Perfil (Domingo)

El otro mito de Narciso

Directora, escenógraf­a y fotógrafa de su propio trabajo, la argentina Flavia Da Rin (1978) recurre a la ficción y modifica su imagen hasta quedar irreconoci­ble. “¿Quién es esa chica?” se presenta en el Museo de Arte Moderno hasta el 6 de octubre.

- LAURA ISOLA

En 1959, Colin MacIness publicó Absolute Beginners, la novela que fue un manual de uso de lo que había nacido en el período de entreguerr­as del siglo XX: la adolescenc­ia. El protagonis­ta, un fotógrafo de 18 años, narra su peripecia sobre cómo ser un joven en Londres. Narrarse a sí mismo en esa etapa de crecimient­o parece ser la condición de posibilida­d de ser uno mismo. Esa novela

de iniciación participa aún de cierta lógica de lo que fue esta literatura en el siglo pasado.

El otro momento que vuelve a definir esta noción de sujeto ligada a una práctica, y sobre todo al consumo, es 1999. Fue cuando apareció Tiqqun, una publicació­n francesa sobre filosofía redactada por varios autores, algo así como un colectivo autoral, aunque prefiriero­n denominars­e “el lugar del espíritu del cual provienen estos escritos» para “recrear las condicione­s de otra comunidad”. Entre sus textos está Primeros materiales para una teoría de la jovencita, donde sobre el cuerpo de la joven hacen pasar toda una forma de vida sin hacer tanto hincapié en el sexo sino en una manera de consumo: “La Jovencita no es más que el ciudadano-modelo tal como es redefinido por la sociedad mercantil a partir de la Primera Guerra Mundial, como respuesta explícita a la amenaza revolucion­aria”. Para Tiqqun, la jeune-fille es el producto y el modelo de ciudadana de la sociedad de consumo: solo hay seducción en el consumo. Por eso, el análisis que hacen va desde las revistas francesas femeninas, la figura de Albertine de Proust, hasta la inmadurez que tematiza Gombrowicz en Ferdydurke.

¿Quién es esa chica?, la muestra retrospect­iva de Flavia Da Rin, participa, de modo imaginario, de esta historia del término. Luego de que hayamos dicho que también de la historia del arte: en las citas a los clásicos de la pintura, en los nexos con artistas como Brancusi en la serie sobre bailarinas y performers. O eso del gesto que lleva al límite de lo pop la tradición de ubicarse en algún lugar del cuadro, como los pintores del Barroco. Aún más en su parentesco con Cindy Sherman en la lectura del mito de Narciso, que es el de la duplicació­n y la repetición. Imagen y sonido redoblan y propician la tragedia. El autorretra­to eterno de Flavia Da Rin (el de Cindy Sherman) sugiere el pensamient­o narcisista que proviene del mito, como casi todas las cosas que pensó Sigmund Freud. Pasarse toda una carrera artística sacándose fotos de ella misma parece ser la cita obligada de la contempora­neidad con la leyenda del bello joven que se ahoga en sí mismo.

Sin embargo, desde el nacimiento de los teens hasta las “it” girls (las que poseen la cualidad absoluta: tienen “eso”) pasando por las young girls, la obra de Da Rin es una disección teórica del derrotero de una de las formas de mercancía del capitalism­o: el espectácul­o viviente de la jovencita. Porque, de manera obliterada, Da Rin apela a ese universo. En el justo momento en que la crítica se encuentra con la reflexión, y lejos de ser chillona y prepotente, se desliza por el lado inteligent­e del asunto.

Ya vimos que la jovencita no siempre es joven, incluso ni siquiera hace falta que sea mujer. Por eso en las imágenes de Da Rin se va desenvolvi­endo esta idea que atañe no solo a las artes visuales sino a un modo de especulaci­ón con lo que el filósofo italiano Giorgio Agamben llama “forma de vida”. Una vida que no puede ser separada de su forma. Que a su vez es fabricada para la foto y, por tanto, forma parte de una ficción visual que dialoga con algunas aristas de la realidad.

La operación de Da Rin, en ese sentido, no es realista. Está menos interesada en cómo son esas mujeres en el mundo que por proponer formas de vida alternativ­as que añaden algo, poco o mucho, de las no ficcionale­s. Son robots o replicante­s a los que les pone su cara como una máscara y un título. A veces, sin título. Es ella pero es las ot ras.

El autorretra­to eterno de Flavia Da Rin sugiere el pensamient­o narcisista

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FOTOS: CEDOC PERFIL DA RIN. Como si fuera una cita obligada de la modernidad, Flavia Da Rin pasó toda una carrera artística sacándose fotos de ella misma.
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disección del derrotero de una de las formas de mercancía del capitalism­o: el
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MUESTRA. La obra de Da Rin es la
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espectácul­o de la jovencita.

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