Es una acumulación de sufrimientos
Algunas certezas después de las PASO. El enojo de las mayorías se hizo explícito. Los argentinos somos, aun, más pobres. Apremiado por la situación, el Gobierno gira en U, motivado más por la presión electoral que por la gobernabilidad.
Pasaron las PASO. El resultado pudo haber sido sorprendente por la amplitud de la brecha que separa a los dos frentes; sin embargo, este saldo, con el diario del lunes, parece más que evidente y simplifica las explicaciones. Heladera vacía y peronismo unido es el combo que empieza a dar forma al porvenir de nuestra sociedad.
La expresión de las urnas es una respuesta a la acumulación del sufrimiento social y la pauperización de amplias franjas de la población. Es fruto del “rumbo del esfuerzo” con el que insistió el Gobierno durante más de tres años. Conclusión: la paciencia tiene un límite. El malestar tiene un límite. Una gran parte de votantes que en 2015 estaban ilusionados con algo distinto, en 2019 eligieron supervivencia. Están un paso más allá de la decepción. Están enojados. Están rabiosos y los resultados habilitaron en el habla lo que en las urnas se dijo en secreto.
La semana negra posterior a la elección también tuvo una consecuencia económica evidente para los votantes con una fuerte devaluación de la moneda. Los argentinos, en consecuencia, somos más pobres aún de lo que ya éramos. ¿Culpa del kirchnerismo?, ¿culpa de los votantes, como sugirió el Presidente en la primera y trasnochada conferencia poselectoral? De ninguna manera. El 64,6% considera que la suba del dólar es responsabilidad del Gobierno mientras que apenas 21,3% cree que es responsabilidad de la oposición. El que está al mando está al mando. Es una verdad de Perogrullo, demasiado obvia para explicitarla. Pero cuando las elecciones están por delante del bienestar general es necesario recordarlo. La
crisis es tanto económica como política y adquiere una gravedad mayor cuando el Presidente se comporta única o principalmente como candidato.
Aquí no se está diciendo que sea ilegítimo querer disputar la elección; Cambiemos está en su derecho al querer hacerlo. Pero la responsabilidad primera, en una situación generalizada de crisis de confianza y vacío de poder, es la gobernabilidad. El 53% de los argentinos cree que está en riesgo; es un sentimiento mayoritario que no se concentra únicamente en la oposición. Analizado por nicho electoral, la mitad de los votantes del 11 de agosto de 2019 de Juntos por el Cambio considera que la gobernabilidad está en riesgo. Así lo expresó el 50,4%. Es una medida similar a la de votantes de otras fuerzas, incluidos los del Frente de Todos, con un 49%.
Para los electores puede resultar agraviante la repentina “toma de conciencia” del Gobierno sobre la realidad social a partir del resultado electoral. En otras palabras, antes de las primarias, el Gobierno seguía insistiendo con el ajuste e incluso pedía el voto para avanzar en la misma dirección. Pero tras las elecciones, un decreto con firma de Macri, Peña y Dujovne explica que “la magnitud de los acontecimientos económico-financieros que afronta el país requiere que todas las áreas de gobierno aúnen esfuerzos para brindar soluciones inmediatas y efectivas para amortiguar su impacto en el ámbito social, económico y productivo”. Sobre el final de su mandato y con un gobierno en agonía, se abrazan medidas que el mismo presidente se encargó de demonizar durante tres años y medio como causantes de todos los males que aquejan a nuestra sociedad.
Sorprende constatar este asombroso desencuentro con la realidad social y el giro de 180 grados que propone el Gobierno a través de medidas como la quita del IVA para productos de la canasta básica, el congelamiento de las cuotas de créditos UVA, aumento de salario mínimo, el aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, la reducción de los aportes que deben realizar los autónomos, el congelamiento de la nafta, la bonificación del impuesto integrado de septiembre para los monotributistas, la exención del pago de aportes para los trabajadores en relación de dependencia, aumentos en las becas Progresar, o los bonos de $ 1000 por hijo para trabajadores informales o desempleados en septiembre y octubre, entre otras medidas. Es octubre lo que empuja este cúmulo de parches. Más que un manotazo de ahogado, este conjunto de medidas son la evidencia de que todo vale para ganar las elecciones. Incluso, ponerle fin al sacrificio que con tanto empeño y durante tanto tiempo se le exigió a la sociedad.
Por muchas de estas propuestas, los opositores fueron tratados de irresponsables. Massa fue una de las principales víctimas de las agresiones de la Casa Rosada cuando proponía el quite de IVA a la canasta alimentaria. En la misma dirección, el equipo económico del Gobierno tiene en estudio la Ley de Abastecimiento, que fue uno de los instrumentos centrales de la gestión anterior. ¿Antes era la explicación de nuestros males y ahora una solución? Las razones del Gobierno o son ilegibles o son electorales. Ni la falta de legibilidad ni la razón electoral parecen ser buenas razones. Esta dinámica pendular inclina a preguntarse si el sacrificio que se pidió y al que se sometió a los argentinos no tendría algo de falso o si el Gobierno está dispuesto a quemar las naves para revertir el resultado electoral.
En definitiva, para el Gobierno, esta fue una semana de zigzagueos discursivos y decisiones intempestivas, con culpabilizaciones, arrepentimientos, desorientación, rencores y enojos. Si faltaba algo, la falta de inteligencia emocional del Gobierno ofrece a los argentinos mayor incertidumbre.