Perfil (Domingo)

Las escuchas, siempre listas y un nombre recurrente

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Diez años después, se repite un nombre en una causa que mezcla a la política con las escuchas telefónica­s: el de Mario Roberto Segovia, el llamado Rey de la efedrina. En 2009, a pocos meses de las legislativ­as, el candidato Francisco de Narváez quedó pegado a ese nombre: tres llamadas a Segovia, registrada­s desde el teléfono de uno de los empleados de De Narváez, alcanzaron para que la campaña tomara un giro inesperado. El ex dueño de Casa Tía, sin embargo, le terminaría ganando las elecciones al kirchneris­mo. Y Segovia sería condenado a 14 años de cárcel. Ahora, la captación de escuchas realizada en Ezeiza, supuestame­nte impulsada para investigar a Segovia por narcotráfi­co, le sirvieron a Elisa Carrió para ligar al kirchneris­mo con la denuncia por extorsión contra Stornelli. La diputada explicó que la transcripc­ión de las charlas le había llegado de forma anónima. En sus intentos recientes de pedir coimas, Marcelo D’Alessio se jactaba de sus vínculos con Patricia Bullrich, la DEA y la AFI. El secretismo de las causas, sumado a las filtracion­es y la opacidad del sistema de escuchas, habilita todo tipo de aventuras extorsivas.

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