El margen y la incertidumbre
Más que periodismo cultural, tenemos una turbia insistencia en la cultura del periodismo. Como decía cierto amigo barrial: ni calvo ni con dos pelucas. La moderación no es una característica argentina, de hecho, la cultura sufrió su propia crisis de 2001, lo que llevó a una verdadera parálisis afásica hasta 2003. De allí en adelante ocurrió un fenómeno inusual: el blog. Una pizarra de escritura diaria, el paredón de consigna, el comentario para la discusión, incluyendo la infamia y la degradación. Y, de manera cierta, el asomo de la literatura tan escaldada por la humillación individual. Una respuesta resistente. Una resistencia en palabras.
El zoológico no fue virtual, sino concreto: de expresiones colectivas (Los Trabajos Prácticos, Nación Apache, La Maquilladora, El Club de Traductores Literarios),
a refugios individuales como Borderline Carlito (Carlos Busqued),
La ruta de la seda (Inés Pereira), O Comment
(Bob Chow). Mientras tanto, a este outsider de la discusión le llegaba un temprano mail con una novela de 700 páginas (sí, setecientas a un espacio de interlínea, vale decir, más de 1200 en formato editorial) titulada La Matanza. Su autor concordaba con mi defensa sobre la novela de ideas que había leído en mi extinto blog El Fantasma, pedía opinión. Se trataba de su obra madre, del núcleo creativo que deviene en los distintos libros que Pablo Farrés publicó y sigue publicando. Era su
Ulises conurbano, hoy una catarata de novelas. Esos nexos de la herramienta web se incorporaron a los medios digitales de los distintos diarios tradicionales. El blog quedó vigente como columna lúcida (tendiendo una mirada por fuera de cierto corset editorialista), ejemplo de ello fue Gianero Solitario, de Pablo Gianera en La Nación. Pero no debemos olvidar que intelectuales de la talla de Hugo Savino y Luis Thonis marcaron una profunda huella textual allí mismo. O escritores, traductores y ensayistas: Gabriel Báñez, Oliverio Coelho, Gustavo Nielsen, Mariano Dupont, Jorge Aulicino, Daniel Link, Guillermo Piro, Federico Levín. De los blogs citados algunos se convirtieron en libro, otros en archivos de miles de páginas. Algo volverá de ello. Pero hoy, con la portabilidad del medio digital por excelencia, el celular, la lectura cultural circula por Twitter. No solo supera las distancias físicas sino las lingüísticas sumando la difusión instantánea. Edmundo Paz Soldán, Pablo Schiaffino, Patricio Pron, Diego Fonseca y una larga lista de mujeres encabezada por Claudia Piñeiro, conforman el circuito literario. Luego, otros fenómenos como @boschbot (que reproduce detalles de El jardín de las delicias de El Bosco) o @Maeterlinck (rescata obras pictóricas universales), amplían el campo de batalla. Esta horizontalidad inmediata supera al espíritu tribal de los círculos culturales, rompe el molde. Una corriente de aire para el intercambio, la discrepancia, entre el margen y la incertidumbre ante un futuro sombrío, donde escribir puede que sea un delito penado con la muerte.n