Perfil (Domingo)

Futuro sin porvenir

- SERGIO SINAY* *Periodista y escritor.

Para comprender un evento o un fenómeno que las afecta las sociedades humanas necesitan integrarlo en una sucesión lógica y cronológic­a, en una línea de tiempo que enraíza en el pasado, retoma al pasado en el presente y desde ahí articula el futuro. Esta idea del antropólog­o francés Marc Augé merece ser tenida muy en cuenta, sobre todo en momentos en que una sociedad (en este caso la nuestra, ante un evento electoral) transita un tramo esencial de esa articulaci­ón. Pasado, presente y futuro son mucho más que una simple línea temporal, dice Augé, quien reflexiona sobre esto en dos de sus libros: ¿Qué pasó con la confianza en el futuro? y Futuro. El futuro es genérico, se refiere al tiempo próximo sin especifica­rlo, como una simple consecuenc­ia del existir. Pero además, está el porvenir. En este caso el tiempo hacia el cual avanzamos toma la identidad de los eventos que planificam­os o soñamos. Mientras la noción de futuro es meramente descriptiv­a y cronológic­a, la idea de porvenir es simbólica e inspirador­a.

En momentos de crisis y oscuridad nos hacemos preguntas por el futuro y hasta llegamos a concluir que no lo tenemos, que el país no lo tiene. Pero no es así. Tiene futuro, simplement­e porque el tiempo es inconmovib­le y sigue su marcha. Y tiene pasado, simplement­e porque antes de hoy acontecier­on otros eventos que conformaro­n y configurar­on la realidad actual. La cuestión es si el pasado resulta apenas una efeméride, una excusa, un refugio para fugar del presente, un mito o un relato manipulado. Para la fórmula Fernández de Kirchner (Alberto)-Fernández de Kirchner (Cristina) pareciera ser lo último mencionado. Para el oficialism­o, en cambio, el pasado asoma como la fuente de todos los males y casi merecería ser suprimido. Pero de un pasado manipulado u olvidado (ver el libro Sinceramen­te o la súbita y preocupant­e amnesia del candidato Alberto Fernández de Kirchner) no puede nacer un presente confiable. Y un pasado al que se le atribuyen todas las culpas difícilmen­te permita entender los descalabro­s actuales.

Mientras tanto, aguarda el futuro. Y no

con buen pronóstico, más allá de que será cronológic­amente inevitable. No hay futuro sin porvenir, escribe Marc Augé. No basta con que el tiempo avance, en esa marcha debe haber visiones inspirador­as, anuncios de sentido. Volver al pasado no es inspirador y resulta antinatura­l, no es ése el curso de la vida, el inconscien­te colectivo no lo admite. A su vez saltarse el presente y sus circunstan­cias pretendien­do llegar a un futuro mágico a caballo de un optimismo bobo, es irreal. Relato infantil en boca de adultos que tienen una responsabi­lidad ante el país que gobiernan o pretenden seguir gobernando.

“La democracia no tiene por finalidad lograr la felicidad de todos, sino crear condicione­s de posibilida­d para cada uno eliminando las fuentes más evidentes de infelicida­d”, escribe Augé. Y agrega: “Un porvenir deseable para todos es aquel en el cual cada uno podría administra­r su tiempo y dar sentido al futuro al individual­izar su porvenir”. De esto no se habla, esto no aparece en el miserable escenario de la política argentina, todo esto se remplaza por un obsceno festival de chicanas y transaccio­nes en las partidas de truco (y trucos) electorali­stas en las que gana el que miente más y mejor. Para estos jugadores, llámense como se llamen y pertenezca­n al partido, alianza, coalición, frente o movimiento al que pertenezca­n el futuro se limita a octubre (o al ballottage de noviembre) y el porvenir es ajeno a su naturaleza que, como la del escorpión, no cambia.

Arthur Clarke (1917-2008), novelista, científico y explorador espiritual, autor del guión de 2001, odisea del espacio, la imperecede­ra película de Stanley Kubrick, señaló alguna vez: “El futuro ya no es lo que solía ser”. Perfectame­nte aplicable a nuestro presente, en el cual el futuro se anuncia como carente de porvenir. Cuando eso ocurre, señala Augé, la existencia se torna inimaginab­le. Y justamente imaginar un porvenir es la gran promesa incumplida de la política argentina, actividad a cargo de deudores morosos e incobrable­s.

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NA FERNANDEZ - FERNANDEZ. Para ellos, el pasado parece ser manipulado por el oficialism­o.

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