—Esto me lleva a preguntarle por su opinión sobre el feminismo, que copa las calles como no lo había hecho antes...
—Para mí, las reivindicaciones de lo femenino dentro de lo que entendemos como justicia social son centrales, por supuesto las respeto y valoro mucho, y no solo porque se ponga el cuerpo en la calle, sino porque son necesarias. Podría agregar que además me preocupa un estado actual de cosas más generalizado, donde hay un escenario bastante obsceno en cuanto a los derechos de las mujeres, pero también de los hombres y de los niños. Esto no implica una desvalorización de pedidos encarnados por los colectivos de mujeres como la despenalización del aborto, que es fundamental, aunque en lo personal no lo veo como el único tema central en este momento, porque me siento muy interpelado por la miseria que se expande y que no solo afecta a las mujeres. Vos fijate, por ejemplo, en una idea que puede ser juzgada de misógina, o al menos machista, como la del “macho proveedor”: en la medida en que no haya con qué proveer, se cae, y de ninguna manera esta caída puede ser saludada con alegría porque tiene que ver, básicamente, con la pérdida del trabajo, entre otros problemas... Hoy proveer se está haciendo muy complejo, independientemente de tu pertenencia a un género u otro. Hay un grupo de hombres y mujeres cuyas políticas se orientan de desclasar a otro grupo (muchos más numeroso) de hombres y mujeres. Y creo que, cuando se apunta por ejemplo al neoliberalismo, es mucho más potente y eficaz la unión entre hombres y mujeres en un objetivo común. Me da la sensación de que, en la medida en que la situación política, económica y social se complica, la idea del mutuo respeto entre hombres y mujeres se aleja y las relaciones interpersonales se van a complicar cada vez más.