América Latina, frente a una Era Reagan 2.0
Allá por los ochenta se inició en el continente una revolución conservadora que tiene muchos puntos de contacto con la ola que comenzó con el pospopulismo y se cristaliza en Brasil. Con la excusa de evitar “la decadencia moral de Estados Unidos”, plantearon una serie de demandas para recuperar el ser norteamericano, dañado por el “libertinaje” sexual de las minorías sexuales que promovían la promiscuidad y atentaba contra los valores que “habían hecho crecer a la sociedad norteamericana”. El sociólogo Daniel Bell fue uno de los intelectuales más influyentes en esta reacción conservadora. Su libro Las contradicciones culturales del capitalismo (1976) planteaba que el consumo desmedido y el hedonismo extremo habían provocado el fin de la ética del trabajo y la austeridad, valores vitales del protestantismo norteamericano. Para los grupos conservadores, el regreso a los valores religiosos y nacionales era la única forma de recuperar a una sociedad perdida en sus excesos. Sin embargo, a diferencia de lo que hoy ocurre bajo la presidencia de Donald Trump, la política económica de Reagan se desarrolló bajo la ortodoxia liberal. Conservadores en red. Hoy varios países de América Latina están viendo cómo los movimientos conservadores –otrora invisibilizados por los medios y lo “políticamente correcto”–, están recuperando fuerza en la lucha política en la calle y en las redes sociales a través de algunos intelectuales, artistas, políticos y trolls. Este resurgimiento de la derecha política cobró fuerza institucional –con el ascenso al poder de Jair Bolsonaro en Brasil y de Iván Duque en Colombia–, y fuerza callejera y mediática con la irrupción de sectores conservadores en discusiones sociales como el aborto, el matrimonio igualitario y la educación sexual en escuelas en diversos países del continente. Comenzaron a atravesar la corrección política primero a través de la visibilización mediática. Tenían algo para decir y era diferente a lo que se solía escuchar en los medios de comunicación, especialmente en temas sexuales, religiosos y sociales. Y las redes sociales fueron vitales para la proliferación de sus mensajes.
El caso brasileño se convirtió en el paradigma, especialmente por la irrupción de los movimientos conservadores y el regreso a la ortodoxia liberal económica. Las demandas por la inseguridad considerada de extrema gravedad por la opinión pública en las principales ciudades brasileñas y por las acusaciones de corrupción a los gobiernos de Lula da Silva, Dilma Rousseff y Michel Temer establecieron el marco ideal para la llegada de un candidato que escuchara estos reclamos y discursivamente planteara un escenario de soluciones claras, directas y extremas.