ANIMAL ILUSTRADO
Considerado como una de las figuras más sólidas y proteicas de la inteligencia nacional, José Emilio Burucúa (1946) publicó recientemente Historia natural y mítica de los elefantes (Ampersand), una obra original y rigurosa que ya se perfila como uno de lo
Habitantes de una era en la que la medida de todas las cosas es la pérdida –un millón de especies perecerán en las próximas décadas–, no puede ser coincidencia que, al igual que los majestuosos paquidermos, la figura del humanista ecuménico sea también la de un animal en extinción. En un mundo entregado a la especialidad y a las incontables, doctas ignorancias donde cada vez sabemos más de cada vez menos, resultan excéntricos, en el orden de la anomalía, los temperamentos abocados a la comprensión holística de la realidad y sus contornos. Entre ellos, brilla con auténtico fulgor el historiador José Emilio Burucúa (1946), una de las figuras más sólidas y proteicas de la inteligencia argentina, profesional de excepción que en 2016 era homenajeado con unas jornadas que llevaron su nombre en la Biblioteca Nacional, donde figuras de la talla de Carlo Ginzburg y Roger Chartier, entre otras, se dieron cita para celebrarlo y discutirlo.
La ocasión de esta entrevista es a causa de la publicación del hermoso libro Historia natural
y mítica de los elefantes escrito a cuatros manos con Nicolás Kwiatkowski (con quien ya antes había escrito Cómo sucedieron estas cosas. Representar masacres y genocidios) editado en la colección Fuera de serie de la bellísima editorial Ampersand, especializada en edición e historia del libro.
Bajo la luz dorada de una mañana de otoño austral, el doctor accedió con generosidad a contestar estas preguntas.
—Por principio, la belleza. ¿Cómo nace la idea de escribir esta obra tan particular, única en su especie?
—Este libro nace a partir de un diálogo que tuve en Nantes, Francia, con unos colegas indios en el Instituto de Estudios Avanzados, donde ellos eran mayoría y llevaban la batuta, en diálogos durante la cena. Los indios son extraordinarios porque pertenecen en realidad a dos