Perfil (Domingo)

“Los atracadore­s son algo así como unos Robin Hood”

Es la sorpresa en La casa de papel con su personaje Palermo. Actor desde que tiene memoria, cuenta sus miedos frente a la masividad que se le viene, y dice que la serie tiene apoyo popular porque refleja la asfixia del indignado. Reivindica el humor, desd

- JUAN MANUEL DOMíNGUEZ CEDOC PERFIL CEDOC

La casa de papel es la serie de Netflix de habla hispana más exitosa. Ahí está Stephen King, que ha confesado ser fan. Y hay más pruebas: los cientos de noticias con su continuaci­ón, la futura ficcionali­zación que llevará a cabo Planeta o cómo sus estrellas, especialme­nte Ursula Corberó, han devenido un fenómeno global. Con más de 19 millones de visualizac­iones para la temporada anterior, en esta nueva y ya disponible tercera tanda de episodios hay un nombre que late fuerte en nuestra memoria de series poderosas. Y es el argentino Rodrigo de la Serna, que ya había marcado a fuego el mundo de las series cuando no era este siquiera un

germen en la imaginació­n de ningún creativo, con su protagónic­o en Okupas. Radicado en España desde hace meses, padre por segunda vez hace poco, De la Serna hoy –como Palermo– es parte de La casa de papel. Sobre su personaje confiesa a PERFIL: “Es un rol muy atormentad­o el que tengo que hacer. Palermo es un banquete para un actor. Las cosas por las que lo van a ver pasar implican un abanico muy amplio de muchos matices y mucho vértigo emocional.”

—¿Cuál es el nervio del mundo que creés que toca la serie que la ha convertido en un fenómeno global como ninguna otra serie hablada en español de Netflix?

—Es evidente que, creo, tiene que ver con la asfixia global respecto de un sistema financiero perverso que destruye ambiciones de las personas y las arroja a la pobreza. Y los que no cayeron todavía cada vez tienen que pagar más impuestos para beneficios de tan pocas personas. Todo ese contexto es para que esta sea una serie sensación, en este caso, clásica de un genero clásico que viene siendo la idea de que los atracadore­s son algo así como unos Robin Hood.

—¿Qué papel dirías que juega esa crisis en la serie?

—En este caso, el telón es ese, ¿no? Una idea más global que sabe escuchar el hastío más generaliza­do, cercano a los indignados. Acá en Argentina ni hablar, por algo pegó tanto

en este país. Si de algo sabemos en Argentina es de crisis financiera­s, las tenemos muy claras. Respondien­do más a tu pregunta, creo que es eso, pero el éxito no tiene solo que ver con eso y el foco de la serie no esta ahí. Creo que el plus que tienen los autores, Alex Pina, Javier Gómez Santander, Luis Moya Redrado y Juan López, es que además de saber de dramaturgi­a son comunicado­res sociales. Y ahí es donde me parece que tienen ese plus comunicaci­onal y van a lo icónico: el mameluco rojo, el color rojo, la máscara de Dalí, el quilombo financiero, los roles que son bastante arquetípic­os. Todo comunicaci­onalmente es una bomba, y eso, combinado con Netflix, hace que la masividad sea posible. Esa es la mezcla que define a La casa de papel.

—Palermo, tu personaje, es una muestra de algo que hacés siempre: encontrarl­es una veta cómica, sea un prócer o un experto en robos. Entendés el absurdo de ese personaje y lo mostrás. ¿Lo ves así?

—Es innato. Es algo que me gusta y me identifica siempre. Con los cómics argentinos, con Pepe Biondi, con todo lo que veía de chico, hasta Benny Hill, el humor de Jerry Lewis... El humor siempre me hizo disfrutar el absurdo, la exageració­n que esta ahí y se puede contener. Me sale solo. Soy un disociado: veo que siempre en la tragedia hay algo patético y absurdo, en la concepción. Siento que la realidad es básicament­e una farsa. Es una construcci­ón que es una farsa. Y al revés también: en la comedia puedo percibir la tragedia, el dolor y la melancolía. Es mezclar un poquito de las dos cosas.

—Siempre sos un actor que parece visceral. En ese sentido, ¿cómo lidiaste con algo que parece diseñado milímetro por milímetro, casi geométrica­mente, como “La casa de papel”?

—Es geométrica, con una minuciosid­ad técnica impresiona­nte. Pocas veces me ha pasado eso. Por ahí con Damián Szifron y de alguna manera con Bruno Stagnaro, que es un tipo que contiene más… Yo hago roles también más naturalist­as, pero en este caso, en ese trazado geométrico tan puntual mi carta es un vértigo, es ese remolino, ese rol de mi personaje, con todo el camino diseñado, trazado y perfectame­nte preciso. Yo me encargo de traer un poco de caos, pero cuando pude entender el lenguaje narrativo que proponían fue incluso mejor para el personaje. Más interesant­e.

—¿Cómo te llevás con la idea de masividad consideran­do, como dijiste, que Netflix es una plataforma como ninguna otra en ese sentido, en esta edad dorada de las series?

—Fue paulatina la masividad en mi vida. La vez que más me costó la masividad fue la primera vez que trabajé en televisión, en Naranja y media en el 97. Un programa muuuuy popular, de cuando la gente veía mucha televisión, con treinta o cuarenta puntos de rating. Fue de un día para el otro. Ahí sí lo padecí. De un día para otro no pude salir más a la calle. Tuve otras cosas, Okupas, Lombardo en El puntero. Estoy como templado. Pero con lo que está por pasar ahora, no sé. Mis compañeros me dicen que pasaron de tener 6 mil seguidores en Instagram a 3 millones.

—¿Creés que la idea de Robin Hood modernos es posible en este mundo?

—Es una idea un poco bucólica, la de Robin Hood haciendo justicia por millones. Me parece que se va a caer. En algún momento se tiene que caer. Porque no se resiste más, no se aguanta más. Es un paradigma muy perverso, que tenemos que cambiar de alguna manera. Ojalá lo veamos, ojalá lo pueda ver.

—¿Qué creés en ese sentido que implica el boom de las series?

—Es contradict­orio, porque colabora. No estamos haciendo la revolución con este programa, ni mucho menos. Es una serie masiva, de consumo masivo, que ni siquiera cuestiona en profundida­d. Pero me da la posibilida­d frente a un periodista como vos, como el tema está de fondo, de poder decir algunas cositas. Insisto, la revolución no se hace mirando Netflix. Y tampoco hablo de revolución, porque es una palabra con una carga muy violenta. Pero sí una alquimia, digamos, pasar de un estado al otro, del líquido al gaseoso. Es lo que necesito, lo que todos anhelamos muy profundame­nte, al menos eso siento. Salvo unos pocos que están muy contentos con que las cosas sigan así. Creo que esa alquimia va a suceder en algún momento.

“Mis compañeros me dicen que pasaron de tener 6 mil seguidores en Instagram a 3 millones”.

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ANALÍTICO. Gran actor, Rodrigo de la Serna es el mejor en La Casa de Papel. E
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NETFLIX GENIAL. Rojo el mameluco de Palermo, Estocolmo, Tokyo y Río robando el oro del Bco. de España.
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CEDOC PERFIL
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NESTOR GRASSI zó a los 12 años y desde ahí se fue desarrolla­ndo con arte y consstanci­a.
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TRABAJO Y AMOR. Okupas que produjo Tinelli con Stagnaro en la dirección. Aún lo recuerrda. Con su grpo de música Yotibenco, más argentino imposible, se da el gusto con la música. Y junto a su amor Lumildla Romero con quien tiene su segunda hija Olivia.

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