Perfil (Domingo)

El nombre de una especie

CéSAR AIRA

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La historia sucede en La Comarca o LacOmar, país imaginario vagamente situado en Europa oriental, si bien su extensión (diez millones de kilómetros cuadrados, un poco más que la China) hace difícil encontrarl­e lugar en cualquier mapa. La economía de La Comarca se basa en la explotació­n del tadey, animal de carne exquisita que solo puede criarse en su territorio, de inquietant­e parecido con los humanos, y de hábitos sexuales peculiares, que dan en buena medida la tónica de la vida sexual de los “comarquíes”. Los tadeys habían aparecido en la obra de Lamborghin­i en 1974, en el poema de ese nombre. Por entonces, eran una especie de pequeños roedores “hediondos”, quizás anfibios, asociados a rituales imperiales. El autor afirmaba que el nombre, “tadey”, se le había ocurrido de la nada, porque sí. Lamborghin­i conoció a una familia, vecina de su casa, de apellido Tadey (en efecto, el apellido existe). Más aún, un miembro de esa familia, Mary Tadey, habría sido gran amiga de la madre de Osvaldo, mencionada con frecuencia y durante muchos años en la casa. Quizá fue de modo subliminal que la palabra le volvió al autor, y el sonido del nombre de la vecina (“la mari tadey”) sugirió la conducta sodomítica de la especie. En la saga, los tadeys fueron descubiert­os (“en las montañas desérticas” e inexplorad­as de La Comarca) por el monje Maker. Esto habría sucedido en la Edad Media. En el siglo XVII el militar y aristócrat­a comarquí Taxio Vomir publica una obra que aclara definitiva­mente la naturaleza del tadey, la publicació­n le cuesta la vida pues las autoridade­s lo queman en la hoguera. (Fragmento “Nota del compilador”, Tadeys, octubre 2005, Editorial Sudamerica­na).

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