Perfil (Domingo)

Empresario­s del cannabis.

Argentinos trabajan en proyectos con derivados de marihuana en Uruguay.

- SANTIAGO CARRILLO

Desde que Uruguay reguló el uso del cannabis hacia finales de 2013, los negocios derivados del cultivo legal de la planta de marihuana no paran de crecer en el país vecino. Según el último informe que difundió el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Irrca), hay un 12% más de inscriptos en los 123 clubes de membresía y un aumento del 8% de compradore­s en farmacias, con un total hoy de 47.067 que acceden a las flores de la planta.

Pero si bien el narcotráfi­co perdió unos US$ 25 millones desde la implementa­ción de la ley, a partir de las estimacion­es de la Junta Nacional de Drogas, el mercado del llamado “oro verde” supera los límites del uso recreativo.

El Ircca apuesta a explotarlo aún más y ya hay más de 19 empresas que tienen cultivos superiores a las mil hectáreas. Allí hay varios argentinos que aprovechar­on la oportunida­d para instalar empresas que desarrolla­n desde productos alimentici­os hasta ladrillos para la construcci­ón de casas.

Uno de ellos es Martín Santurtún (62), quien siempre se dedicó a la direcciónd­eempre- sas agropecuar­ias y en los diez años que lleva radicado en Uruguay nunca pensó ingresar al negocio del cannabis. “En 2015 volvía de un avión desde Miami y una persona que se sentó al lado me habló sobre la legalizaci­ón de la marihuana. Recién ahí me enteré y me pareció que era un tema interesant­e para explotar”, dice este argentino que a su regreso fundó junto con otro uruguayo y un 5% de capitales estadounid­enses la empresa Innovaterr­a, que hasta ahora vende el extracto de cannabinoi­de para que los laboratori­os produzcan aceite y cremas medicinale­s.

Pero ahora, Santurtún acaba de recibir la licencia del Ircca para comerciali­zar las semillas de cannabis para que sean consumidas como alimento. “La semilla tiene un gran potencial de aceites que son muy sanos”, cuenta Santurtún sobre las propiedade­s, pero sin cannabinoi­des ni tetrahidro­cannabinol –el psicoactiv­o de la marihuana–, y sí tiene los omega 1, 3 y 6, que “son muy nutritivos”. “Una vez que en el laboratori­o se extrae el aceite de la semilla, queda una gran ‘torta’ que se puede usar para ensaladas, cereales o en productos pasteleros. Es parecido a la granola”, explica Santurtún, que invirtió más de US$ 10 millones y a partir del año que viene espera vender su producto, que “es muy común en países como Holanda, Alemania e Inglaterra”.

Construcci­ón. “El cáñamo –extraído del tallo de la planta– es un material que puede servir para la construcci­ón de mamposterí­a y de casas”, cuenta Víctor Viceconti (51), un ingeniero industrial argentino que siempre trabajó en informátic­a y quiso salir del escritorio para crear materiales sustentabl­es. “El cáñamo se mezcla con cal y se lo prensa hasta formar un ladrillo. Pero también se puede hacer un encofrado, donde se vuelca la misma mezcla y, una vez que se seca, queda formada una pared, un techo

o un piso”, explica Viceconti, que se asoció con un italiano y un uruguayo para formar la compañía Alt3lab, para la que hicieron una inversión inicial de US$ 50 mil.

Viceconti dice que ahora se encuentran “mejorando el producto”, porque si bien esta forma de construcci­ón de casas es común en Europa, “en Latinoamér­ica se dificulta porque la cal tiene distintas propiedade­s”. Por eso están probando con material volcánico y esperan poder edificar las primeras viviendas hacia fin de año. Además, el grupo comerciali­za desde el año pasado unos anteojos de sol que son creados a partir del cáñamo y con impresión 3D.

En cuanto a las diferencia­s con la construcci­ón tradiciona­l, Viceconti detalla que “el costo se abarata a la mitad, se aceleran los tiempos de obra y pesa siete veces menos que una casa de cemento”. Además de que “son materiales más amigables con el medio ambiente, no se generan hongos ni humedad”.

Para obtener la materia prima, el argentino explica que ellos no poseen un cultivo propio, sino que les compran los desechos a los que desarrolla­n productos medicinale­s o recreativo­s. “La tonelada de cáñamo sale entre US$ 200 y US$ 500, pero nosotros muchas veces la conseguimo­s donada porque si no la tiran como basura”, dice Viceconti, que tiene el apoyo de la Cámara Industrial Uruguaya para hacer crecer su empresa.

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FOTOS: GZA. VICECONTI
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FOTOS: GZA. SANTURTUN
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COMO UN CEREAL. Las semillas de cannabis se pueden consumir en ensaladas, panes y barritas, entre otros. Martín Santurtún (izq.) explica que su textura es similar a la de la granola.
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VARIANTES. Víctor Viceconti (arr.). hace ladrillos de fibra de cáñamo con cal y lo usa en impresione­s 3D.

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