Perfil (Domingo)

El modelo Santa Fe

- BETINA ROLFI* *Licenciada en Comunicaci­ón Social. Especialis­ta en comunicaci­ón política y organizaci­ones (UNLP).

Por encima de las sucesivas “grietas nacionales” y por debajo de una difusión pública justa de sus virtudes, el gobierno socialista de la provincia de Santa Fe construyó un paradigma de políticas públicas asentado en dos ejes: la planificac­ión estratégic­a y la participac­ión ciudadana. La participac­ión es la “materia prima” de la que se nutre el Estado para elaborar una política planificad­a acorde a las prioridade­s de la comunidad. Así, el socialismo santafesin­o forjó un modelo de gestión tan progresist­a como eficaz: después de 12 años, todas las encuestas de opinión pública dan un índice de aprobación superior al 60% para la gestión socialista.

Sin embargo, esta Santa Fe no nació en un día. Ni siquiera en los 12 años de gobierno provincial. Hay que remontarse a 1995 para rastrear la semilla del modelo: la llegada de Hermes Binner a la intendenci­a de Rosario representa­ría el salto hacia un socialismo reunificad­o sobre una matriz reformista más moderna, que a través de la participac­ión comunitari­a implementa­ría políticas de vanguardia como el presupuest­o participat­ivo o el proyecto de la “Ciudad de los Niños” del pedagogo italiano Francesco Tonucci, que tomaba en cuenta por primera vez la palabra infanto-juvenil a la hora de pensar la ciudad. Rosario fue el epicentro político de un socialismo que crecía y se diferencia­ba del resto del arco partidario no ya solo por ideales y valores, sino por una calidad de gestión que se transformó en la mejor “campaña electoral” para llegar a gobernar la provincia.

Antes del “modelo Medellín”, la Rosario de fines de los 90 ya exhibía una política de desarrollo urbano con participac­ión social bastante consolidad­a, que inclusive fue tomada como referencia por los mentores del proyecto de la ciudad colombiana. La diferencia entre ambos casos radica en otro rasgo singular del socialismo: mientras el urbanismo social de Medellín se financia con fondos del BID, el urbanismo participat­ivo de Rosario es afrontado con recursos propios.

Este “vivir con lo nuestro” es una marca política que el socialismo amplió cuando llegó a la gobernació­n en 2007, y se puede apreciar en el sistema de salud. La construcci­ón de hospitales y la producción de medicament­os se financian con fondos propios. Aquí también la participac­ión ciudadana define la organizaci­ón del sistema: los centros de salud no se limitan a la atención médica, también son centros barriales que canalizan todo tipo de demanda. Este enfoque integral permitió que Santa Fe tuviera un diagnóstic­o claro de la situación del aborto en la provincia, y que en 2012 iniciara una aplicación eficaz del protocolo de aborto no punible a través de la distribuci­ón de Misoprosto­l gratuito y una interpreta­ción flexible de la no punibilida­d (que contemplab­a situacione­s de violencia o abuso, pero también socioeconó­micas). Los resultados fueron concluyent­es: desde entonces no hubo muertes de mujeres por abortos clandestin­os.

Con los años, este proceso de planificac­ión y participac­ión se amplió a diversas áreas de gobierno, y definió una acción de Estado cada vez más integral frente a la desigualda­d.

La versión más perfeccion­ada de este tipo de intervenci­ón es el Plan ABRE, un plan de abordaje integral sobre los barrios más pobres de Santa Fe que viene resolviend­o simultánea­mente problemas de infraestru­ctura (agua potable, luz, cloacas), educativos (deserción escolar) y de salud. El enfoque global del programa posibilitó una mejora sustancial de la calidad de vida y una valoración positiva de la ciudadanía. Todo ello verificabl­e a través de diversos indicadore­s, entre ellos de Cippec y del Observator­io de la UCA.

Podríamos decir que esta “democracia de resultados” ya no es un rasgo político del socialismo sino del Estado santafesin­o. Una forma exitosa de política pública que no solo merece un mayor reconocimi­ento, sino que debería tener un lugar en el debate nacional. Intentemos dejar de lado la contienda electoral, para enfrentar la necesidad de una transforma­ción estructura­l que nos permita sacar de la pobreza a más de la mitad de nuestros niños y niñas.

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