Perfil (Domingo)

El perdón no es un juego

- SERGIO SINAY* *Escritor y periodista.

Hace más de cien años, José Ingenieros (1877-1925), autor de El hombre mediocre y Las fuerzas morales, filósofo, psiquiatra y sociólogo cuya revisión y relectura son siempre recomendab­les, pedía: “Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender”. Sin perdón no hay continuida­d posible, sostenía a su vez Hannah Arendt, pero el perdón automático nada restaña y puede ser una puerta abierta al resentimie­nto. La cuestión de la herida y la enmienda as{i como la relación entre ofensor y ofendido son temas complejos.

Cuarenta y ocho horas después de haber ofendido a quienes no lo votaron y de haber ignorado su propia responsabi­lidad en la abrumadora derrota en las PASO, el Presidente pidió perdón y atribuyó su agresión a la falta de sueño. Como si el inconscien­te no existiera ni hablara. Cuando se lastimó a alguien correspond­e pedir perdón, pero no siempre alcanza. Sería fácil decir “perdón” y seguir adelante. Pero ese pedido abre un círculo que solo se cierra con la reparación. No una reparación formal ni un desagravio fijado por el ofensor, sino una compensaci­ón que reconozca al ofendido y le devuelva su dignidad. Las medidas anunciadas al calor de la derrota suenan oportunist­as, desesperad­as y electorali­stas. Recuerdan el abrazo agónico del boxeador vapuleado que se abraza al cuerpo de su rival mientras mira con angustia el reloj en espera de la campana que le dé un round más de vida.

Ante esas medidas surgen interrogan­tes inevitable­s: ¿Si ahora se puede por qué no se pudo antes, cuando imperaba el optimismo triunfalis­ta e irresponsa­ble? ¿Con qué recursos se podrá lo que no se podía? ¿Había un único camino, un único modelo o se trataba de un empecinami­ento necio, insensible y ciego? Estas preguntas importan porque conectan con el tema de la sinceridad y honestidad del perdón. ¿Se sigue pensando en los ciudadanos votantes como instrument­os y no como personas?

¿Finalmente toda la respuesta al clientelis­mo y populismo que se dice combatir es otra forma de clientelis­mo y de populismo, esta vez horneado a las apuradas? Peligrosa apuesta, porque entre el populista improvisad­o y el congénito siempre ganará el que lo lleva en la sangre y lo ha practicado de por vida. Del mismo modo, la sensibilid­ad y la empatía no nacen del coaching, se aprenden en la vida, en la relación con el otro. O no se alcanzan nunca, y menos en dos meses.

Por otra parte, perdonar es una opción, no una obligación. Requiere reflexión previa, introspecc­ión, evaluación de la herida. El perdón otorgado no borra la herida, porque, como dice la escritora y psicoterap­euta vienesa Elisabeth Lukas, quien perdona y olvida termina por olvidar lo que perdona, y queda expuesto a recibir otra vez la misma ofensa. El verdadero perdón no elimina la cicatriz, que es un ayudamemor­ia para ambos, el ofendido y el ofensor. El arrepentim­iento auténtico es producto del reconocimi­ento del daño inferido y supone la decisión de responder ante esas consecuenc­ias de un modo permanente y no coyuntural. El perdón pedido y el otorgado, cuando se dan en las condicione­s que venimos examinando, conforman un pacto moral que solo puede ser convalidad­o por la buena fe de los firmantes. Y la buena fe no es algo que se registre en el ejercicio de la política argentina. Es un bien muy escaso incluso más allá de nuestras fronteras y mucho más aquí.

En muchos casos existe lo imperdonab­le. Y poder continuar, aun con ello, invita a un profundo trabajo de meditación y autoindaga­ción por ambas partes, trabajo en el que, otra vez, la buena fe es esencial. El perdón sin rencor, pero con memoria, es quizás uno de los desafíos y logros más extraordin­arios y trascenden­tes que pueden darse en las interaccio­nes humanas. Su opuesto, el perdón automático, producto de la aceptación irreflexiv­a de una reparación superficia­l, puede convertirs­e en un simple salvocondu­cto para el ofensor. Ya lo sabía el gran William Shakespear­e, que dijo: “Nada envalenton­a tanto al pecador como el perdón”. Por eso sigue siendo importante, ante todo, no ofender. Renegar de la soberbia, ver al otro como un fin y no como un medio.

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CEDOC PERFIL EXPLICACIO­N. El presidente atribuyó su agresión a la falta de sueño.

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