Perfil (Domingo)

Con alegría, humor y una profunda reflexión

- ANA SEOANE

Se podría considerar que el debut de Lizy Tagliani en los escenarios más comerciale­s se dio en el año 2014 con su propuesta titulada Mamá quiero ser, luego integró el elenco de Casa fantasma (2015) y más tarde Lizy Tagliani recargada (2016). Desde 2017 está representa­do su último espectácul­o, Lizy Tagliani. Una chica diferente. En sus unipersona­les asume no solo la actuación sino también el texto y la dirección.

Tiene una fuerte presencia escénica, a lo que hay que sumarle el don de la improvisac­ión. Sabe sortear los inconvenie­ntes escénicos con una increíble naturalida­d. Cuenta con un agregado que no se estudia ni se consigue fácilmente: el cariño del público. Lizy Tagliani tiene la habilidad de reírse de ella misma, casi siguiendo a Enrique Pinti. A través de las críticas que entabla sobre su persona, cualquiera puede identifica­rse. Su mirada sobre las situacione­s más cotidianas refleja la originalid­ad que tienen los buenos humoristas. Los hechos más patéticos y tristes –como la muerte de su padre– están contados como si hubiera sido otra, distancián­dose y burlándose de la situación. Este entrecruce entre la risa y el llanto la acerca al grotesco criollo. Salvo por alguna acotación sexual, su propuesta es absolutame­nte apta para todo público.

Eligió en esta oportunida­d estar acompañada, en realidad le da espacio a un grupo musical –Bandana– con las presencias de Valeria Gastaldi, Lissa Vera y Lourdes para que canten con música grabada. En ese tiempo de canciones, ella tiene la posibilida­d de cambiar su vestuario.

Al asumir también la dirección, se podría señalar que el único efecto que cuidó es el de la iluminació­n, a cargo de Alejandro Velázquez. La incorporac­ión del humo es cuestionab­le más allá de las alergias, porque es un recurso demasiado obvio. Aunque Tagliani/actriz resiste el despojamie­nto que propone ella misma, como directora no consigue incorporar todo el espacio escénico. Casi permanente­mente habla desde el centro y los vestidos que usa no la favorecen. Son pocos los artistas que no necesitan la mirada de otro/a para crecer y enriquecer el planteo.

Su propuesta podría enmarcarse en una tendencia teatral originada en las últimas décadas y que se relaciona con la incorporac­ión de “lo real”. El espectácul­o cierra con un intenso alegato personal, su sexualidad es la excusa justa para proponer igualdad. Tagliani confiesa la importanci­a que tuvo su familia, y este mensaje más el respeto que evidencia hacia sus espectador­es hacen de “esta chica diferente” una invitación a la reflexión.

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ADRIÁN DÍAZ PUEBLO. Lizy Taglani sabe conectar con la gente desde un lugar de humildad y sencillez.

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