Perfil (Domingo)

BRASIL AFECTA A ARGENTINA (II) Como Cristina es inteligent­e, no querría volver a ser presidenta

- JORGE FONTEVECCH­IA

Viene de ayer: “Brasil afecta a Argentina (I). La ministra que vio a Jesús en un árbol de goiaba: http://bit.ly/brasil-ministra-jesus-goiaba. “Tener un final feliz depende, naturalmen­te, de dónde detengas tu historia”, decía Orson Wells. Eso se debe estar preguntado hoy Cristina Kirchner: cuándo detener su historia presidenci­al, ¿en la invicta reelecta 2007-2015? ¿En una candidata presidenci­al derrotada en 2019? ¿En nuevamente presidenta 2019-2023 no pudiendo gobernar con éxito por un contexto internacio­nal adverso?

El célebre psicólogo y Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, autor del best seller Pensar rápido, pensar despacio, explica el efecto codificado­r de los finales: “El recuerdo siempre magnifica lo que sucede al final”, haciendo que lo bueno que termina mal sea malo y lo malo que termina bien, bueno. El final distorsion­a la percepción de la experienci­a completa, resignific­ándola.

Los científico­s sociales Diener-Wirtz-Oishi, autores de End Effects of Rated Life Quality ( Efecto del final en la evaluación de la calidad de una vida), definieron como “efecto James Dean” la tendencia a valorar más una trayectori­a que concluye excitante que otra a la que luego del pico se le agregan años mediocres.

Y una nueva presidenci­a de Cristina Kirchner sería, a los ojos de ella y de sus partidario­s, mediocre si no pudiera reeditar un signifi- cativo aumento del consumo al no contar ya con el contexto de una deuda externa reducida por el default y la quita, los precios de las materias primas altos y, fundamenta­lmente, un contexto regional protector y legitimant­e.

Durante la campaña presidenci­al de 2015, Lula vino a la Argentina y le dijo a Scioli: “Usted debe ganar porque si usted no gana, uno a uno irán perdiendo los gobiernos progresist­as de todos los países de Sudamérica”. Lula tenía razón: solo ocho meses después de asumir Macri fue destituida Dilma Rousseff, otros ocho meses después Rafael Correa dejó la presidenci­a de Ecuador, diez meses más tarde la centroizqu­ierda en Chile perdió las elecciones y Rafael Piñera fue reelecto, en pocos meses más el discípulo de Uribe, Iván Duque, corrió a Colombia más a la derecha, para concluir en Brasil directamen­te con el triunfo de Bolsonaro.

La foto de esta semana de Nicolás Maduro en la asunción de su segundo mandato, de por sí ya discutido, acompañado solo por un presidente sudamerica­no: Evo Morales, más el de Cuba (Miguel Díaz-Canel) por el Caribe y el de El Salvador (Salvador Sánchez) por Centroamér­ica, demuestra la soledad y el contraste con lo que fue el eje de gobiernos de izquierda cuando Lula presidía Brasil, a mediados de la década anterior.

Brasil representa dos tercios de Sudamérica y desde Brasil Lula cobijó a Evo Morales, a Correa, acercó a Chávez a Néstor Kirchner y ya antes cobijó a Duhalde, partero del kirchneris­mo frente a Menem.

Fue Lula, desde antes de que el Partido de los Trabajador­es lograra llegar a la presidenci­a de Brasil, pero siendo gobierno en muchas ciudades y algunos estados (provin- cias), quien en 1990 creó el Foro de San Pablo para reunir esfuerzos de los partidos y movimiento­s de izquierda, que por entonces no gobernaban en ningún país sudamerica­no y veinte años después lo hicieron en todo el subcontine­nte con la sola excepción de Colombia.

Fue el peso económico, demográ fico, militar y territoria­l de Brasil, sumado al aumento del precio de las materias primas, el catalizado­r de la llegada y mantención de gobiernos de izquierda en Sudamérica. De la misma forma, ahora la llegada de Bolsonaro y la prisión de Lula consolidan un cambio de toda Sudamérica, que pasó de estar en 2010 gobernada por partidos de izquierda a terminar la década mayoritari­amente gobernada por partidos de centrodere­cha o líderes no de izquierda.

¿Cómo podría Cristina K irchner llevar adelante un gobierno distribuci­onista no habiendo, como en la década pasada, stock de capital que consumir, ni precios de las materias primas altos, ni ayuda de los vecinos, más el corsé del Fondo Monetario Internacio­nal? Quienes frecuentan a la ex presidenta y defienden su inteligenc­ia sostienen que ella comprende muy bien la diferencia del contexto actual con el de cuando gobernó y que la principal motivación que la mueve es que no vaya presa su hija Florencia ni a mediano plazo ella misma y su hijo Máximo. Apuestan a que su racionalid­ad se sobreponga a su compleja psi- cología y prefiera no ser ella misma candidata para que el peronismo pueda tener un candidato de unidad con mayores posibilida­des de triunfo.

Pero que a Cristina Kirchner no le conviniese ser presidenta nuevamente y eventualme­nte llegara a esa conclusión, no eliminaría la posibilida­d de que igual deseara ser candidata prefiriend­o, aunque derrotada, aspirar a quedar como jefa de la oposición. Puede no confiar en que la lealtad de ningún peronista la salve de los problemas judiciales y tenga que ser ella misma, a fuerza de protagonis­mo político per- sonal, quien pueda ejercer alguna forma de presión sobre la Justicia. Simplifica­damente, podría querer ser candidata para ganar perdiendo. Hay peronistas que sostienen que, frente a esa hipótesis, ya no sería Macri quien en 2020 haría lo posible para que terminara presa sino que los propios peronistas se encargaría­n de eso para concluir de una vez por todas con el tapón que ella significa para el surgimient­o de nuevas figuras del PJ y que su presencia activa en la política no siga benefician­do a Macri al mantener viva la grieta.

Pero, sea o no sea Cristina candidata, y de serlo pierda o gane, lo más importante es observar cómo la política argentina depende también de la política regional, cómo nos afecta lo que sucede con nuestros vecinos, y superar el provincial­ismo endogámico.

 ??  ??
 ?? TWITTER ?? con Maduro, cada vez menos.
TWITTER con Maduro, cada vez menos.
 ??  ?? en rojo: una década.
en rojo: una década.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina