Perfil (Domingo)

EE.UU. y China, una bipolarida­d volátil

El vínculo entre los dos países oscila entre la tensión y distensión. La guerra comercial y la incertidum­bre financiera generan amenazas y oportunida­des para Argentina.

- NICOLAS CREUS* ESTEBAN ACTIS** *Director de Estrategia Global en Terragene SA / Profesor Política Internacio­nal Argentina (UNR). **Dr. En Relaciones Internacio­nales / Profesor de Política Internacio­nal Latinoamer­icana (UNR).

Hoy en día no existen dudas de que estamos siendo testigos de la gestación de un nuevo orden mundial, una etapa de transición en la que como diría Gramsci “lo viejo no termina de morir y lo nuevo se tarda en aparecer”. En este contexto, los analistas debaten y se interrogan sobre cuál será la estructura de ese nuevo orden, será un orden multipolar (varios polos de poder), será un orden bipolar (solo dos polos de poder) o se tratará más bien de un orden no polar (decenas de actores que tienen y ejercen diversos tipos de poder). Vale aclarar que la idea de polaridad –arraigada al viejo mundo estado-céntrico– resulta imperfecta a la hora de describir el actual orden internacio­nal y encuentra algunas limitacion­es para dar cuenta de un mundo globalizad­o con múltiples actores poderosos que no están necesariam­ente radicados en un país determinad­o.

Sin embargo, y sin perjuicio de lo expresado, es posible identifica­r varios indicadore­s que ponen en evidencia y dejan entrever la emergencia de una nueva bipolarida­d, o al menos de un bilaterali­smo prepondera­nte que resulta altamente explicativ­o de la dinámica internacio­nal actual. EE.UU. y China son hoy los únicos actores con capacidad de ofrecer bienes públicos a escala planetaria y de sostener y propagar proyectos estratégic­os de alcance global. Hoy el mundo parece circunscri­pto al debate entre el atlantismo y la Nueva Ruta de la Seda.

Al mismo tiempo, ambos Estados mantienen una disputa abierta por el control de la innovación y el “saber hacer” en el campo de internet y de la inteligenc­ia artificial, entendidas como las tecnología­s claves del futuro. En este marco, las grandes empresas globales se mueven decididame­nte al ritmo de la geopolític­a delineada por las potencias. Por último, la estabilida­d financiera internacio­nal depende en gran medida de la evolución y la dinámica del citado vínculo bilateral.

De este modo y más allá de alguna resistenci­a inicial, la noción de bipolarida­d ganó espacio entre los analistas. Tanto es así, que muchos se vieron tentados a establecer paralelism­os con la rivalidad entre EE.UU. y la Unión Soviética durante el período 1945-1991, al punto de llegar a hablar de una “nueva Guerra Fría” entre EE.UU. y China. No obstante, existen diferencia­s significat­ivas entre lo que fue la rivalidad entre EE.UU. y la Unión Soviética y lo que acontece en la actualidad. La “Guerra Fría” fue ciertament­e una experienci­a particular de bipolarida­d, pero no la única posible. Hoy no estamos ante una “nueva Guerra Fría” aunque somos testigos de la conformaci­ón de una “nueva bipolarida­d”. Entender estas distincion­es resulta clave tanto para los Estados como para las empresas en pos de moverse y tomar decisiones de manera efectiva en el mundo actual.

Durante la “Guerra Fría” existían dos bloques de poder bien definidos, con un grado prácticame­nte nulo de integració­n entre ambos y un escaso nivel de interaccio­nes en el ámbito económico y financiero, alternando etapas relativame­nte prolongada­s y bien marcadas con mayor o menor grado de tensión en el plano geopolític­o y estratégic­o-militar. Se trataba de un mundo bastante rígido y con escasos márgenes de maniobra para los países periférico­s –encorsetad­os por la política de cada bloque–, pero al mismo tiempo muy estable y predecible.

Por el contrario, la bipolarida­d actual emerge en un contexto de profunda interdepen­dencia económica y financiera entre EE.UU. y China, con altos grados de integració­n en las cadenas de valor y una intensa interacció­n en el nivel corporativ­o. Esta particular­idad torna sumamente compleja la disputa por la supremacía global que ambas potencias han iniciado, en tanto que cualquier intento de afectar al otro entrañará naturalmen­te costos para ambos y para el resto del mundo.

La imposición de aranceles que derivó en guerra comercial supuso costos para China y EE.UU. así como también para la economía global. Del mismo modo, los intentos de la administra­ción Trump de obstaculiz­ar la expansión de la tecnología 5G generaron inquietud no solo en las empresas chinas, sino también en las proveedora­s de insumos norteameri­canas así como en el resto de los países del mundo interesado­s en hacer negocios con las empresas chinas en este campo.

Desandar la interdepen­dencia es un proceso tan inédito como complejo y peligroso. Por esta razón, la relación entre EE.UU. y China en el último tiempo ha oscilado entre momentos de tensión y distensión de corta duración que denotan el carácter volátil de la bipolarida­d actual. A modo de ejemplo, en diciembre pasado con la reunión de Trump y Xi Jinping en Buenos Aires en el marco de la cumbre del G20, el mundo auguraba una etapa de mayor diálogo y cooperació­n entre las potencias que se truncó raudamente en mayo de este año con el anuncio de EE.UU. de mayores aranceles.

Esta vertiginos­a dinámica de la nueva bipolarida­d plantea desafíos para el resto de los actores –Estados y empresas– en tanto que supone un mundo más inestable que el de la “Guerra Fría” en el que deben adaptarse rápidament­e a escenarios cambiantes más o menos restrictiv­os. Las oportunida­des y amenazas varían al ritmo de la volátil dinámica bipolar.

El caso de Argentina es elocuente en este sentido, en tanto muestra cómo la “volatilida­d” de la bipolarida­d puede tornar fugazmente las oportunida­des en amenazas y viceversa. Los avances en las negociacio­nes entre EE.UU. y China a comienzos de 2019 implicaban para Buenos Aires buenas noticias desde la dimensión financiera aunque no tan buenas en el aspecto comercial. La distensión entre las potencias avizoraba una menor aversión al riesgo global y mayor tranquilid­ad para los mercados mundiales, funcional para el país en un contexto de vulnerabil­idad externa y cambiaria. Por el lado comercial, el incipiente acuerdo entre Washington y Beijing involucrab­a el compromiso chino de comprar el abultado stock de soja norteameri­cana provocando un desvío de comercio que afectaba los intereses de Argentina. Sin embargo, este escenario mutó y en pocos días la bipolarida­d se tornó nuevamente rígida. La incertidum­bre en los mercados se transformó en una renovada preocupaci­ón para los emergentes, pero la ruptura de la mesa de negociació­n implica una oportunida­d en relación a la soja, dado que China frenó las importacio­nes desde EE.UU.

En conclusión, entender la volatilida­d de la dinámica bipolar actual es clave para valorar adecuadame­nte, tanto las oportunida­des como las amenazas que se presentan.

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AP CRISIS. Desandar la interdepen­dencia plantea un escenario inédito.
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