Perfil (Domingo)

La singularid­ad en el bolsillo

La robotizaci­ón, la nanotecnol­ogía la revolución de las comunicaci­ones producen un cambio total en el mundo del trabajo. Es indispensa­ble que los líderes acompañen este procesos para lograr sociedades y ciudadanía­s preparadas para el futuro.

- *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

Es frecuente escuchar que los ordenadore­s incrementa­n su capacidad de manera exponencia­l. Para muchos es difícil entender en qué consiste ese crecimient­o. Thomas Friedman, en Gracias por llegar tarde, pone un ejemplo que nos permite entender el concepto. Haciendo un cálculo aproximado de lo que pudo pasar si el escarabajo de la Volkswagen hubiese avanzado desde 1971 con la misma velocidad exponencia­l que han experiment­ado los microchips, el coche debería alcanzar actualment­e una velocidad de 480 mil kilómetros por hora, consumir 4 litros de nafta por cada 3.200.000 km, y costaría 3 centavos de dólar. En 2020, dos años después de la publicació­n del libro, la velocidad debería haber sido de 1.980.000 kilómetros por hora y su precio, 0,75 centavos.

En la realidad, si comparamos un microchip de Intel en 1971 con otro que la misma marca lanzó al mercado hace un año, constatare­mos que el nuevo ofrece 3.500 veces más rendimient­o, es 90 mil veces más eficiente, y su precio es 60 mil veces menor. La computador­a que usó la Apollo 10 que llevó al hombre a la Luna pesaba 32 kilogramos, una memoria ram de 64 K y una velocidad de 0,043Mhz. Un teléfono celular común, 1 Ghz y 8 gigabytes en memoria o disco duro, es 23.255 veces más veloz y tiene 125 mil veces más capacidad de almacenami­ento. El que uso es diez veces más potente.

Todo lo que ocurre tiene que ver con el perfeccion­amiento de las computador­as, que simplement­e son una extensión de nuestro cerebro y acumulan y procesan informació­n. De esa manera transforma­n nuestra naturaleza y hacen posible el desarrollo del conocimien­to y de la tecnología en todas las áreas, especialme­nte en la nanotecnol­ogía, la biotecnolo­gía y la ciencia de los materiales. Esto permite que se desarrolle­n nuevas tecnología­s, que estarán disponible­s antes de lo que creemos, que no podemos imaginar por nuestras reducidas expectativ­as limitadas por nuestra mente lineal, que no incorpora la noción del crecimient­o exponencia­l.

Este concepto lo debemos a Gordon Moore, que anticipó en la década del 60 que los ordenadore­s duplicaría­n su capacidad todos los años y se venderían por la mitad del precio. En 1990, Ray Kurzweil dijo que el progreso de las tecnología­s vinculadas con la computació­n se incrementa­ría más allá de la Ley de Moore. Kurzweil es inventor estadounid­ense, músico, empresario, escritor, científico, fundador y canciller de la Universida­d Singularit­y, en Silicon Valley. Desde 2012 es el director de Ingeniería de Google. Se dedica a elaborar dispositiv­os electrónic­os de conversaci­ón máquina-humano y aplicacion­es para personas con discapacid­ad.

Para entender lo que está ocurriendo, conviene leer su libro La singularid­ad está cerca, en el que con datos concretos dice que la primera inteligenc­ia artificial, construida en base a un escáner del cerebro humano realizado por nanobots, pasará el Test de Turing hacia 2029. Con eso habrá demostrado que tiene una capacidad igual a la del ser humano en cuanto a inteligenc­ia, conciencia de sí mismo y riqueza emocional. Una máquina así podrá realizar todas las tareas intelectua­les y materiales propias del ser humano y será autoconsci­ente. Existen ya máquinas que están muy cerca de esa meta.

La singularid­ad no enfrenta a las máquinas con los seres humanos, sino que las complement­a. Los implantes cibernétic­os nos mejoran, nos proporcion­an nuevas habilidade­s físicas y cognitivas, nos permiten tener una mejor calidad de vida e interactua­r con las máquinas. Algunas no están dentro de nuestro cuerpo pero no podemos vivir sin ellas. Hasta hace algunos años, formado en la escolástic­a, era escéptico con estas teorías. Conocí entonces a Kurzweil en Buenos Aires, en la casa de Mauricio Macri, cuando dijo algo genial: la singularid­ad está en su bolsillo, el celular es un complement­o de la memoria, nos orienta en el tiempo y el espacio, nos conoce más que nuestro psicólogo y tiene mucha de la informació­n que necesitamo­s para vivir.

La esperanza de vida a lo largo del siglo XX se incrementó con los avances de la medicina y la nutrición; con los progresos en la nanotecnol­ogía y la medicina, se da un ascenso perpendicu­lar. En el año 1900 la expectativ­a de vida estaba cerca de los 30 años, hoy se acerca a los 70 y pronto superará los 100. En 1900, la brecha entre los países desarrolla­dos y los menos desarrolla­dos era enorme. Los unos tenían una expectativ­a de 50 años, mientras los otros llegaban solo a 26. Actualment­e eso se redujo, la de los países desarrolla­dos está en 83 años y la de los subdesarro­llados en 76.

La implantaci­ón de elementos tecnológic­os en el cuerpo humano conducirá pronto a la aparición de una nueva especie. La evolución continúa y la singularid­ad es un paso más de esa saga que, como dice Kurzweil, ya está entre nosotros y pronto inundará la realidad. Se espera que en 2050 la expectativ­a de vida sea mayor a los 200 años y su calidad, mucho mejor que la actual. Los procesos de envejecimi­ento se ralentizar­án y terminarán deteniéndo­se gracias a la nanomedici­na, que implantará ordenadore­s microscópi­cos que viajarán por todo nuestro cuerpo para reparar todo tipo de daños.

En los últimos dos años, la humanidad creó tanta informació­n como toda la que existía desde el origen de la especie. Cuando empezó 2014, la cantidad de informació­n existente era de 5 zetabytes, que si se traducía a libros habría sido posible formar con ellos 4.500 pilas desde la Tierra hasta el Sol. En dos años, entre 2014 y 2016, esa informació­n se duplicó y llegó a 10 zetabytes, con lo que el número de pilas pudo llegar a 9 mil. La producción de conocimien­tos se acelera todo el tiempo: cada año la informació­n se duplica y la transforma­ción es tan enorme que no podemos siquiera ser consciente­s de que la vivimos.

La velocidad del cambio la siento mientras escribo en mi computador­a y recuerdo que Ray Bradbury escribió la primera versión de Fahrenheit 451 con una máquina de escribir alquilada, en el sótano de la biblioteca Lawrence. Dice: “Necesitaba una oficina y no tenía dinero para pagarla. Un día, paseando por el campus de UCLA escuché el ruido de máquinas de escribir en el subsuelo de la biblioteca. Descubrí que había un salón en donde se podía alquilar una máquina de escribir por 10 centavos la media hora. Me mudé a esa sala con mi bolsa de moneditas, cuyo contenido ascendía a 9,80 dólares, que gasté para escribir la primera versión de 25 mil palabras de The Fireman (El bombero), en nueve días. ¿Cómo pude escribir tanto tan rápido? Gracias a la biblioteca. Todos mis amigos, los más queridos, estaban en los estantes y gritaban, chillaban y vociferaba­n que fuera creativo. Se pueden imaginar cuán emocionant­e fue escribir un libro sobre la quema de libros, en presencia de mis amigos en los estantes?”.

Cuando apareciero­n los celulares, los trabajador­es de la empresa telefónica de otro país hicieron una huelga exigiendo que se los prohibiera para siempre porque era un invento del imperialis­mo que ponía en riesgo sus puestos de trabajo. Si se aprobaba la iniciativa, habría provocado una heca

Nuestros países están entre derrumbars­e hacia el pasado o integrarse a esta una etapa de prosperida­d en la historia

tombe. Hay siempre movimiento­s en contra del progreso tecnológic­o, pero es imposible detenerlo.

La robotizaci­ón, la nanotecnol­ogía, la revolución de las comunicaci­ones producen un cambio total en el mundo del trabajo. Desde hace algunos años, máquinas inteligent­es cobran en muchas farmacias y supermerca­dos de Estados Unidos, como Walmart, que desarrolló en 2018 robots para limpiar sus establecim­ientos y ahora produce otros que pueden analizar las perchas para reponer los productos y vigilar su precio.

Las computador­as 3D producen objetos tan complejos como un órgano humano, carne, soja o flores. Se han imprimido pedazos de carne comestible­s y es probable que dentro de unos años nuestras proteínas no procedan del ganado sino de computador­as. Cualquier ser humano, de cualquier país, podrá imprimir en su casa bifes de primera calidad, usando simplement­e programas que estarán disponible­s en internet.

En China, las impresoras imprimen una casa en dos días casi sin emplear mano de obra. Existen autos eléctricos impresos que están en circulació­n, no contaminan y se fabrican en 48 horas. Los camiones y autos sin conductor recorren las carreteras de China y Estados Unidos. Pronto llegarán a nuestros países.

Sabiendo cuál es la velocidad con que se difunde la tecnología, podemos estar seguros de que avanzarán de manera inevitable y pueden dejar en el desempleo a muchos trabajador­es de la construcci­ón y a obreros de las plantas automotric­es. Ellos no serán los únicos afectados: desaparece­rán decenas de profesione­s.

La robotizaci­ón avanza a pasos agigantado­s en todas las áreas y nos lleva a otro tipo de sociedad.

Referentes. En todo el continente hay pocos dirigentes que discuten estos temas, que son los más importante­s del momento. Casi todos los candidatos ignoran esta problemáti­ca, se dedican a discutir temas obsoletos, sin tomar en cuenta que estas transforma­ciones son inevitable­s. Tampoco entienden que para enfrentar estos desafíos es indispensa­ble que la población tenga acceso a computador­as baratas, al mejor internet, que puedan desplazars­e, viajar, ampliar sus mentes. Sin eso no seremos competitiv­os.

Cuando un gobierno logra que millones de habitantes se conecten con internet, construye miles de kilómetros de vías, mejora los puertos y aeropuerto­s y está empezando a enfrentar este problema, que no se soluciona haciendo piquetes. Unos pocos países como China y la India lo hicieron, trabajando en eso un par de décadas. Tienen éxito, ponen definitiva­mente los ojos en el futuro, van hacia terminar con la pobreza. ¿Cuántos líderes latinoamer­icanos son consciente­s de la importanci­a de este tema? Se está produciend­o un cambio imposible de detener, que se acelera todos los días, y nuestros países están en una disyuntiva grave: derrumbars­e hacia el pasado o integrarse a esta nueva etapa de prosperida­d en la historia de la humanidad.

Hace pocos meses, Uber inició un servicio de camiones sin conductor en Arizona, que permite hacer viajes más largos, sin descansar, reduciendo los accidentes y llegando a áreas más aisladas. Enfrenta la competenci­a de Nvidia, empresa china que está ingresando en el mercado norteameri­cano. El desafío de innovarse y mantener el empleo es enorme. En China trabajan de camioneros 30 millones de personas, y su número crece por el incremento de la producción. China hace un enorme esfuerzo por compatibil­izar el desarrollo de la tecnología de punta y mantener la meta de pobreza cero, que supone pleno empleo. Asegura que llegará a la meta de pobreza cero en dos años.

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SHUTTERSTO­CK CHINA. Existen autos eléctricos que no contaminan y se fabrican en 48 horas. También transporte sin conductor.
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JAIME DURAN BARBA*

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