MEDICOS DE GENTE SANA
Los médicos se pasan todo el día atendiendo gente sana. Ya no curan. Mandan a hacer estudios a personas que cuentan una enfermedad. Así es como el médico y el paciente tienen una relación narrativa: el relato del síntoma se completa con el relato del diagnóstico.
¿Y dónde está el enfermo? Pidiendo turno, a la espera de ser atendido. Los turnos para la consulta tienen plazos tan largos que los pacientes se curan en el tránsito de la espera, y cuando llegan al consultorio ya están sanos.
Lo peor que puede hacer un paciente es ir al médico con un diagnóstico propio: “Tengo una hernia”, dirá el presunto enfermo. ¡Nada de eso! La narrativa del diagnóstico es una exclusividad de la medicina, para la cual el médico cuenta con muchos recursos literarios y con todas las prestaciones de la pujante industria de los estudios de diagnóstico. El festival de la orden médica tiene cientos de atracciones: ecografías, tomografías, ecodopler, densitometrías, electrocardiogramas, rayos X, estudios con contraste, sin contraste… hay de todo. El paciente –así lo llaman– sabe que deberá transitar su enfermedad diagnosticándola.
Frente a tal situación, los observadores de la mitad llena de los vasos auguran una nueva alternativa laboral: la del gestor de paciente clínico. Se trata de personas que se hacen pasar por pacientes, cuentan los síntomas, reciben las órdenes para los estudios y hacen los trámites para autorizarlos en la prepaga. Una atractiva salida laboral para hipocondríacos desocupados que saben sostener la narrativa médica. Mientras tanto, el enfermo puede estar tranquilo en su casa ejerciendo su enfermedad. Finalmente, cuando llegue el día señalado, y la fecha coincida con el ansiado turno, el paciente real acudirá a la consulta, no ya para curarse sino para escuchar su diagnóstico.
El médico mirará detenidamente el informe de los estudios y con gestos agudos se hará un lugar en la historia de la medicina para dar su veredicto: “Es una hernia”.