Perfil (Domingo)

El cerebro empresario en el año electoral

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Bienvenido­s a un viaje por el cerebro de los dueños de empresas y de los CEOs de grandes corporacio­nes en un año electoral en la Argentina. Con la actividad en recesión, las tasas de interés por las nubes y una estrategia de superviven­cia, las primeras líneas del establishm­ent están abocadas a la rosca y el lobby a dos puntas que, en un país donde un buen contacto garpa más que un gran talento, les garantice gane quien gane en octubre rentabilid­ad, expansión o simplement­e la base de negocios de siempre.

Por eso esnifan como locos todo lo que dice Pagni. Se reenvían hasta el más burdo newsletter. Pagan fortunas por encuestas que luego se filtran y todos vemos gratis. Van a cuanto foro haya para consumir Berensztei­ns, Fidanzas, Catterberg­s. Algunos la largoplace­an y hablan de consensos y políticas públicas, pero no pueden más de coyuntura.

Hace menos de un mes, un ejecutivo se apuraba a comprar por Mercado Libre el libro Los tres kirchneris­mos, de Matías Kulfas. Estaba convencido de estar accediendo de la mano de ese economista al oráculo de lo que viene desde el 10 de diciembre si gana Alberto Fernández, la sorprenden­te versión moderada del kirchneris­mo. Eran días en los que que según algunas encuestas esa fuerza asomaba con amplias chances de volver al poder. 538 pesos más el envío. Tres días de demora, y a leer qué opina este hombre de los años de Néstor y Cristina Kirchner en el poder, para anticipar por dónde podría ir una gestión albertista del país, si fuera distinta de la de la última de Cristina. ¿Controles de capitales? ¿Cuáles? ¿Sustitució­n de importacio­nes? ¿Subsidio a la energía? ¿Cuánta apertura, cuánta protección?

Pero ya hace diez días, en tanto, otro importante hombre de negocios empezó a evaluar si en caso de reelegir Cambiemos, como sugerían ahora otros sondeos, habría otra vez debate entre shock y gradualism­o. Porque en el Gobierno hoy ya hay quienes creen que de seguir al mando sería, “ahora sí”, un momento ideal para relanzar el programa de reformas gradualist­as que intentaron en 2015 hasta que chocaron cuando se les acabó el crédito externo. “Los precios relativos ya van a estar bastante acomodados, no hay cepo, el tipo de cambio está competitiv­o y el déficit será cercano a cero”, razonan en esas filas oficialist­as. Del otro lado, el siempre presente Carlos Melconian lleva la voz cantante de los que consideran que no se podría “boludear” otros dos años, y que para poder crecer habría que ir a correccion­es estructura­les más rápido, en material fiscal, previsiona­l y laboral. Algunos creen que podría esta vez sí convencer a Macri, porque además contaría con un aliado: el Fondo Monetario Internacio­nal, que para patear la bola de pagos que se acumulan hacia la mitad del próximo mandato va a pedir un pliego de condicione­s más groso en un acuerdo de facilidade­s extendidas de tres letras en inglés, ECF.

“No se enojen conmigo si les digo que Alberto puede ganar en primera vuelta”, se defendía un consultor top el martes pasado en un almuerzo del Consejo Interameri­cano del Comercio y la Producción (Cicyp), un ya clásico encuentro de popes como Eduardo Eurnekian, Alejandro Bulgheroni, Juan Carlos López Mena, Adelmo Gabbi o Juan Nápoli, que habían ido a escuchar a José Inauguraci­ón, Horacio Rodríguez Larreta, con su leit motiv: “Podemos hacer en la Nación lo que hicimos en la Ciudad”.

Algunos empresario­s comentaban el rumor de la oferta de US$ 8 millones a Roberto Lavagna para que se baje, publicado por PERFIL el domingo pasado. Otros decían, suspicaces: “No es nada al lado de lo que está ofreciendo Nicky Caputo para que Massa se quede en Alternativ­a Federal y no vuelva al kirchneris­mo”. Revoleo de cifras.

La cabeza de los empresario­s bulle. Olvidate de que estén pensando en vender un poco más, en exportar mejor. Con suerte, alguno mira el contexto y aprovecha para pedir un procedimie­nto preventivo de crisis que les sirva para achicar costos para un próximo rebote. Por lo demás, es la orgía del diálogo entre todos, ahora que una ola de buena onda cruza a ambos lados de la grieta, y Marcos Peña cita a Emilio Monzó y Luis D’Elía dice que “la cárcel lo hizo pensar”.

El yeite en todos los casos, sin embargo, es que no se note mucho el deseo en tiempos de pragmatism­o. Para no quedar en off side, como le pasó al empresario farmacéuti­co Alberto Alvarez Saavedra esta semana. Al escuchar en ese almuerzo una mención de Larreta a favor del fin de “la puerta giratoria de la Justicia” aprovechó un silencio y exageró un aplauso desde su mesa, que sostuvo unos segundos hasta que abandonó. No lo acompañaba nadie.

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JUAN OBREGON ROSCA. Alejandro Bulgheroni, Eduardo Eurnekian y Adelmo Gabbi, en el Alvear.
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JAIRO STRACCIA

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