Perfil (Domingo)

Psicopatol­ogías del poder

- *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

Ciego por su triunfo en el paso de las Termópilas, Jerjes creyó que podía conquistar toda Grecia. Su desmesura lo empujó a una aventura que terminó con la destrucció­n total de las tropas y la flota persa. Los griegos creían que cuando un hombre se endiosa suscita la ira de los dioses, que envían a Némesis para que destruya su vanidad y recupere su conciencia de simple ser humano. En griego, desmesura se dice hybris, y el psicólogo David Owen usó el término para referirse a los desequilib­rios psicológic­os que afectan normalment­e a los presidente­s en su texto Síndrome de hybris: ¿un desorden de personalid­ad adquirido?, traducido al castellano como En el poder y en la enfermedad. Escribió después The Hybris Syndrome: Bush, Blair and the Intoxicati­on of Power, en el que explica de manera brillante la invasión a Irak, a partir de los desórdenes psicológic­os y el mesianismo de los dos mandatario­s.

Durante décadas he conocido a muchos mandatario­s de países de América Latina y a muy pocos que no fueran víctimas de la desmesura. El boato del poder, las ceremonias, las medidas de seguridad, las adulacione­s del entorno, extravían al ser humano que inicia el gobierno, lo llevan fuera y lejos de sí mismo y lo convierten en “el presidente”, una pose acartonada que dictamina lo que puede o no hacer. Algunos no se curan más, se quedan para siempre como solemnes presidente­s en la desocupaci­ón. Otros tienen un hybris preventivo: ansían ser elegidos, realizan cabriolas que los ponen en ridículo, inventan membretes de partidos que sirven para esconder sus caprichos en la disciplina­da militancia en una organizaci­ón política, que a veces es solo un grupo de parientes y amigos.

Normalment­e, el síndrome se desarrolla cuando alguien ejerce el poder por mucho tiempo, lo hace sin controles y desarrolla la arrogancia, una abrumadora confianza en sí mismo y el desprecio por sus colaborado­res y subordinad­os.

Según Owen, hay síntomas que permiten detectar el hybris. Para sus víctimas, el mundo es un lugar de autoglorif­icación que solo tiene sentido si ejercen su poder. Con estos conceptos, Ian Kershaw escribió la que es probableme­nte la mayor biografía de Hitler. Al primer volumen, que relata su aparición y ascenso, lo llamó Hubris 1889-1936; al segundo, sobre su ocaso y destrucció­n, Nemesis 1936 -1945. Para algunos políticos, su vida solo tiene sentido desde el poder. Alan García, uno de los mandatario­s más preparados y más hospitalar­ios del continente, dijo en la carta en la que explicaba su suicidio: “Les dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros una señal de orgullo, y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversario­s porque ya cumplí la misión que me impuse”. Algo semejante dijo Getulio Vargas en 1954, cuando se suicidó en el Palacio de Catete. Para ellos la realidad empezaba y terminaba con su papel en la política.

Las víctimas del hybris realizan acciones impulsivas e imprudente­s para exaltar su imagen y tienen un discurso mesiánico. Cristina Fernández supone que el universo gira en su torno. Denunció en una ocasión que EI pretendía matarla por su íntima amistad con el Papa; y en otra, que eran los Estados Unidos quienes querían eliminarla. Creía ser el principal objetivo tanto del terrorismo islámico como de la primera potencia del mundo, y es poco probable que alguno de ellos la haya tomado en serio. No aceptan el juicio de los seres humanos comunes, solo el de Dios y la Historia. Cuando delinquen y los atrapa la Justicia, se declaran presos políticos. Ellos son “la nación”, el pueblo, los pobres o cualquier cosa que defienden en ese momento. Tienen poco contacto con la realidad, rechazan los estudios que usan números y estadístic­as, prefieren percepcion­es mágicas, intuicione­s, entusiasmo­s ideológico­s. Tenemos menos pobres que Alemania porque suena muy bien. No hay para qué conocer ninguna cifra. Son estrictos cuando juzgan la moral de sus adversario­s y laxos con sus propias conductas. Se sienten habilitado­s para robar o matar a los demás porque actúan en nombre de la Historia. En cambio, los que no piensan como ellos deben ser perseguido­s porque son la personific­ación del mal. Si Irak no tiene armas de destrucció­n masiva en la realidad, se lo invade porque pudo pensar en tenerlas, atentando contra la democracia, cuyos profetas son los mandatario­s de Inglaterra y Estados Unidos.

Hay personas que padecen la desmesura de otra forma: cuando la realidad no se ajusta a sus ideas, la rechazan por irreal. Prefieren morir antes que aceptar que pueden haberse equivocado. La revolución de mayo del 68 conmocionó a la intelectua­lidad comunista. Uno de sus principale­s exponentes, Nicos Poulantzas, se arrojó desde el piso 22º de la Torre de Montparnas­se abrazado a sus libros. El filósofo Adre Gorz se suicidó acompañado de su esposa después de publicar Adiós al proletaria­do, emulando en su carta de despedida a Laura Marx y Pablo Lafargue, que hicieron lo mismo en su momento. Militantes comunistas de toda la vida no soportaron el fracaso de la URSS.

Owen dice que es difícil controlar el hybris. “Ningún tratamient­o puede sustituir al ejercicio del autocontro­l, la preservaci­ón de la modestia, la habilidad de reírse de sí mismo y la capacidad de escuchar a los demás”. Es bueno recordar que, al menos en la democracia, el poder dura poco, el presidente dura unos pocos años y el resto de la vida es ex funcionari­o. Mientras más endiosado, menos podrá caminar por las calles en paz.

Los dictadores son víctimas de la desmesura porque acumulan un poder sin límites. El libro de Riccardo Orizio Hablando con el demonio trae apasionant­es entrevista­s con algunas encarnacio­nes del hybris: el mariscal de campo y vencedor del Imperio Británico Idi Amín Dada, el

Los enfermos realizan acciones impulsivas e imprudente­s para exaltar su imagen, y tienen un discurso mesiánico

emperador de Africa Central Jean Bedel Bokkasa; la viuda de Enver Hoxha; Mengistu Hallie Maryam y otros. Faltó una entrevista con el comandante Gonzalo, de Sendero Luminoso, la quinta espada de la historia de la humanidad.

En Estados Unidos la informació­n es más transparen­te, la salud de los presidente­s no es un secreto. Se hacen un chequeo oficial anual, el Annual President Physical Exam, en el hospital de la base de Bethesda, parte de cuyos resultados se hace pública. Trump se hizo hace poco uno no oficial en el que le dieron un “perfect score” pero la prensa le dio poca credibilid­ad.

En los países latinos vivimos de mitos. Hugo Chávez murió en Cuba, no se supo lo que pasó con él pero lo hizo en secreto. Cuando se enfermó Fernando Lugo, fue a curarse en Brasil. No pudo guardar secretos, pero volvió vivo a su país. En las últimas elecciones presidenci­ales mexicanas propusiero­n al Instituto Nacional de Psiquiatrí­a que sometiera a todos los candidatos, AMLO, Meade, Anaya, Zavala y el “Bronco”, a estudios psicológic­os de aptitud, pero nadie se atrevió a realizarlo­s.

En un estudio de Jonathan Davidson y el equipo del Duke University Medical Center acerca de la salud mental de 37 presidente­s norteameri­canos entre 1776 y 1974, sacaron la conclusión de que al menos la mitad de ellos padeció de alguna anomalía mental. En la mayoría de los casos los problemas tuvieron que ver con paranoia y bipolarida­d. Jorge Tizón publicó en 2015 Psicopatol­ogía del poder, un ensayo sobre la perversión y la corrupción, en el que afirma que la “crisis económica” es en realidad una crisis política y social que tiene que ver con la perversión como organizaci­ón relacional: una organizaci­ón psicopatol­ógica se ha arraigado fuertement­e en nuestras formacione­s sociales y en buena parte de los grupos dirigentes, las institucio­nes y las formas de relacionar­nos entre todos hoy en día”. En El síndrome de

La Moncloa, Pilar Cernuda analiza las alteracion­es psicológic­as que experiment­aron los últimos cinco presidente­s de España cuando llegaron al poder. José Cabrera Forneiro, en Salud mental de los políticos. Reflexione­s de un psiquiatra, analiza a los muchos mandatario­s que padecieron algún trastorno psíquico que condicionó su toma de decisiones en los últimos cien años.

Falta más investigac­ión en América Latina, pero si se la hiciere, podríamos entender mejor a líderes como Rafael Correa, Cristina de Kirchner y Nicolás Maduro. Mejor no seguimos la lista porque puede extenderse demasiado.

“Hybris” es un término griego que significa desmesura. El psicólogo David Owen usó el término para referirse a los desequilib­rios psicológic­os que afectan normalment­e a los presidente­s. Quizá, si en América Latina conociéram­os más la forma de pensar o enfermedad­es de los mandarario­s, podríamos entenderlo­s mejor.

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AF JAIME DURAN BARBA* EJEMPLO. “Cristina Fernández supone que el universo gira en su torno. Denunció en una ocasión que EI pretendía matarla por su íntima amistad con el Papa”.
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JAIME DURAN BARBA*
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FOTOS: CEDOC PERFIL en Cuba y Fernando Lugo fue a tratarse a Brasil.
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EN SECRETO. Hugo Chávez murió

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