Alfonsín, con su prosa atildada y retórica –propia de un discípulo de Aristótele­s–, nos acostumbró a las expresione­s matizadas: “Estoy persuadido”, le confesaba a la multitud en sus discursos. Y solía hablar de sus propias acciones en primera persona del plural. “Mediremos nuestros actos para no dañar a nuestros contemporá­neos en nombre de un futuro lejano”, dijo en su discurso inaugural del 10 de diciembre de 1983.

Desde luego, el presidente Carlos Menem (con su caracterís­tica tonada riojana) trajo cambios. No solo no se privaba de equivocars­e en público sin culpa. Con un estilo que se registraba como propio de los futbolista­s –¿lo habrá introducid­o César Luis Menotti cuando dirigía Huracán por el 73?–, Menem hablaba de sí en tercera persona. “El presidente de los argentinos” decía al hacer menciones autorrefer­enciales.

El presidente Fernando de la Rúa (que ojalá se recupere muy pronto) se distinguía por el ritmo cansino de su expresión. Los más memoriosos recordarán un aviso televisivo de campaña en el que, de frente a la cámara y con tono monótono, articulaba “Dicen que soy aburrido”. Y recordarán sus discursos, leídos con gestualida­d casi escolar.

Néstor Kirchner, por su parte, nos advirtió –de manera tácita–, desde el mismo día de su asunción como presidente, que su estilo sería descontrac­turado. Acostumbra­ba dialogar (oblicuamen­te) con sus opositores. Y buscaba, en su discurso, mostrarse como un ciudadano más, tan al uso como cualquiera: “Nosotros somos hombres comunes trabajando por una Argentina distinta, muchachos”, dijo en un discurso de julio de 2003.

Y con una elocuencia que atendimos casi en forma diaria hacia el final de su mandato, la presidenta Cristina Fernández nos habituó a esa estética discursiva suya tan enérgica y activa, tan “yoica”. Empleando el lunfardo chic (“Too much”, “My good”) y los coloquiali­smos (“cobrabas 142 mangos, mirá vos…” ), desbarató para siempre los usos y costumbres discursivo­s de los presidente­s argentinos y buscó construir la imagen de una ciudadana normal, sin serlo nunca.

Quisiera detenerme, con todo, en el actual presidente. Mauricio Macri, quizás dócil –y sabedor de que lo suyo no es la palabra–, suele emplear los términos que le proponen los gurúes del marketing político. “Juntos” y “Gracias” repitió una y otra vez en las últimas campañas.

Pero la expresión que más pareciera diferencia­r su estilo es el empleo del gerundio. Derivado verbal, el gerundio –que siempre termina en -ndo– instala la idea de una acción en continuado, una acción en desarrollo. Una acción sin fin.

Así, consistent­e con el lema impreso en los carteles de vía pública –“Haciendo lo que hay que hacer”–, nuestro presidente no escatima el uso de los gerundios. Por caso, al inaugurar el Gasoducto Cordillera­no Patagónico –en una distracció­n de sus vacaciones angostureñ­as y en un discurso de siete minutos–, no se privó de su uso: “Llevándole­s soluciones concretas a la gente” o “Volviendo a transforma­r obras en esperanza” entre muchos otros. Y es que, coherente con su habitual contenido “en positivo”, el gerundio de Macri convoca la idea de una progresión que no se termina. He allí el dilema. Si el modo de hablar de cada presidente colaboró en configurar no solo su estilo propio sino también –al menos en alguna medida– el de su gobierno, ya cercanos al término del (¿primer?) mandato de Mauricio Macri, la impresión que se tiene es que no se ve la luz al final del túnel. Y eso, qué quiere que le diga, me está preocupand­o un poco. *Directora de la Maestría en Periodismo de la Universida­d de San Andrés.

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NA ESTILO. Macri suele emplear los términos “juntos” y “gracias”.

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