A treinta años de la masacre, China aún reivindica Tiananmén
Beijing justifica la histórica represión militar contra el reformismo político y censura la memoria civil sobre la matanza de cientos de estudiantes en 1989.
Pasaron ya treinta años, pero la postura del Partido Comunista sigue siendo exactamente la misma que en 1989: para el gobierno chino, la histórica represión militar en la plaza de Tiananmén en Beijing, que dejó centenares de manifestantes muertos, fue una decisión correcta y necesaria para el desarrollo posterior del país. En China no existe ninguna vocación de mea culpa oficial. Tampoco hay lugar para algún tipo de memoria civil sobre la masacre, desde hace décadas convertida en tabú por la censura estatal.
La prensa internacional se ocupó esta semana del 30º aniversario de aquel 4 de junio de 1989, cuando el gobierno de Deng Xiaoping mandó al Ejército a reprimir las masivas protestas de estudiantes y profesionales que reclamaban desde hacía semanas en la gran plaza de la capital por una reforma política y contra la corrupción de la clase dirigente. Los militares sacaron los tanques a la calle, dispararon a mansalva contra los manifestantes y lograron aplastar la movilización a costa de cientos de jóvenes muertos. Desde entonces, el gobierno chino jamás informó la cantidad exacta de víctimas.
En China, las alusiones a Tiananmén por estos días fueron escuetas, pero categóricas. “Ese incidente fue una turbulencia política y el gobierno central tomó medidas para detenerla, lo cual fue una política correcta”, dijo poco antes del aniversario el ministro chino de Defensa, el general Wei Fenghe, durante un foro regional de seguridad en Singapur.
Como suele ocurrir cuando se trata de temas sensibles, la visión oficial sobre Tiananmén fue mejor explicitada a través de los medios chinos de comunicación controlados por el Estado. “El incidente de Tiananmén vacunó a la sociedad china y aumentó la inmunidad del país contra problemas políticos venideros”, publicó esta semana el Global Times, diario bajo la órbita del Partido Comunista. “Después del incidente, China logró convertirse en la segunda economía mundial, con una rápida mejora del nivel de vida”, agregó el periódico en su edición impresa y en inglés.
“Es el planteo de Henry Kissinger: una China con pasado imperial y casi inexistente tradición democrática podía colapsar y derivar en una guerra civil en caso de no reprimir las manifestaciones; un escenario que aterrorizaba
a los dirigentes chinos −dice a PERFIL el sinólogo Sergio Cesarín, investigador del Conicet y profesor de la Untref−. Las pretensiones occidentales de imponer modelos institucionales ajenos a la cultura política china y promover la democratización por vía rápida fueron factores centrales a la hora de optar por la represión. Además, la dirigencia política gestionaba el conflicto observando la lenta, pero persistente debacle soviética. El gobierno adoptó una decisión que pudo ser necesaria aun cuando era políticamente errónea”.
Clausurar cualquier debate sobre Tiananmen forma parte de la decisión estratégica de Beijing de no ceder ante las presiones de Occidente, y en particular de Estados Unidos, en temas relativos a democracia y derechos humanos.
El jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, homenajeó esta semana “a los héroes del pueblo chino que se rebelaron valientemente en Tiananmén”. Beijing le respondió con una vehemencia inusitada, en un tono que no utiliza ni siquiera en el marco de la guerra comercial con Washington. “Los desvaríos y el balbuceo sin sentido (de Pompeo) terminarán en el basurero de la historia”, contestó la vocería de la Cancillería china.
Por fuera de la discursividad oficial, Tiananmén es palabra prohibida para los chinos. La censura gubernamental impide la difusión de contenidos en internet sobre la masacre. Cuando se acerca la fecha del aniversario, las conexiones VPN para acceder a sitios web extranjeros se bloquean, tal como ocurrió esta semana. No se permiten las conmemoraciones públicas ni los homenajes a los muertos. En los colegios y universidades no se habla de Tiananmén. Hay, de hecho, toda una generación de chinos que no sabe prácticamente nada de la matanza de 1989.
¿Qué razones explican semejante intransigencia oficial sobre el pasado reciente? En opinión de Cesarín, para el gobierno de Xi Jinping se trata de evitar la divulgación de las causas que motivaron la “segunda oleada democratizadora” en China que, al igual que la primera de 1978, fue sofocada por la fuerza. “Las causas profundas de las manifestaciones de 1989 perduran en la China de hoy bajo diferentes formas de corrupción, control de la disidencia política y mayor desigualdad social”, afirma. Abrir el juego sobre Tiananmén implicaría rediscutir el rol del Partido, pieza central del proyecto China primera potencia.