Perfil (Domingo)

Christian Camblor

-

Es notab notable cómo el celular y sus múltiples funciones y su conexión constante van tapando todos los baches de tiempo que tenemos. ¿Subimos al ascensor y nos enfrentamo­s a un minuto y medio sin saber qué hacer, encima rodeados de vecinos semidescon­ocidos? Agarramos el celular. ¿Estamos en el consultori­o y, como es habitual, tenemos una media hora de espera? Agarramos el celular. ¿Entramos al subte, que nos tiene que trasladar siete estaciones? Agarramos el celular. Y así. Capaz que, imbuidos como estamos por esta situación, no advertimos que no siempre tuvimos este recurso. Es más, si ponemos en contexto nuestros años, resulta algo bastante reciente. Digo: unos seis o siete años atrás, los celulares no eran tan inteligent­es como ahora, y a lo sumo teníamos los mensajes de texto, además de, por supuesto, las llamadas. No daba para derrochar SMS por ahí. Era un OK y nos veíamos la semana siguiente. Y el celu volvía al bolsillo. No, señor, no. Antes había que afrontar los tiempos muertos como Dios manda. Llegabas a un bar para verte con otra persona, y esa persona aún no había llegado, y clavabas la mirada perdida en la calle, o mirabas gente pasar, tratando de adivinar adónde iba. O salías a caminar, y caminabas. Como hizo la humanidad desde siempre: mirando hacia adelante, a veces a los costados, alguna vez atrás. Nunca hacia abajo, al aparatito en cuestión. Ahora, dicho todo esto, me pregunto si estará tan bueno el escapismo continuo que supone el celular en general, y las redes sociales en particular. El inventarno­s siempre una conversaci­ón por WP, o una respuesta por FB, o un comentario por TW, en modo infinito. Ese contacto de “baja intensidad” con los otros nos saca de estar solos, sin nada que hacer. Cuando un emoji mata la introspecc­ión, deberíamos empezar a preocuparn­os. Y no se lo digo para que lo viralicen eh, sino para que lo piensen.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina