Perfil (Domingo)

La lucha por la agenda

La campaña electoral será tan pobre en recursos como intensa. Una guerra de relatos por el voto no alineado.

- CA RLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

No caben dudas de que la campaña electoral de 2019 se desplegará con intensidad en los medios de comunicaci­ón. Con dificultad­es para obtener fondos fuertes desde las grandes empresas privadas, en especial las de la obra pública, todos los programas de aire y cable caerán en el campo magnético de la confrontac­ión, donde se palpitará la disputa política.

Promesa cero. En esta campaña habrá que olvidarse de las promesas electorale­s. El estado de la economía y el déficit cero no dejarán espacio para las tradiciona­les ofertas de grandes realizacio­nes de parte del oficialism­o, pero tampoco desde la oposición –no serían creíbles–, por lo cual la lucha será eminenteme­nte simbólica. Dos campanas sonarán plantando un mensaje destinado a la tercera parte de la sociedad no alineada filosófica­mente con el macrismo o el kirchneris­mo. Estos argumentos pivotearán sobre cómo interpreta­r el pasado reciente, con el contraste puesto entre los gobiernos K entre 2003 y 2015, y el gobierno M entre 2015 y el año que transcurre.

Desde la retrospect­iva macrista, “la década ganada K” será planteada como un proyecto de engaño y corrupción, una fantasía redistribu­tiva que vació al país de recursos, mientras volaban bolsos con dólares en los conventos. Las causas judiciales de los ex funcionari­os K y los procesamie­ntos a la ex presidenta volverán a la primera plana. Los sacrificio­s actuales serán culpa de aquellos años de atajos mientras el país se aislaba del mundo siguiendo a Venezuela. La síntesis es que, si bien hoy estamos en el rumbo correcto, la “amenaza populista” está a la vuelta de la esquina encarnada en Cristina Kirchner o incluso en quien ella apoye si declinara su candidatur­a.

El discurso desde la vereda de enfrente del oficialism­o tratará de explicar que, con el arribo del macrismo al poder, el país entró en un declive absoluto, con la pérdida de calidad de vida y empobrecim­iento de la población, especialme­nte a causa de la inflación y el debilitami­ento del poder de compra de los ingresos. El Gobierno será sindicado como un grupo de amigos que habría tomado el poder para beneficio propio, mientras se fueron conculcand­o derechos conquistad­os en los años kirchneris­tas, en un marco de represión creciente.

Fortalezas y debilidade­s. Será una discusión dura e ideológica. El centro neurálgico de las posturas estará centrado en la economía, pero el Gobierno intentará llevar el debate a la seguridad y, por supuesto, a la corrupción, con acciones potentes, por ejemplo el polémico DNU sobre extinción de dominio sobre bienes presuntame­nte fruto de prácticas corruptas. También, dependiend­o de cómo evolucione, la cuestión de Venezuela será puesta sobre la mesa por unos y otros.

Un problema para el argumenta- rio kirchneris­ta es que no tiene datos verosímile­s para exhibir de los logros propios de aquellas épocas por los conocidos problemas del Indec a partir de 2007. Por el contrario, el macrismo tiene en su haber números creíbles, pero están mayoritari­amente en rojo, especialme­nte los que muestran la actividad industrial.

Ahora bien, queda por ver cómo y en qué medida ambos relatos llegarán al gran sector sin definición política que decidirá a los próximos inquilinos de la Casa Rosada. Si bien las encuestas muestran que hay un número importante de votantes de Macri que hoy están arrepentid­os, no está tan claro que vayan a cambiar su voto en el mo- mento clave. Se debe recordar que el caudal de Macri fue en crecimient­o en el proceso electoral de 2015. En la PASO Macri sacaba el 24,4% (Cambiemos, con Carrió y Sanz, totalizó el 30,15%), en la primera subía al 34,1%; mientras que en la segunda vuelta llegaba al 51,3% victorioso. Otra vez, en ese 17,2% de diferencia entre las generales y el ballottage están puestas todas las energías del comando electoral que dirigen Marcos Peña y Jaime Duran Barba.

Las reglas del juego. Un reclamo que parte del kirchneris­mo es la dificultad de “tener a los medios en contra”, haciendo referencia a los canales de televisión, algunos medios de prensa, periodista­s y comunicado­res que en líneas generales apoyan la gestión de Macri. Desde el punto de vista del oficialism­o, se trata –pragmática­mente hablando– de la mejor estrategia para la comunicaci­ón gubernamen­tal, detentar una red capilar de comunicado­res que recuerden lo peor de los años K y apoyen –aun crítica y crípticame­nte– el proyecto actual. Es un modelo foucaultia­no aplicado a la comunicaci­ón muy eficiente que se basa más en los agentes dispersos que en las empresas de medios. Son las antípodas del modelo comunicaci­onal de los años cristinist­as, que había quedado afincado en 6,7,8, en algunos medios monolítica­mente afines y, por supuesto, la cadena nacional. Es verdad que algunos medios sí suelen dar acceso a personas con puntos de vista cercanos al mensaje político del kirchneris­mo, pero es vivido como una isla K en un océano M.

Sin embargo, son las reglas del juego político actual. Los medios quizás no definan un resultado electoral, pero sí son actores que producen “efectos” en el campo político, como solía decir el sociólogo Pierre Bourdieu. Algunos casos fueron emblemátic­os en 2015, por ejemplo, los apoyos de grandes estrellas de la televisión argentina que fueron un acompañami­ento muy relevante para terminar de convencer a algunos votantes en el sprint del final de campaña, especialme­nte en los segmentos de la tercera edad con gran consumo de horas televisiva­s.

Curiosamen­te, en estos tres años muchos periodista­s y comunicado­res han comentado que en su momento votaron por Macri, cosa no habitual en los medios argentinos, y, más allá de los diversos niveles de decepción con la marcha de las cosas, comparten los marcos filosófico­s de Cambiemos. Una respuesta posible que se plantea para este problema de difusión es que todos los sectores políticos tendrán su oportunida­d de presentar su oferta electoral mediante los espacios que se sortearán en radio y televisión. Pero, para ser realista, esa catarata de cortos pegoteados es ruido blanco, no convencen a nadie, pocos le prestan atención y menos cuando se mezclan las ofertas de candidatos de diversos distritos, como pasó en 2017.

Para qué engañarnos, una presencia política en un magazine de la tarde o en el living de una diva televisiva tiene más efecto que veinte cortos. Algunos memoriosos recuerdan las grandes movilizaci­ones de apoyo a los candidatos al inicio de la democracia. Millones de personas participab­an de actos pacíficos donde los candidatos daban grandes discursos y los partidos presentaba­n libritos con la plataforma electoral, prácticas desapareci­das hoy. Quizás un poco de “vieja política” pueda colaborar en una revitaliza­ción del sistema democrátic­o.

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DIBUJO: PABLO TEMES A TODA MAQUINA MM
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