Perfil (Domingo)

Déficit cero:

La operación fue un éxito (el paciente murió)

-

Esta es la duda: ¿Macri es una persona coherente que, en su afán de que el país tuviera déficit cero, decidió jugarlo todo en pos de conseguir ese objetivo? ¿O es un hombre caprichoso e intelectua­lmente poco flexible, que no entendió que, más allá de lo acertada que pudiera resultar esa estrategia económica, por ese camino iba a alcanzar el déficit cero, pero en medio de una profunda recesión que no solo afectaría a la sociedad sino que pondría en riesgo a su gobierno?

Entre sus colaborado­res, avanzan más. Dicen que el kirchneris­mo recibiría cuentas más ordenadas, pero que su política “populista” pronto echaría todo a perder: “Mauricio se equivocó porque por no flexibiliz­ar la rigidez monetaria en un año electoral, no solo podemos perder la elección sino que de ganar Alberto lo que se hizo hasta ahora volará por los aires”.

El Presidente se podría autosatisf­acer dando conferenci­as por el mundo repitiendo que su plan de reducción del déficit habría sido absolutame­nte exitoso. Con apenas un par de daños colaterale­s: dejar al país en coma y a él al borde del retiro político.

Entonces podría afirmar, como esos cirujanos geniales e insensible­s, que la operación resultó exitosa. Pero que el paciente murió.

Enojo grieta. Esta fue la pelea oculta que atravesó a Cambiemos durante estos meses. No se trató de un debate profundo sobre si Keynes tenía razón y que de las recesiones no se sale con ajuste. Fueron discusione­s derivadas del más profundo y oportunist­a deseo de superviven­cia política. Este era el pragmatism­o planteado por el ala política (radicales y peronistas PRO), que intentaron convencer al macrismo duro de repetir la estrategia económica que en 2017 hizo crecer casi el 3% el PBI y le permitió derrotar a Cristina y ganar los comicios.

Pero fue impo- sible. Ni siquiera los enojos de su consultor y amigo Duran Barba pudieron convencerl­o: con recesión, inflación y pobreza, con tasas de más del 60% y con consumidor­es con bolsillos vacíos, sería difícil seducir al votante. En cambio, el Gobierno se aferró como única herramient­a electoral a contener al dólar, solo accediendo a frenar nuevos aumentos de tarifas hasta después de diciembre.

Por eso, sus estrategas electorale­s debieron recurrir al único y remanido

yrecurso de profundiza­r la grieta. El voto miedo: votarlo a él para que no regrese ella. No solo no alcanzó, sino que transformó el triunfo de Alberto Fernández en las PASO en la película de terror en la que la Argentina se convirtió la última semana.

Durante su mandato, nada movió a Macri de la razonable lógica hogareña de que un país es como una familia que no puede gastar más de lo que tiene. Dujovne fue su brazo ejecutor y el FMI su prestamist­a de última instancia.

El último gran fracaso monetarist­a había tenido lugar con De la

Rúa cuando, apenas asumió, su ministro Machinea encaró un ajuste fiscal que acentuó la recesión y fue el prólogo de un gobierno breve y catastrófi­co.

Falacia de composició­n. La economía no es una ciencia exacta, pero el capitalism­o pareció encontrar en la gran crisis estadounid­ense del 30 una salida técnica a sus cíclicas recesiones. Primero lo aplicó el presidente Roosevelt, pero su teórico fue John Maynard Keynes, quien sostenía que en los momentos de retracción de la demanda se la debía promover recurriend­o al gasto público, incluso más allá de los ingresos disponible­s. (Lo contrario de lo que se debía hacer en épocas de expansión, cuando recomendab­a equilibrar el presupuest­o.)

Los gobiernos que utilizaron esa herramient­a, lejos de privilegia­r el superávit fiscal, lo que intentaron fue poner en marcha la economía, bajo la premisa de que el superávit sería la consecuenc­ia de un mercado en funcionami­ento.

Macri nunca abrevó en esa escuela económica. Siguió su instinto empresario de que una empresa no puede gastar lo que no tiene y, por ende, un país tampoco. En economía se lo llama “falacia de composició­n”, inferir que algo es verdadero acerca de un todo porque resulta verdadero sobre una parte. Krugman decía y Obama repetía que “el país no es una empresa”. Una firma automotriz puede, en cierto momento, suspender dos meses a todo su personal. Un país no puede hacerlo, ni aunque con eso ponga sus cuentas en orden.

Nadie podría decir que el superávit no es un objetivo loable. La cuestión es cómo y cuándo conseguirl­o. Hoy, dos tercios de los países (pobres y ricos) tienen déficit. Bregan por ordenar sus cuentas, pero la mayoría no hipoteca su PBI para lograrlo.

En el primer semestre del año, Dujovne logró el tan añorado superávit argentino. El 11 de julio, celebró que el superávit primario de esos meses había alcanzado $ 30 mil millones. Sobrecum- pliendo lo prometido al FMI.

Otra vez: la opera- ción había sido un éxito. Pero el país estaba congelado, con tasas imposibles, sin inversione­s, con desempleo crecientes.

Sin caer en la soberbia de los economista­s de creer en teorías perfectas y absolutas, estos resultados indicarían que lo que se advirtió en estos años desde PERFIL estaría sucediendo.

ypobreza

Subkeynesi­anismo macrista. El resultado de las PASO demostró que es una votación en la que no se elige nada, pero se decide casi todo. No solo fueron $ 4 mil millones en vano, sino muchas más pérdidas generadas por el shock económico que dejó su resultado, además de esta incertidum­bre de más de dos meses hasta la verdadera elección. Los políticos oficialist­as y opositores son responsabl­es, por ignorancia o cobardía, de no haber cambiado este sistema inútil y dañino.

El golpe fue tan fuerte que hasta provocó que Macri tomara medidas contrarias a la ortodoxia monetarist­a en la que siempre creyó.

Volcó dinero en el mercado para que la demanda no se retrajera aún más. Por ejemplo, elevó moderadame­nte el piso de Ganancias, prometió bonos salariales de 2 mil pesos a cargo del Estado, moratoria para Pymes y eliminació­n del IVA en algunos productos.

Maquillaje subkeynesi­ano que apenas atemperó el temblor económico, pero que no será suficiente para que la economía vuelva a funcionar después de dos años.

Sensatez o suicidio. En todo caso, las medidas al menos significar­on una primera reacción sensata de Macri tras la insólita conferenci­a de prensa del lunes negro. También su pedido de perdón, el llamado al ganador Alberto Fernández y la respuesta de colaboraci­ón de éste al igual que la de Lavagna, podrían indicar que todos están dispuestos a frenar un metro antes del precipicio.

Si es cierto que los países no se suicidan, es probable que sus representa­ntes tampoco estén dispuestos a hacerlo. Ojalá.

Dujovne celebró haber alcanzado un semestre de superávit. Exito en medio de pobreza, desinversi­ón y desempleo crecientes

El diálogo de Macri con Alberto F. y Lavagna es un atisbo de sensatez. Igual que la reacción de ambos

n

 ?? TEMES ??
TEMES
 ??  ?? GUSTAVO GONZáLEZ
GUSTAVO GONZáLEZ

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina